Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
Zane
-
Día 3 de invierno.
Año 724.
Mar del este.
Restaurante Baratie.

Las corrientes marítimas estaban meciendo un pequeño barco mercante hasta los atracaderos del restaurante Baratie, el lugar en el que había acordado reencontrarse con el variopinto grupo de descarados con los que había congeniado meses atrás. Dudaba mucho de si irían o no, pero fuera como fuese lo único que tenía claro Zane era que iba a cambiar de mar. El mar del este lo tenía demasiado visto y quería cambiar de aires.

—Muchas gracias por hacernos tan ameno el viaje, ZB —le dijo el timonel de aquel navío—. Eres un crack.

—No te ralles, perico—le dijo Zane, sonriendo con chulería—. Ya sé que soy el mejor en lo mío.

Y se bajó del barco, seguido de su perrita princesa a la que no tardó en colocar sobre su capucha como hacia siempre. Caminó por la parte exterior, obsevando como el paso de los meses no había hecho mella en el restaurante. Todo seguía exactamente igual. ¿Seguiría así cuando volviera en unos años? Era en lo que pensaba Zane, mientras metía la mano rn el bolsillo y sacaba un cigarro. Se palpó la chaqueta y no encontraba su mechero, asi que supuso que se lo había dejado en el barco o alguno de sus tripulantes se lo había pinchado.

«Me cago en su puta madre. Seguro que ha sido el pavo de la bandurria», se dijo, mientras seguía caminando y encontrándose con los chavales.

—Tú eres la rajada —comentó en voz alta el pelirrojo, guiñándole un ojo a Iris y saludando al resto haciendo un ademán con la mano—. Anda, dame fuego que me han pinchao  mío.

En ese momento, Princesa salió de la capucha y ladró, saltando hasta el suelo y saludando a todos los presentes, sobre todo a Raiga.

—Ten cuidao, princesita, te vayas a caer —le advirtió, pero la perra no le hacía caso.
#41
Qazan
Qazan
Lilliana Zeppeli por fin, había terminado su investigación para encontrar un medio de transporte que uniese el East Blue con el North Blue, y para celebrarlo había puesto este nuevo medio de transporte abierto al público de manera totalmente gratuita para fomentar así el comercio y las relaciones con los habitantes de las islas de aquel nuevo mar, al que por fin podíamos descubrir.

Con aquella premisa, nos embaucamos en un viaje donde, con el nuevo galeón que llevaba semanas construyendo surcaríamos este nuevo mar todos los Shirokami juntos. Bueno, tal vez todos todos no, ya que uno de nuestros integrantes se destapó como un perro del gobierno, algo muy curioso cuando en realidad era un mono. Aquel choque de realidad hizo que durante varios días entre nosotros tuviésemos dudas desde algún otro nakama formaba parte también del gobierno. Por suerte, Lance y Juuken, ejerciendo de capitán y subcapitan, consiguieron recuperar la confianza de los que conformábamos el resto de la banda, esto incluía tanto a Teruyoshi, Gretta, Hestia y a mi. Por ciertos motivos personales, Hestia había caído en un estado de pasividad, muy particular, y decidió por el momento simplemente relegarse a realizar tareas básicas y sencillas en nuestro nuevo barco.

Ahora parecía que todo había vuelto a la normalidad, volvíamos a realizar bromas entre nosotros, volvíamos a ser una familia. Comenzábamos a prepararnos para la llegada al puesto naval donde Lilliana Zeppeli había construido la plataforma para utilizar su transporte. Todos estábamos nerviosos, sobre todo aquellos que habían consumido una fruta del diablo pues aquel de transporte consistía, al menos según habíamos escuchado por rumores, en unos pulpos gigantescos, capaces de hinchar sus cabezas con ingentes cantidades de un gas muy liviano, gracias a ello podían alzarse en el aire y transportar grandes y pesadas cargas.

Aquello casi parecía un cuento de hadas, la típica historia que te cuenta un borracho de taberna para ver si consigue que le invites a una cerveza, sin embargo, cuanto más nos acercábamos al lugar más nerviosos, parecían mis compañeros. La verdad es que les entendía, habían caído en la tentación de vender su alma al diablo, a cambio de poder lo que ninguno parecía saber al momento de comerse esas frutas malditas era que la madre naturaleza le rechazaría, y por ello serían incapaces de nadar si caen el agua. Vamos, que si caían por la borda prácticamente firmaba su sentencia de muerte.

Para prevenir esta situación, puse varias sogas bien atadas por todo el barco que podían atarse a la cintura, por si hubiese turbulencias en el aire, que al menos nos saliesen despedidos. Para ser sinceros a Gretta no le hice ningún sistema de seguridad, di, por hecho que por su propio peso era imposible que una nimiedad de turbulencia la pudiese mandar a volar del barco.

Por fin, en el horizonte se veía, las cabezas de aquellos pulpos gigantescos hinchadas, hasta que por tamaño superaban varias veces el tamaño de nuestro galeón. No me termina de fiar de este nuevo momento, sin embargo, y por el momento era la única manera de viajar al North Blue. Juuken se desenvolvía perfectamente con el nuevo barco, tenía miedo de que el muy desgraciado le hiciese algún rasguño en nuestro primer viaje importante, así que me pasé gran parte del tiempo que estuvimos navegando detrás suya, con el martillo en la mano y varios clavos en la boca, por si tenía que ponerme a reparar nuestro querido Re’Shulon.

Habíamos llegado a la plataforma, el pequeño Juuken sabía perfectamente a qué plataforma tenía que dirigir el barco, así que, como el experto navegante que era realizó las maniobras de manera impecable para que el gigantesco animal agarrarse el barco con sus tentáculos y, haciendo presión con sus ventosas, se adhirió a toda la superficie del casco, preparándose así para partir rumbo a este nuevo mar repleto de aventuras que nos estaba esperando.

Nada más colocarse en posición el pulpo volador, me subí al palo mayor. Quién sabe cuántas oportunidades como esta tendría para poder contemplar el mundo desde esta altura y tener la increíble sensación de libertad que pueden tener los pájaros al surcar los vientos de este mundo. De pronto me di cuenta de que sin quererlo ya estaba nuevamente tocándome las muñecas, recordando aquellos malos tiempos en los que era un esclavo en venta... Supongo que enfrentarme a lo desconocido hace que afloren nuevamente mis mas profundos temores. Por contraparte, la verdad es que estaba muy emocionado por emprender esta nueva aventura junto a mi familia.

Datos
#42
Teruyoshi
Teru
El mink canturreaba contento mientras preparaba el desayuno para el resto de la banda, como era ya costumbre desde que se había unido a estos. Teruyoshi disfrutaba del rato que pasaba entre los fogones, siempre ideando alguna receta nueva con la que sorprender a sus nakamas y saciar sus hambrientos estómagos, aunque la alegría de este día era especial para el gato y no tenía solo que ver con estar inmerso en su pasatiempo favorito. Sino que al fin volvían a viajar juntos hacia un nuevo destino tras el duro golpe que habían sufrido.

Apenas había pasado una estación desde la traición de Goku, por lo que los ecos del daño que había ocasionado en cada persona o animal que componía la banda aún podían notarse en sus rostros cuando creían que nadie estaba mirando. Su traición había sido un duro golpe para todos, incluyendo al gato a pesar de sus estúpidas peleas por cualquier cosa con él, por lo que la banda, tras sufrir tal revés, terminó decidiendo que lo mejor era tomarse un descanso para poner las cosas en orden… Descanso que al fin terminaba.

- Esto había que celebrrrarrrlo - pensó dejándose llevar por la emoción mientras terminaba de colocar todo lo que había estado preparando en la gran mesa que Qazan había construido para que comieran juntos.

La banda había decidido dejar atrás su parón tras enterarse sobre los rumores que circulaban por ahí de un nuevo método de transporte para salir del East Blue. Estos pensaban que cambiar de mar volvía a abrirles nuevas oportunidades para ser felices y olvidar todo lo sufrido. Sitio nuevo, vida nueva. Por lo que el mink quería que todos empezaran el día con las fuerzas necesarias para afrontar el viaje que les esperaba.

- Esto luce como un banquete, Teruyoshi. ¿Nos estás malacostumbrando? - sonó a las espaldas del gato sacándolo de su ensimismamiento.

- Si vamos a cruzarrr los mares hacia el Norrrth Blue, más vale estarrr bien alimentados - contestó el mink a su recién llegado capitán mientras se servía una de las tazas de café que había preparado.

Teruyoshi se deleitó con su café recién hecho mientras observaba al resto de sus nakamas llegar uno a uno. Todos eran raros a su manera… pero eso solo hacía que el mink los apreciara aún más. El gato negro dudaba haber encajado tan bien entre ellos si fueran de otra manera, por lo que solo podía sentir una enorme felicidad por haber encontrado una panda de inadaptados como aquellos.

El desayuno transcurrió tranquilamente, con charlas amenas aquí y allá mientras el pequeñajo del vice capitán subió a cubierta para preparar el barco para la llegada de la banda al puerto. Era una escena que producía una sensación de calidez en lo más profundo de Teruyoshi, quien terminó soltando un profundo ronroneo sin apenas percatarse de ello… Aunque dicha calidez quedó en nada con la que le transmitió el agradecimiento de su nakama Gretta. Tras la muerte de Goku la pareja de minks habían terminado estrechando su relación a los límites a los que el mono siempre temió que sucedería, por lo que tras acercarse a él le dio un morreo que casi lo queda sin respiración.

- Hoy necesitaba enerrrgías para prrrepararrr todo esto… pero te lo compenso con rrración doble cuando lleguemos - respondió Teruyoshi a su nakama antes de que esta marchara hacia la cubierta.

Al gato no le hubiese importado subir con Gretta para observar la llegada a puerto, pero tenía que limpiar todo ahora que el resto había terminado. El mink pidió ayuda a Hestia para recoger, quien había terminado quedándose con la banda tras el incidente con Goku, y entre los dos acabaron en pocos minutos.

- Eres la mejorrr, pequeñaja - agradeció zalameramente el mink a su otra nakama antes de que Lance los llamara a reunirse.

El mink escuchó atentamente a su capitán sin poder contener la emoción. Su cola se meneaba de lado a lado por culpa de la excitación, mientras sus iris normalmente alargados se extendían hasta adoptar el aspecto de dos perlas negras. Al fin el nuevo viaje comenzaba y los nuevos estímulos comenzaban a sacar el lado más felino de Teruyoshi. Estaba deseando empezar cuanto antes y poder observar aquellas bestias tan raras que los iba a transportar a todos hasta un nuevo mar. El mink no comprendía cómo era posible que un bicho de mar pudiese volar con tanto peso encima… aunque si había algo que de verdad le produjera curiosidad sobre aquella criatura tan peculiar era preguntarse qué nuevo plato podría crear si lo usaba como ingrediente principal.

- No te prrreocupes capi, no dejaremos que nadie vuelva a hacerrrnos daño - contestó Teruyoshi efusivamente antes de que Gretta llegara sobresaltada.

La daimink parecía que no se había enterado que aquellas bestias iban a ser nuestro medio de transporte, por lo que Lance se apresuró a explicarle todo en un intento vano para tranquilizarla. El peliblanco era muy bueno con las palabras, pero cuando se trataba de la jabalí era mejor dejárselo a Teruyoshi, quien no dudó en subirse de un salto al hombro de Gretta para hablarle de tú a tú.

- Tonta, piensa que si el bicho ese se atrrreve a hacerrrnos algo… - comenzó con tono pícaro mientras le daba un toque cariñoso con un dedo en la cabeza -  terrrminará en una cazuela para la cena de esta noche, así que casi nos haría un favorrr - acabó con una sonrisa de oreja a oreja antes de terminar acomodándose en su sitio favorito.

Teruyoshi había adoptado la costumbre de ir tumbado sobre los hombres de su nakama, colocándose de tal manera que con su cuerpo bordeaba el cuello de esta como si fuera una semi bufanda viviente de gato negro.

- Solo piensa en todos los nuevos ingrrredientes que encontrrraremos en las nuevas islas - terminó, una vez ya acomodado, mientras se lamía una pata antes de pasársela por una de las orejas.

Michicosas
#43
Rocket Raccoon
Rocket
Afortunadamente para mí, que detesto las aglomeraciones y el caos de un lugar abarrotado, alguien en la tripulación había tenido la brillante idea de ofrecerse voluntario. Uno de los novatos, John, con más entusiasmo que sentido común, se había adelantado para hacer la interminable fila que zigzagueaba hasta el mostrador donde vendían los codiciados boletos. Era un alivio no tener que soportar esa mezcla de olores: el sudor de la multitud, los perfumes demasiado intensos, y ese toque metálico del ambiente que siempre acompaña a los grandes puertos. Además, no tendría que lidiar con los empujones ni con la paciencia agotada de los demás pasajeros que suspiraban y se quejaban en voz baja.

Mientras él se encargaba de la tarea tediosa, yo podía disfrutar de una distancia prudente, observando aquellas enormes ''naves'' que en esta ocasión nos harían de transporte. Eran imponentes, majestuosas incluso, pero había algo en su mera presencia que me tranquilizaba de una forma casi mística. 

Pero mucho blablabla, y nada de contexto. Asi que ahi les va. 

Hace apenas unos días, comenzaron a surgir rumores para quien estuviera lo suficientemente atento o, simplemente, tuviera el hábito de husmear en conversaciones ajenas. Se decía que pronto sería posible viajar al North Blue, ese misterioso mar que parecía tan lejano como inalcanzable. Al principio, los rumores eran apenas susurros, compartidos entre unos pocos, pero en cuestión de horas comenzaron a propagarse como un virus. Y para cuando llegó el día señalado, todo el mundo ya estaba al tanto de la gran noticia.

Resulta que una peculiar inventora había desarrollado un método revolucionario para cruzar los mares: unas ''naves voladoras'' capaces de surcar los cielos. Al escuchar esto, mi mente no pudo evitar pensar en Hato y sus antiguas ideas locas. 'Esto es justo lo que ella quería hacer'. reflexioné mientras seguía recogiendo información de aquí y de allá.

Pero nada me había preparado para lo que presencié con mis propios ojos. Las naves voladoras no eran en absoluto lo que imaginé. Olvídate de barcos gigantes propulsados por hélices o ingenios mecánicos complejos; ni siquiera se acercaban a lo que cualquiera podría considerar normal. Mi sorpresa se tornó incredulidad cuando me encontré cara a cara con la ''tecnología'' que haría posible este viaje: globos aerostáticos, aunque no del tipo que esperas.

No eran de goma, plástico ni ningún material común. En su lugar, gigantescos pulpos flotantes se alzaban majestuosamente sobre el muelle, con sus enormes tentáculos moviéndose de forma casi hipnótica. "¿En esa mierda?", fue lo primero que pensé. Las preguntas comenzaron a atropellarse en mi cabeza: ¿Cómo demonios funcionaba esto? ¿Eran seguras estas criaturas? ¿Podrían con todo el peso de las embarcaciones? ¿Qué pasará con nuestro submarino?

No tenía respuestas, pero no tardé mucho en empezar a entender el panorama. Desde el muelle, vi cómo los más valientes se ofrecían como los primeros pasajeros, subiendo a estas colosales criaturas. La sorpresa fue aún mayor cuando observé que los pulpos no solo transportaban a las personas, sino también las embarcaciones completas. Los enormes tentáculos envolvían los barcos con facilidad, levantándolos como si fueran juguetes.

El espectáculo era surrealista. Entre el asombro y la duda, algo en mi interior me dijo que esto sería una experiencia que jamás olvidaría... si es que sobrevivía a ella. Ya que bueno, para allá me iba, junto con mis camaradas de viaje.

Datos Personaje


Virtudes/Defectos


Inventario y Movilidad
#44
Lawliet D. Giorno
Iceberg de la Marina
~ Día 3 de Invierno del año 724.

Giorno se sentía todavía como un extraño en la base de la Marina en la Isla Kilombo. Aunque había pasado ya un tiempo desde su ingreso, una fiebre intensa lo había mantenido alejado de sus funciones, limitando su desempeño. Resultaba irónico que un hombre capaz de congelar su propio cuerpo hubiera sido derrotado por una fiebre de 40 grados. Afortunadamente, logró superarla, y nada llenaba más de entusiasmo a Lawliet D. Giorno que la idea de comenzar una nueva aventura al servicio de la Marina.

Había decidido unirse a Lotus Marine, una pequeña familia dentro de la institución, a la que prometió su lealtad. Aunque apenas había tenido oportunidad de interactuar con el líder del grupo, Gautama D. Lovecraft, confiaba en que, trabajando juntos, podrían lograr grandes cosas dentro de la Marina. Ese sería su primer despliegue con ellos.

Junto al resto del escuadrón de Kilombo, Giorno abordó el navío. Criado en el orfanato de Loguetown y luego en la academia, nunca había tenido la oportunidad de contemplar criaturas más allá de algún ocasional Rey Marino. Por eso, los enormes pulpos domesticados que servían como fuerza de transporte lo dejaron impresionado. A pesar de su carácter serio, su mirada delataba una chispa de asombro casi infantil.

Cruzó la pasarela y subió a bordo. Ese era su primer viaje fuera del East Blue, una travesía hacia el North Blue y más allá. Todo con el objetivo de convertirse en un marino ejemplar. Si era lo que la Marina necesitaba, Giorno estaba dispuesto a hacerlo. Sus manos, frías como el hielo que dominaba, temblaban ligeramente, no de miedo, sino de emoción. Ahora representaba aquello que más admiraba: la Marina.

Ya en el barco, buscó un rincón tranquilo donde entretenerse mientras el navío zarpaba. A pesar de su semblante decidido, no podía evitar sentir que ese era un momento trascendental.

Este es un pequeño paso para la Marina G-23, pero un gran salto para Lawliet D. Giorno. Veamos qué nos depara el destino.
#45
Silver D. Syxel
-
Red Line
Día 3, Invierno del año 724

El aire vibraba con una mezcla de anticipación y tensión a medida que la flota de barcos se reunía en los cielos, colgada de las enormes criaturas que servían como su transporte. Desde la cubierta de cualquiera de las embarcaciones, la vista era impresionante: decenas de colosales pulpos flotaban majestuosamente, con sus tentáculos extendidos como si peinaran las corrientes del viento. Cada uno llevaba un número pintado en su costado, un detalle que resultaba insignificante comparado con su tamaño descomunal y su extraño, pero innegable, encanto.

A lo lejos, algunos barcos llamaban la atención por su diseño o renombre. Una pequeña embarcación mercante mostraba orgullosa una bandera de un gremio famoso, mientras que otra, más grande y adornada, parecía ser propiedad de algún noble excéntrico. Entre ellos, barcos de todas las formas y tamaños se alzaban en el aire como si el cielo les hubiera abierto un camino. La sensación de unidad era palpable, pero también lo era la competencia silenciosa; no todos estaban ahí con propósitos tan altruistas como explorar un nuevo mar.

A medida que los pulpos ascendían hacia la imponente barrera de la Red Line, el paisaje comenzaba a transformarse. Al principio, todo era calma. Las aguas del East Blue relucían como un espejo distante bajo la luz del sol, y las nubes que decoraban el horizonte parecían sacadas de un sueño apacible. Pero esa tranquilidad era efímera.



El cielo, despejado y brillante al inicio del trayecto, comienza a transformarse. A medida que los colosales pulpos ascienden y cruzan la vastedad de la Red Line, el aire se siente más denso, cargado de una energía que electrifica la piel. Las risas y conversaciones de los pasajeros poco a poco se apagan mientras las primeras nubes oscuras aparecen en el horizonte, creciendo rápidamente y formando una barrera imponente entre los mares del este y el norte.

Los tentáculos de las criaturas se agitan con una fluidez que parece desmentir la gravedad de la situación. Los trabajadores de la empresa mantienen la calma, emitiendo órdenes concisas para asegurar la estabilidad de los barcos y tranquilizar a los pasajeros. Sin embargo, incluso los más experimentados parecen tensos al notar la velocidad con la que la tormenta se forma.

Un rugido ensordecedor sacude el aire, seguido de un estallido de relámpagos que ilumina la escena con destellos cegadores. La tormenta ha comenzado. El viento silba con fuerza, azotando las plataformas y los barcos que cuelgan de los pulpos, mientras la lluvia comienza a caer en gruesas gotas heladas que golpean los cascos y cubiertas. El oleaje invisible del aire es tan violento como las olas del mar, y los enormes pulpos luchan por mantener su curso.

Desde las embarcaciones, la vista es tanto aterradora como majestuosa. Los rayos iluminan las nubes negras que parecen querer devorar el cielo, y cada golpe de trueno resuena como un eco interminable. Algunos pasajeros se aferran con fuerza a cualquier cosa a su alcance, mientras otros intentan ayudar a asegurar las cuerdas y suministros. A pesar del caos, las criaturas parecen inquebrantables, moviéndose con una fuerza y determinación que desafían las leyes de la naturaleza.

De repente, un nuevo rugido sacude el aire. Esta vez no es el trueno, sino el sonido de algo rompiéndose. Uno de los pulpos más pequeños, transportando una embarcación mediana, pierde el control momentáneamente, siendo empujado por una corriente de viento particularmente feroz. Gritos de alarma se escuchan, pero los trabajadores reaccionan rápidamente, ajustando las tensiones de las cuerdas y manteniendo la estabilidad. Aunque es un recordatorio escalofriante de lo precario del viaje, el equipo consigue controlar la situación.

La tormenta, lejos de disiparse, parecía intensificarse con cada minuto que pasaba. Los vientos aullaban, la lluvia caía como un torrente helado, y el rugir de los truenos resonaba con una fuerza casi sobrenatural. Los barcos se tambaleaban peligrosamente, y cada tripulación se enfrentaba a su propio desafío, tratando de sobrevivir en medio de aquel caos mientras los pulpos seguían adelante, guiados solo por su instinto.

El destino de cada embarcación, sin embargo, había quedado en manos del azar. Entre la oscuridad de la tormenta, cada barco parecía seguir un camino distinto, uno que aún desconocían.



Instrucciones

Contenido Oculto
#46
Arthur Soriz
Gramps
El viento acariciaba mi rostro con una fuerza creciente mientras el barco comenzaba a elevarse por los aires. Miré hacia el cielo, donde aquellos colosales pulpos extendían sus tentáculos en un despliegue de gracia y poderío. Verlos en movimiento era como presenciar a las leyendas cobrar vida... un espectáculo que ni mis años en la Marina ni mi infancia en Rostock me habían preparado para contemplar. No pude evitar soltar una risa baja y ronca. Había algo profundamente emocionante en esa mezcla de lo improbable y lo grandioso.

El movimiento del barco al despegar era suave aunque los crujidos de la madera bajo mis botas me recordaban que seguía en un barco y no en una máquina del futuro. El suelo sólido ya era cosa del pasado y la idea de estar suspendido en el aire sujeto solo por una criatura que parecía salida de un cuento de marinos borrachos me llenaba de un entusiasmo casi juvenil. Pero no dejaba que ese brillo en mis ojos me traicionara... en cambio mantuve la compostura caminando entre los demás como si estuviera acostumbrado a estas hazañas.

Pasé junto a Henry. No necesitaba que dijera nada para saber lo que pensaba. A veces el silencio de los hombres decía más que las palabras. Le di un par de palmadas en la espalda para comunicarle que estaba igual de emocionado que él, aunque mi gesto tuvo algo más de peso de lo que planeaba por lo que quizás lo moví un poco de más.

Zirko estaba apartada como solía hacerlo. Esa figura enorme incluso en un ambiente tan surrealista era imposible de ignorar. Mientras mis ojos la seguían, no pude evitar pensar en lo que habría pasado si hubiese sido ella quien cargara el barco. Sirius más cerca de las cuerdas y los amarres, tenía su atención fija en los detalles técnicos. Su seriedad contrastaba con el espectáculo majestuoso a nuestro alrededor pero en cierto modo era reconfortante saber que alguien observaba todo con ese nivel de escrutinio. Tal vez por el hecho de ser un navegante.

El barco finalmente alcanzó una altitud que me pareció suficiente como para apreciar la inmensidad del océano bajo nuestros pies. Cada vez más lejos el East Blue parecía un espejo perfecto con sus aguas tranquilas reflejando las nubes que poco a poco comenzaban a aglutinarse en el horizonte. No pasó mucho tiempo antes de que el primer indicio de tormenta se hiciera presente.

Al principio fue sutil. Un cambio en el viento más frío. Luego las nubes comenzaron a amontonarse como una manada de bestias furiosas, y la luz del sol se convirtió en un recuerdo distante. A mi alrededor los demás tripulantes se movían con rapidez asegurando cuerdas ajustando las velas, y manteniendo las conexiones con el pulpo que sostenía nuestra embarcación.

Un rugido ensordecedor rompió la calma y un destello de luz iluminó el cielo como si alguien hubiese partido el mundo en dos. La lluvia llegó con una violencia que me recordó las historias de viejos marineros... gruesas gotas heladas que golpeaban como si intentaran arrancarte la piel. El barco comenzó a tambalearse bajo el embate de los vientos y por un momento incluso yo tuve que sujetarme de la barandilla para no perder el equilibrio.

Pero el miedo no tenía lugar en mi corazón. Allí donde otros veían peligro yo veía desafío. La risa brotó de mis labios alta y clara como un faro en medio de la tormenta. No era burla ni locura sino pura emoción. Esto, pensé, era lo que significaba estar vivo.

¡Sujétense bien! — grité a mis compañeros, mi voz resonando por encima del aullido del viento. Mis manos se movieron con instinto, ayudando a asegurar las cuerdas que mantenían la estabilidad del barco según indicaran los tripulantes de dicha embarcación que ya parecían bastante diestros en lo que significa surcar los cuatro mares. Trabajaban con precisión, pero probablemente cualquiera se pondría un poco nervioso en una situación así. Allí fue cuando mi propia habilidad... esa suerte que parecía fluir por mis venas, comenzó a tomar el control.

No necesitaba tocar a nadie. Bastaba con confiar en lo que había descubierto desde que comí aquella fruta. Mi buena fortuna ahora amplificada parecía envolver el barco como un manto invisible. Cada movimiento que hacía, cada cuerda que ajustaba, encontraba su lugar con una facilidad casi milagrosa, como si todo estuviera a mi favor momentáneamente... aunque a saber cuánto duraría dicha suerte natural. El viento seguía rugiendo pero el barco aunque tambaleante permanecía firme.

Mi sonrisa no desapareció ni por un momento. Sentía el agua fría empapar mi ropa, sentía el temblor de la madera bajo mis pies y sin embargo nada de eso me intimidaba. Mi mirada recorrió a mis compañeros, a los tripulantes, incluso al pulpo que luchaba por mantenernos a flote. Todo era un caos perfecto... una danza entre el hombre, la naturaleza, y la voluntad de seguir adelante.

No era mi barco, pero eso no significaba que iba a quedarme de brazos cruzados. — ¡Ayudemos en todo lo que podamos, chicos! —vociferé hacia mis compañeros Marines. Por un momento un rayo iluminó todo y vi cómo todo era un auténtico caos. Yo levanté la vista hacia el cielo. La tormenta era feroz pero no inquebrantable. Sentí un desafío en su furia y mi respuesta fue una carcajada que resonó como un trueno más.

resumen

tirada
#47
Henry
Tigre Rojo de la Marina
La vista desde la embarcación era algo increíble, cosa que solo verías en la imaginación de un niño. Una briza de aire movía los pelos de Henry por todos lados, mientras que este observaba aquellas blancas nubes. Era un bonito momento para pensar y meditar en todo lo que había pasado hasta el momento, la guerra contra las bandas rebeldes de Rostock, la defensa del gran faro y la obtención de un poder capaz de darle forma al mundo.
 
Eran, aunque pocas, experiencias que cambian a cualquier hombre, experiencias que forjaban carácter. Desde los eventos ocurridos en el archipiélago Conomi el joven Henry estaba decidido a volverse un oficial de la marina para así no tener que depender de la incompetencia de algunos superiores. Fue entonces que las sangrientas imágenes de aquél pelotón masacrado aparecían en la mente de Henry, pedazos pertenecientes a sus compañeros se veían por todos lados, bañando las aguas de un color rojo oscuro.
 
Henry era un joven de gran energía y espíritu aventurero pero ya iban siendo muchas misiones en las que este se estuvo forjando como estratega, aguantando todo tipo de situaciones. Pero no era hora para hundirse en el pasado, había una nueva aventura por delante y esta vez sería junto a la brigada entera. El joven Henry estaba cruzado de brazos mientras miraba perdido en las nubes cuando el viejo Arthur se le acercó. Este le recibió con unas buenas palmadas en el hombro que casi sacan a Henry de balance, el cual entendía el significado de aquél gesto, respondiendo con una sonrisa.
 
Era bueno tener a un líder como Arthur, un tipo con una voluntad aparentemente inquebrantable con el que siempre puedes contar. Los demás miembros de la brigada parecían estar bien, Sirius y su hermosa aura angelical atendían los amarres de la embarcación, prestando atención a cualquier posible error o problema. Henry no sabía mucho sobre Sirius, habiéndolo visto solo un par de veces,  cosa que le causaba gran curiosidad.
 
Zirko, nuestra compañera giganta, parecía estarse tomando el viaje de buena forma, cosa que sería incomoda para cualquier gigante. Pero no todo eran color de rosa, unas nubes negras se podían ver acercándose a gran velocidad. La tensión en la embarcación era obvia, podían verse miembros de la compañia con unas caras algo preocupadas, lo que decía lo serio de la situación.
 
Luego de ser absorbidos por aquellas nubes todo lo que había por hacer era aguantar y ayudar a sostener la embarcación. El líder de la brigada, Arthur, alenataba a asegurarse, pues si había que confiar en alguien sobre climas era en él, o eso pensaba Henry. Los vientos se hacían mucho más fuertes, la madera de la embarcación crujía y aquél pulpo gigante se movía de un lado al otro.
 
Fue cuando se pudo escuchar a Arthur de nuevo, este corría en ayuda de la embarcación, sosteniendo las cuerdas y haciendo nudos de una forma increíble. Viendo al viejo Arthur afrontar aquella tormenta como si nada le daba coraje a Henry, el cual, en modo de competición, empezó a hacer nudo tras nudo, intentando amarrar más que Arthur.
#48
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn se quedó un momento en silencio, con la mano metálica apoyada en el lomo de Pepe, quien no paraba de mover la cola con entusiasmo. Sus ojos, parcialmente cubiertos por su desordenada melena, se alzaron hacia el horizonte donde aquel extraño sonido había captado su atención. Con un movimiento pausado, pero seguro, estiró su brazo derecho, el de metal, para recoger a Herold antes de que el niño se lanzara en su próxima "aventura". El peso del pequeño no era nada para la obra maestra que Airgid había instalado días atrás. A pesar de la rudeza de su exterior, el vikingo acarició la cabeza del niño con delicadeza, como si temiera que el frío viento se lo llevara. —A ver si llegan antes de que tenga que ir yo a buscarles —Comentó, más como un pensamiento en voz alta que como algo dirigido a Herold o Pepe. Un breve destello de nostalgia cruzó por su rostro. Sus compañeros… Habían pasado tantas cosas desde la última vez que estuvieron juntos. Y aunque ahora él era otra persona, más endurecida por las pérdidas y el tiempo, la idea de volverlos a ver le daba un extraño calor en el pecho, uno que ni siquiera ese viento gélido podía apagar. Con Herold en un brazo y Pepe dando saltos a su lado, Ragn se volvió hacia la borda del barco, sus ojos clavados en la multitud del muelle, buscando entre los rostros cualquier señal de sus viejos amigos. Airgid apareció, con sus hijas. Dejó a las pequeñas caer al suelo para que jugaran con Pepe. Se acercó a su mujer, dándole un beso.

¿No los sientes? — Esbozó una sonrisa. Tarde pero siempre a tiempo, su haki le avisó de las ubicaciones de sus compañeros. Casi como respuesta, Asradi apareció a los pocos segundos. Estaba tan guapa como siempre, el tiempo en ella no pasaba. Se acercó, saludando a ambos con entusiasmo y de la misma manera fue respondida. — Cuento tiempo, Asrra. — Ragn no podía parar de sonreír, estaba mostrando más los dientes por alegría en 10 segundos que en los últimos cuatro meses. — Metal me han dado de comer. — Contestó, enseñándole el brazo nuevo.

Ubben apareció justo después de Asradi, caminando con esa mezcla de tranquilidad y confianza que lo caracterizaba. Su expresión siempre burlona le daban un aire familiar que a Ragn le resultó reconfortante. En cuanto llegó a su lado, sin previo aviso, Ubben soltó un puñetazo juguetón al abdomen de Ragnheidr. Ubben se sacudió la mano enseguida, como si el golpe le hubiera dolido más de lo que esperaba. Ragn sintió el impacto juguetón en su abdomen y apenas reaccionó, dejando escapar una breve risa grave mientras giraba ligeramente la cabeza para mirar a Ubben. —¿Eso ha sido un golpe o un saludo? —Comentó con tono burlón, esperando respuestas sobre su nulo acento. Siempre le quedaría el remanente de un habla diferente, pero quedaba poco de las palabras alargadas por culpa de la pronunciación. Notó que Ubben se fijaba en su nuevo brazo, asi que Ragn terminó alzándolo con deliberada lentitud para mostrar cómo los engranajes internos giraban suavemente, reflejando la luz en sus superficies pulidas. —Lo instaló Airgid hace unos días —Comentó, con un matiz de orgullo en la voz. Apretó y soltó el puño, haciendo que el metal chirriara ligeramente mientras observaba cómo los dedos se cerraban y abrían con precisión. —Es una pieza increíble. No está mal, podré seguir cuidando tu espalda, héroe. — Diría con ironía. Era el apodo que el propio Ragn le había dado y aunque no le gustara mucho al navegante, es justo lo que era para el Buccaneer. Sin apartar la mirada de Ubben, dejó caer el brazo metálico contra su costado, el peso resonaba levemente en el suelo de madera bajo sus pies. Ragn cruzó el brazo humano frente a su pecho y se inclinó ligeramente hacia adelante, aun con aquella sonrisa desafiante, evaluando la reacción de su viejo compañero. Por un momento, dejó escapar un leve gruñido de satisfacción al sentir nuevamente la camaradería que había extrañado tanto en los últimos meses.

Al mismo tiempo que los pulpos ascendían con el barco, la nave se movió de mala forma. Momento en el que Ragn contestó a Asradi a lo que había dicho con anterioridad. — Creo que Umi ya ha llegado. — El gigantesco cuerpo de Umi se agarró al casco de la nave. Había otro ser vivo con él, pero no supo identificarlo al momento. Los niños se cayeron al suelo, pues el movimiento les tomó desprevenidos.

¡Jiejiejiejie! — Ahora sí, estalló en risas. A lo que sus hijos comenzaron a imitarlo. Un buen viaje les esperaba. A los quince minutos ya estaban sobrevolando a muchos pies de tierra firme y las gotas, insualmente frías, comenzaron a bañar las cabezas de los presentes. Los niños se habían refugiado en el interior del barco, salvo la pequeña Lilyd, la cual permanecía en el interior de los ropajes de Ragn, con la cabeza semitapada, pero aún así las gotas bañaban su rostro. No lloraba, no se quejaba, parecía estar disfrutando el momento. A ver en un par de días quién le aguanta un resfriado. Los pies del vikingo se encontraba cerca del punto más alto del barco, desde tan alto el aire era puro y podía ver bien cómo la herencia de Tofun atravesaba nubes negras como el carbón sin el más mínimo problema. ¿Dónde irían a parar? Qué importaba eso.

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#49
Umibozu
El Naufragio
-¿Esa no es La Alborada?

-Sí-lurk.

-¡Qué se van! ¡Están todos encima del barco!

Solté la calada apuradamente, creando una pequeña nube de humo a mis pies. Sin perder tiempo me levanté y di un salto para agarrarme a la borda del barco que ya ascendía en el aire sostenido por uno de aquellos pulpos. Segundos más tarde ya estaba a bordo del navío con todos los demás.

Allí estaba Rag, con su aire imponente, como siempre. Ahora…

-¡Por las ancas de mi tia! ¡Pero qué pasada! ¿Se lo has puesto tú?

Llevaba un brazo mecánico. Timsy tenía un par de estrellas como ojos, emocionado como estaba por el implante. Desde hacía algún tiempo había empezado a mostrar interés por los inventos de Airgid, a la que no veíamos desde hacía tiempo y que también estaba allí. La joven guerrera había partido tiempo atrás en busca del padre de sus retoños, que para mi sorpresa ¡eran tres!, que tras nuestro naufragio había desparecido. Desde entonces no la habíamos visto. Parecía mentira como un viaje que había nacido de la alegría había terminado en tragedia temporal. Por suerte todos nos acabábamos de reencontrar. Allí también estaban Asradi y Ubben, con quienes había estado todo este tiempo. Y Sasurai, a quien había conocido tiempo atrás en DemonTooth, poco antes de naufragar. Pensándolo ahora en retrospectiva el viaje había ido magníficamente hasta que él subió al barco. En nuestro primer viaje naufragamos… Quizás tendría que habérmelo comido en aquel instante por traer mala suerte. Para su fortuna, no era supersticioso.

-¡Wala! ¡Qué alto estamos! – dijo Timsy asomándose por la borda cuando podíamos acariciar ya las nubes – Aquí arriba empieza a hacer frio. Será mejor que vaya a por algo.

Mientras tanto yo fui a hablar con Rag y Airgid. Quería saber cómo estaban y qué había sido de ellos todo este tiempo. A pesar de ser un ser tirando a sobrio y sereno, podía notarse calidez y alegría en mis palabras por el reencuentro. Ellos habían sido mi familia durante un tiempo. Una familia particular y con un origen un tanto peculiar, cierto, con unas relaciones algo atípicas, correcto, pero así los consideraba.

-¿Cómo se llaman-lurk? – pregunté a los padres de los críos. Traté de mostrarme afable e inofensivo, aunque bien sabía que mi aspecto distaba mucho de ser ambas cosas.

-Aquí está.

Pronto agradecí lo que había traído mi hermanito pequeño, pues la tormenta que se estaba formando al cruzar la Red Line no auguraba nada bueno.

-Pinta feo-lurk…

#50


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