Ubben Sangrenegra
Loki
24-08-2024, 03:54 AM
Había demasiadas cosas sucediendo en paralelo como para que el moreno de ojos dorados pudiera procesar todos los estímulos al mismo tiempo. El caos reinante lo sobrepasaba, así que decidió enfocarse en lo que tenía justo frente a él: el hombre que se hacía pasar por el espíritu de la isla. Ubben sintió un leve movimiento bajo su cuerpo y, solo entonces, recordó que Asradi estaba justo debajo de él. La había cubierto instintivamente con su propio cuerpo para ocultar su verdadera naturaleza de sirena. Ahora, al mirarla, notó que la muchacha de cabellos oscuros estaba levemente sonrojada, lo que le daba un aire aún más frágil y vulnerable.
Ubben escuchó a Asradi susurrarle que debía escapar, su voz apenas un murmullo en medio del bullicio. En paralelo, Hammond revelaba más detalles de su verdadera naturaleza, dejando entrever las habilidades que había comenzado a mostrar cuando liberó aquel gas. El hombre era un usuario de Akuma no Mi. La situación se complicaba cada vez más. El ruido de las instrucciones de Hammond resonó en los oídos de Ubben, quien rápidamente se levantó, impulsado por un leve empujón de Asradi. El peliblanco no tenía ninguna intención de pelear ni de proteger a nadie más allá de sí mismo.
—Tengo mis propios negocios, McDuck... pero si sobrevives, nos veremos donde nos conocimos, a medianoche. No esperaré mucho... —dijo Ubben refiriendose al Faro de Rostock, su voz más profunda y seca que antes, en contraste con el tono amistoso que había estado usando. Su rostro estaba impasible, casi apático ante la caótica situación que se desarrollaba a su alrededor, el estratega entraba en acción. Sin perder más tiempo, tomó a Asradi por el antebrazo y giró sobre sí mismo con la agilidad de un maestro de judo, bajando su centro de gravedad al flexionar las piernas. Con un movimiento rápido, soltó el antebrazo de la sirena de cabellos negros y la levantó por la cola, haciéndola caer suavemente sobre su espalda. —Con permiso— murmuró el peliblanco, casi como si no estuviera en medio de un ataque.
Dirigiéndose rápidamente a Gavyn, Ubben le dio instrucciones claras. —Gavyn, abre camino al callejón. Hay que salir de aquí, y el cielo no es opción, es demasiado abierto frente a demasiadas balas— indicó al rubio ángel mientras comenzaba a correr en dirección a un callejón diagonal al bar en el que se encontraban. La tarde anterior, Ubben se había tomado la molestia de marcar ciertas rutas de escape hacia el puerto, asegurándose de que pudieran llegar sin problemas a su embarcación. Tenía un plan, y lo seguiría al pie de la letra.
Se lanzó hacia el callejón como si no hubiera un mañana, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que ya había estudiado el terreno. En la base de una de las casas, un ladrillo tenía tallada una pequeña ola, un marcador que había hecho con su cuchillo para identificar la ruta de escape durante la tarde anterior, recién llegado a la Isla. Miró hacia atrás por un segundo, esperando a que Gavyn tomara la delantera. Una vez que el rubio estuvo en posición, Ubben comenzó a darle indicaciones sobre en qué dirección doblar en cada callejón. Iban en una carrera contrarreloj, pero el peliblanco estaba decidido a salir de allí con vida, sin importar lo que eso significara para los demás, de todas formas Hammond y Airgid ya estaban a salvo.
Ubben escuchó a Asradi susurrarle que debía escapar, su voz apenas un murmullo en medio del bullicio. En paralelo, Hammond revelaba más detalles de su verdadera naturaleza, dejando entrever las habilidades que había comenzado a mostrar cuando liberó aquel gas. El hombre era un usuario de Akuma no Mi. La situación se complicaba cada vez más. El ruido de las instrucciones de Hammond resonó en los oídos de Ubben, quien rápidamente se levantó, impulsado por un leve empujón de Asradi. El peliblanco no tenía ninguna intención de pelear ni de proteger a nadie más allá de sí mismo.
—Tengo mis propios negocios, McDuck... pero si sobrevives, nos veremos donde nos conocimos, a medianoche. No esperaré mucho... —dijo Ubben refiriendose al Faro de Rostock, su voz más profunda y seca que antes, en contraste con el tono amistoso que había estado usando. Su rostro estaba impasible, casi apático ante la caótica situación que se desarrollaba a su alrededor, el estratega entraba en acción. Sin perder más tiempo, tomó a Asradi por el antebrazo y giró sobre sí mismo con la agilidad de un maestro de judo, bajando su centro de gravedad al flexionar las piernas. Con un movimiento rápido, soltó el antebrazo de la sirena de cabellos negros y la levantó por la cola, haciéndola caer suavemente sobre su espalda. —Con permiso— murmuró el peliblanco, casi como si no estuviera en medio de un ataque.
Dirigiéndose rápidamente a Gavyn, Ubben le dio instrucciones claras. —Gavyn, abre camino al callejón. Hay que salir de aquí, y el cielo no es opción, es demasiado abierto frente a demasiadas balas— indicó al rubio ángel mientras comenzaba a correr en dirección a un callejón diagonal al bar en el que se encontraban. La tarde anterior, Ubben se había tomado la molestia de marcar ciertas rutas de escape hacia el puerto, asegurándose de que pudieran llegar sin problemas a su embarcación. Tenía un plan, y lo seguiría al pie de la letra.
Se lanzó hacia el callejón como si no hubiera un mañana, moviéndose con la velocidad y precisión de alguien que ya había estudiado el terreno. En la base de una de las casas, un ladrillo tenía tallada una pequeña ola, un marcador que había hecho con su cuchillo para identificar la ruta de escape durante la tarde anterior, recién llegado a la Isla. Miró hacia atrás por un segundo, esperando a que Gavyn tomara la delantera. Una vez que el rubio estuvo en posición, Ubben comenzó a darle indicaciones sobre en qué dirección doblar en cada callejón. Iban en una carrera contrarreloj, pero el peliblanco estaba decidido a salir de allí con vida, sin importar lo que eso significara para los demás, de todas formas Hammond y Airgid ya estaban a salvo.