Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
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[Aventura] [Tier 2 - Galhard] Sombras en la luz.
Takahiro
La saeta verde
Observas como la mujer se ha alejado, pero no sé dirige hacia el hombre que está en la fogata, sino que saca algo de su chaqueta y comienza a hablar. Sin embargo, el tiempo apremia y te diriges rápidamente hacia el hombre que estaba de piel, aquel que estaba recriminando al pobre de Josué que se ni había tenido cuidado y había sido visto. El hombre reacciona a tu ataque traicionero por la espalda y en lugar de darle en la nuca le das en la espalda, haciéndole un corte bastante feo.

—¿Qué le habías dado esquinazo decías? —preguntaba el hombre, que gimió de dolor antes de abalanzarse sobre ti.

Pero no funcionó. Tus habilidades como espadachín eran superiores a las que tenía aquel hombre desarmado, al que acorralaste y dejaste con varios cortes en una esquina de la cueva desangrándose lentamente. Entretanto, el otro hombre te ha lanzado el hacha, que te ha rozado el hombro izquierdo haciéndote un leve corte. Has tenido suerte, joven marine.

Todo ha sucedido tan rápido que la mujer no se ha dado cuenta de lo que ocurre. Puedes ver que la mujer está caminando por la orilla hablando por un den den mushi. ¿No iba a hablar con su capitán? En fin. Eso es algo que tendrás que averiguar después, pues el otro sujeto se abalanza sobre ti para golpearte en la cara con un alambre rodeando su puño. Si te fijas ha abierto mucho su guardia a la hora de dar el golpe.
#11
Galhard
Gal
Galhard apenas había tenido tiempo de procesar lo que acababa de suceder. El primer enemigo estaba acorralado, desangrándose lentamente, y aunque el marine sabía que no había forma de evitar la sangre en un combate como este, sentía el peso de sus acciones. No obstante, no había tiempo para vacilar. El segundo adversario, con un alambre rodeando su puño, se lanzó hacia él, intentando golpearle en la cara.

El enemigo había abierto su guardia demasiado, tal vez confiando en la fuerza bruta del golpe. Galhard, con los reflejos y la precisión que había adquirido durante su entrenamiento, reaccionó con rapidez. En lugar de intentar bloquear el golpe, lo esquivó con un movimiento lateral ágil, permitiendo que el puño envuelto en alambre pasara peligrosamente cerca de su rostro, dejando una ligera brisa en su mejilla y un pequeño corte en su oreja.

En un movimiento fluido, Galhard giró su sable, tomando la empuñadura con firmeza. Aprovechando la inercia del enemigo y el espacio abierto en su guardia, el joven marine dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ambos. Con precisión quirúrgica, levantó el pomo de su espada y lo estrelló con fuerza contra la mandíbula del hombre.

El impacto resonó con un sonido sordo, y el cuerpo del enemigo se tambaleó hacia atrás. Sus ojos se desorbitaron momentáneamente, y el alambre resbaló de sus manos mientras el golpe sacudía su cabeza. Sin oportunidad de reaccionar, el hombre cayó al suelo, inconsciente, con la mandíbula descolocada por el golpe certero.

Galhard respiró hondo, asegurándose de que el hombre no volvería a levantarse pronto. Había logrado despacharlo sin acabar con su vida, y ahora tenía un momento para evaluar la situación. El otro hombre estaba fuera de combate, pero la mujer seguía en la orilla, hablando por el den den mushi. Parecía distraída, aún sin percatarse del combate que acababa de tener lugar en la cueva.

El joven marine sabía que debía moverse con rapidez antes de que la situación se descontrolara aún más. Todavía quedaban enemigos por enfrentar y un misterio por resolver. Con la determinación de cumplir su deber, Galhard se preparó para lo que vendría a continuación.

Terminó de noquear también al que estaba sangrado y como pudo cubrió ambos cuerpos para que nada le molestase en su siguiente movimiento. La mujer que decía haber ido a hablar con el capitán sería problemática, derrotarla en mitad de su charla por el den den mushi encendería las alarmas así que Galhard tratará de reducirla cuando termine su trasmisión y, de paso, escuchar parte de la conversación antes, el único cabo suelto sería el hombre de la fogata, quien debería esperar a ser noqueado si la suerte estaba de parte de Galhard tras reducir a la mujer.
#12
Takahiro
La saeta verde
El alambre de que recubría el puño del pirata roza tu mejilla, haciéndote un corte bastante feo, yo iría directo a la enfermería a que te lo desinfectaran en cuanto puedas. Además, también has perdido un poco del lóbulo de tu oreja. Pero consigues golpear con éxito al segundo pirata, dislocándole la mandíbula del golpe. El pirata te miró fijamente, dolorido y cuando parecía que iba a atacarte…, huyo vilmente. Se escabulló por otro recoveco de aquella caverna, temeroso, pero se quedó atrapado sin poder ir ni hacia adelante ni hacia atrás. Tal vez podrías noquearlo, o quizás podrías intentar cualquier otra cosa.

La conversación con la mujer parece más larga de lo que parece. ¿De qué estarán hablando? Podrías intentar escuchar algo, o tal vez preguntar a algu no de sus compañeros si es que has dejado alguno consciente. ¡Ah! Si te fijas, el hombre de la fogata se ha tumbado sobre la arena, mirando al cielo.

¿Qué haces joven marine?
#13
Galhard
Gal
El dolor punzante en mi mejilla y el calor de la sangre escurriéndose por el corte me recordaron lo peligrosos que pueden ser estos piratas, incluso en su desesperación. Toqué brevemente la herida, sintiendo el borde rasgado de mi oreja donde un fragmento había sido arrancado. El dolor era agudo, pero no debilitante. He soportado cosas peores, y sabía que las heridas podían esperar. Lo que no podía esperar era la misión.

Con el segundo pirata huyendo y atrapado como un ratón en una trampa, se me presentó una oportunidad única. No era un hombre que disfrutara de la violencia por la violencia misma, pero en estos momentos, se trataba de eficiencia y control. Me acerqué con pasos firmes al pirata atrapado, consciente de que el miedo ya lo había debilitado más que cualquier golpe que pudiera darle. Me incliné ligeramente hacia él, dejando que el peso de mi presencia y la intensidad de mi mirada hicieran el trabajo.

—Escucha bien— murmuré con una voz baja y controlada, manteniendo el tono firme pero sin levantarlo.—Puedes cooperar y terminar este día sin más heridas… o puedo asegurarte que no será solo tu mandíbula la que termine dislocada.—
Le di un segundo para que mi advertencia se asentara en su mente antes de continuar.—Dime, ¿qué está pasando en esta cueva? ¿Qué están planeando? ¿Qué es lo que están discutiendo allá dentro?— Dije en un tono agresivo, en parte provocado por el dolor en mi oreja.

Mientras esperaba su respuesta, mantuve mis sentidos alerta, atento a cualquier movimiento que indicara que estaba considerando algo más que la simple rendición. Sabía que el miedo podría hacer que hablara, pero también que actuara de manera desesperada. Mi mano descansaba cerca de mi arma, lista para intervenir si era necesario, aunque esperaba no tener que usarla.

Aun así, no me dejaba distraer del entorno. Aunque el pirata frente a mí era mi prioridad inmediata, mi oído seguía intentando captar fragmentos de la conversación que se llevaba a cabo entre la mujer y sus compañeros. Algo en la manera en que prolongaban su charla me hacía sospechar que se estaban preparando para algo, y cualquier información que pudiera obtener podría ser crucial.

Tomé nota mental del hombre que se había tumbado junto a la fogata. Era un indicio de que, al menos algunos de los piratas, no esperaban más ataques inmediatos. Un signo de que podrían estar bajando la guardia. Una ventaja que no dejaría pasar.
—Elige con cuidado, pirata— agregué finalmente, haciendo que el tono de mi voz sonara como una advertencia definitiva. —Porque tu vida podría depender de lo que digas ahora— Claramente se trataba de un farol, matar a alguien era una línea que jamás quería cruzar.
#14
Takahiro
La saeta verde
Era bastante cómico ver a aquel pirata atrapado entre las rocas, sin ser capaz de ir ni hacia adelante ni hacia atrás. El otro, por su parte, se encuentra inconsciente en el suelo y parece que no va a levantarse en un rato.

Tus palabras no parecen hacerle mucho efecto, al menos en un principio. Tu mirada se clava en los ojos de Josué, cuyos ojos tristes empiezan a volverse cristalinos. Ves que es un enclenque miedica que no estaba hecho para la piratería, realmente no estaba hecho para la crudeza del mundo real en el que nos encontramos.

Io nio ze musho —te dijo a duras penas, mediante quejidos y sollozos. Al parecer tu golpe le ha fracturado la mandíbula y le cuesta mucho hablar—. El hapitán nos ha mandado uscar al hombre tiudido y turlto —añadió también—. De verda. Io no ze máh

No parece que vaya a darte mucha más información, pues es un peón, a fin de cuentas. Tal vez tengas más oportunidad con el otro si despierta pronto. No obstante, si echas la vista hacia fuera de la cueva ya no está la mujer, pero ves que al lado del hombre se encuentran los tres reclutas que te acompañaban antes de tener que irse a otros lares. ¿Sabrá ese señor algo?

Si sales al exterior de la cueva, contemplas como el barco está moviendo sus velas dispuesto a zarpar. ¿Acaso te habrá visto la pirata? Es una probabilidad. Ir tras el barco parece imposible.
#15
Galhard
Gal
Galhard observó al pirata atrapado entre las rocas con una mezcla de lástima y desaprobación. El miedo en los ojos del hombre era palpable, y sus intentos de justificar su situación sólo reforzaban la idea de que se trataba de un pobre infeliz, arrastrado a un mundo que no comprendía ni podía manejar. La fragilidad de su voz, con la mandíbula fracturada, lo hacía parecer aún más patético.

Las palabras del pirata eran fragmentadas y confusas, pero suficientes para confirmar lo que Galhard ya sospechaba: Josué era un peón, una pieza desechable en el juego de algún capitán que lo había enviado a buscar a un "hombre tiudido y turlto", una descripción tan vaga como inútil. No era una sorpresa, la mayoría de los capitanes piratas veían a su tripulación como meros instrumentos para lograr sus propios fines, sin importarle lo que les sucediera.

Con un suspiro, Galhard se dio cuenta de que insistir con Josué no le llevaría a ningún lado. El hombre apenas podía hablar y, además, parecía genuinamente ignorante de cualquier información útil. Sus ojos, tristes y cristalinos, hablaban de alguien que ya había renunciado a su destino, que estaba dispuesto a aceptar cualquier castigo con tal de escapar de la brutalidad que lo rodeaba. No habría honor en continuar interrogándolo.

Galhard se levantó, dejando al pirata atrapado en su lugar. Con un último vistazo, constató que el otro pirata seguía inconsciente en el suelo de la cueva. Si despertaba, tal vez podría ser una fuente de información más valiosa, pero eso dependería del tiempo que tuviera.

Decidió entonces dirigir su atención hacia el exterior de la cueva. Al asomar la vista, notó que la mujer con la que había intercambiado palabras ya no estaba, lo que despertó una ligera preocupación en su interior. Sus tres reclutas estaban ahora cerca del hombre que antes había estado junto a la fogata, y Galhard se preguntó si tal vez este individuo podría ofrecer alguna pista sobre lo que estaba ocurriendo.

El sonido del mar llamó su atención, y al dirigir la mirada hacia el puerto, vio cómo el barco pirata comenzaba a mover sus velas, preparándose para zarpar. Un ligero fruncir de ceño apareció en su rostro. La posibilidad de que la mujer pirata lo hubiera descubierto y estuviera intentando huir no podía ser descartada. Aun así, perseguir el barco parecía imposible en ese momento; no tenía los medios para alcanzarlo, y dejar a sus reclutas o al prisionero sería imprudente.

Galhard sabía que debía priorizar la información que pudiera obtener en tierra antes de intentar cualquier persecución. Quizás el hombre junto a la fogata, o alguno de los reclutas que ahora lo rodeaban, tuviera alguna clave sobre el propósito de estos piratas o sobre el "hombre tiudido y turlto" que mencionó Josué.

Con pasos decididos, Galhard se dirigió hacia el grupo cerca de la fogata, manteniendo la calma en todo momento. Su mente, siempre analítica, consideraba las posibles opciones mientras se acercaba. Su objetivo inmediato era claro: obtener toda la información posible antes de que el barco pirata desapareciera en el horizonte. Si el destino de esa nave estaba sellado o no, dependería de lo que descubriera en los próximos minutos.
#16
Takahiro
La saeta verde
El barco se alejaba en el horizonte a un ritmo bastante acelerado. En el castillo de popa, si centraw mucho la vista, incluso, podrias vislumbrar el cabello plateado de su timonel. ¿Qué clase de banda pirata deja abandonados a dos de sus miembros? Son una panda de desalmados. En fin.

Al acercarte al hombre que esta con tus reclutas, puedes ver que es soño un hombre borracho en pésimas condiciones físicas, quizás deberíais llevarlo al pueblo a que lo vea un médico. Sería la gran obra del dia.
Entretanto, habéis conseguido esposar y atrapar a los dos piratas que has derrotado. Vais camino al pueblo para llevarlos ante un superior, pero no sin antes responder a alguna de tus dudas:

—Somos tripulantes... —en su voz se podía notar algo de pena—, o más bien eramos tripulantes de los piratas veganos. Al mando del ilustre Broco Lee. Su ideal de un mundo en el que no se coman alimentos procedentes del mundo animal es un dogma para mí —continuó diciendo.

—Pero eso no explica que hacíais en la isla —interviene uno de tus reclutas, de forma muy avispada.

Durante un momento se hizo el silencio, sin embargo, tras un leve suspiro de Josué, el pirata al que le dañaste la mandíbula, se dispuso a hablar.

Fuscabamos al hombre del fffiaro —dijo, mostrando una mueca de dolor.

—Aunque desconocemos los motivos de porque nos encomendaron encontrarle —añadió el otro pirata.

Finalmente, llegáis al pueblo, donde un carromato os espera para ir al cuartel.
#17
Galhard
Gal
Al llegar al pueblo, el ambiente estaba cargado con la mezcla de la brisa marina y el bullicio típico de una tarde en Rostock. El carromato que esperaba en la entrada parecía pequeño para contener todas las preguntas que aún rondaban en la mente de Galhard, pero sabía que el deber lo llamaba a entregarlos a la justicia antes de seguir desentrañando el misterio de su misión.

Los dos piratas, ahora esposados, mantenían la cabeza baja. Sus expresiones oscilaban entre la resignación y la desilusión, como si las palabras que habían compartido, más que confesar un crimen, revelaran la carga de haber seguido a un ideal que ahora los había abandonado a su suerte. Galhard observó sus rostros mientras subían al carromato, y en ese instante, sintió una extraña mezcla de compasión y deber.

Josué, con su mandíbula dañada, parecía el más afectado. El dolor no solo era físico; se notaba en la tristeza de sus ojos. Galhard se acercó y lo miró directamente, permitiéndose un momento de humanidad en medio del caos.

Quizás encontréis alguna redención por lo que habéis hecho dijo Galhard en voz baja, para que solo Josué pudiera escucharlo. Pero tendréis que cargar con las consecuencias de vuestras acciones.

El pirata asintió débilmente, y Galhard se apartó, permitiendo que los reclutas lo ayudaran a subir al carromato. El segundo pirata, más callado y reservado, se limitó a seguir las órdenes, pero Galhard podía percibir que también cargaba con el peso de una lealtad mal recompensada.

Cuando todos estuvieron a bordo, Galhard subió también, acomodándose en la parte trasera, donde podía mantener a la vista a sus prisioneros. El carromato empezó a moverse, recorriendo las calles adoquinadas del pueblo hacia el cuartel. El sonido de las ruedas sobre la piedra era monótono, casi hipnótico, mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte.

Mientras avanzaban, la mente de Galhard no dejaba de trabajar, analizando lo que había escuchado. Los "piratas veganos" y su líder, Broco Lee, con su extraño dogma. Y luego, la mención del "hombre del faro". ¿Quién era esa figura misteriosa? ¿Y por qué era tan importante que estos piratas lo encontraran? Sabía que estas preguntas no tendrían respuesta inmediata, pero eran hilos que valía la pena seguir en el futuro.

El cuartel se alzaba imponente al final de la calle, y a medida que se acercaban, Galhard se permitió un último vistazo al barco que ahora era solo un punto en el horizonte. Sus pensamientos volvieron al cabello plateado del timonel y a la velocidad con la que se habían marchado, dejando a dos de sus tripulantes a merced de la justicia. Se preguntó si volvería a cruzarse con ellos en algún otro lugar, en otro momento.

El carromato se detuvo frente a la entrada del cuartel, y los reclutas comenzaron a bajar a los piratas, ahora más tranquilos, conscientes de que su destino estaba sellado, al menos por ahora. Galhard bajó detrás de ellos, observando cómo los llevaban al interior.

Antes de entrar, se detuvo un momento y dejó que la brisa marina acariciara su rostro, despejando su mente. Sabía que esta no sería la última vez que se encontraría con enigmas en su camino, pero por ahora, había cumplido con su deber.

Con un último suspiro, Galhard cruzó las puertas del cuartel, dispuesto a cerrar este capítulo y prepararse para el siguiente, donde, como siempre, la justicia y la verdad seguirían guiando sus pasos.
#18
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#19
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