¿Sabías que…?
... existe la leyenda de una antigua serpiente gigante que surcaba el East Blue.
[Aventura] [Evento] Rumbo al North Blue
Nassor
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Aún estaba saboreando la inesperada alegría del reencuentro con Balagus cuando la tormenta nos sorprendió. Estaba cumpliendo las labores con mi habitual disciplina y minuciosidad, tan escasas para mi frustración en el mundo pirata y la Armada Revolucionaria, aunque admito que algo distraído por pensamientos frívolamente alegres. Rara vez alguien ha mostrado esa clase de alegría por verme, no por un semihumano bastardo con escaso interés en hacer amigos. Tal vez fuese por eso y por el cochino frío de las alturas de la Red Line que no percibí las sutiles señales que otros sí parecieron advertir.

El caos se desató sobre la nave. Balagus comenzó a rugir órdenes tratando de prepararnos para afrontar la tormenta. Sin detenerme ni un instante, dejé lo que estaba haciendo y corrí al cabo más cercano. Comencé a asegurar los nudos y asegurar las velas. Si al menos hubiésemos visto venir la tormenta con más tiempo, podríamos haberlas cambiado...

El primer relámpago iluminó el terreno y la lluvia comenzó aguijonearnos como dardos de puro frío. Sin una palabra de queja aunque sí un gesto de evidente desagrado, continué mi labor. El sonido del viento era como el rugido de una bestia descomunal: ahogaba las voces y enmudecía la cubierta. Pronto estuvimos calados hasta los huesos, completamente atrapados en la tormenta.

El frío era malo por sí solo, reducía mi velocidad y entumecía mi cuerpo, pero además caminar sobre la cubierta mojada de un barco que se balanceaba sobre los tentáculos del pulpo era una hazaña. Y eso sin contar el incesante e inmisericorde soplido del viento. Asegurando un nudo, un cabo tenso estalló con un chasquido cerca mía. Pasó a centímetros de mi brazo, no hiriéndome por mera suerte. Ahora una vela menor se agitaba suelta al viento. Me moví con dificultad hasta la zona donde ahora la cuerda se sacudía. Con la mano derecha me sujeté de uno de los cabos que aseguraban un cañón y, con la izquierda, aguardé y traté de agarrar al paso la cuerda. Me llevó tres intentos, pero cuando lo conseguí, el tirón fue más violento de lo que esperaba. Di un grito de dolor al notar un crujido en mi hombro. Aguanté la posición como pude y grité, tratando de hacerme oír - ¡Tenemos que salir de la tormenta o nos hará trizas!

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#71
Shy
"Shy"
Efusivo como solía ser siempre, Illyasbabel se puso en pie para darle la mano. Shy le devolvió el gesto, si bien lo hizo con una mayor frialdad. Tampoco había que pasarse de cariñosos, que el trabajo era lo que era. Las manos manchadas de sangre no suelen ser óptimas para dispensar cariño o cuidado. Inclinó la cabeza, reconociendo con su breve y cortés gesto la añoranza que le expresaba su compañero. Con pulcro ademán, uso un trapo para retirar las imperceptibles manchas de polvo del cojín de su asiento, antes de sentarse frente a su compañero, que daba, como siempre, intermitentes caladas a su cigarro.

Illyasbabel no tardó en invitarle a una bebida. Shy observó la copa de vino con indecisión. No podían dejarse llevar demasiado, no cuándo había tanto en juego y tanto por ganar. Solo una, se dijo. Con gesto distraído, tomó la copa por su fino tallo entre el índice y el pulgar y dio un sorbo, degustando el licor antes de dar un asentimiento a su compañero. No era una mala bebida. Por lo que parecía, los que habían organizado aquel intrépido viaje habían tirado la casa por la ventana. No parecían tener intención de siquiera arriesgarse a defraudar a sus clientes.

De cuando en cuando, Shy echaba la mirada hacia abajo, y se maldecía inmediatamente después por hacer algo tan estúpido. Estaban subiendo. Demasiado alto. Y Shy nunca le había tenido miedo a las alturas, eso sí que no. La perspectiva de caerse y acabar convertido en un manchurrón rojo sobre la Red Line, en cambio, era de lo más amedentradora. O sobre el mar, en el que ya no podía nadar. Dicho de otra manera, quedaba a merced de aquellos pilotos que desconocía. Genial. Aunque Shy tampoco era especialmente confiado, a decir verdad. Cualquier navegante no podía ser lo suficientemente bueno.

Mientras notaba el ardor de la bebida espirituosa invadir su esófago, empezó a notar como la embarcación vibraba. Reprimió su primer sobresalto. Probablemente era una turbulencia cualquiera. Tenía que dejar de hacer el ridículo entre todos los pasajeros de aquella nave -que, por cierto, empezaban a sentirse demasiado numerosos para Shy-. No obstante, cuando la vibración duró un minuto entero, Shy cambió de idea y le importó un pepino lo que opinasen el resto de pasajeros. Que les jodieran, no tenían un trabajo tan estresante como el suyo. La falta de ansiedad era el lujo de aquellos que no se veían abocados al combate.

Poco a poco, los vientos empezaron a soplar a mayores velocidades, el relámpago rugía e iluminaba el cielo con mayor violencia, y los crujidos de la nave se hacían más y más evidentes. Dicho de otra manera, estaban jodidos. Shy observó como todo el convoy de naves de tracción molusca empezaba a dispersarse, algunos de ellos volando hasta casi dar auténticas piruetas en el aire. Shy, en aquellos momentos, deseaba no haberse bebido aquella copita de vino. Se agarró al borde del sofá, anticipando que la idea de acabar convertido en el manchurrón rojo del Red Line era cada vez más probable. Y como cazador de recompensas, tenía porte; pero como mancha de sangre, no podría aspirar a mucho.

-Joder. Odio volar.

Siendo honestos, no había volado antes. Pero después de aquella experiencia, no querría volver a volar en un tiempo. Se preparó: no sabía cuándo tendría que crear una puerta para que Illyasbabel y él pudieran marcharse -por supuesto, dejando en la estacada a todos los demás. 
#72
Rocket Raccoon
Rocket
Como aspirante al título del mejor inventor y constructor de medios de transporte del mundo, no podía limitarme a ser un simple espectador mientras estas imponentes criaturas voladoras, auténticas maravillas de la naturaleza, tomaban una embarcación tras otra y ascendían majestuosamente hacia los cielos. Mi mente bullía de preguntas técnicas mientras observaba los movimientos calculados de estos colosales pulpos. ¿Cómo funcionaban exactamente? ¿Qué secretos biológicos y físicos permitían a estas criaturas surcar los aires como si fueran globos aerostáticos vivientes?

Los pulpos gigantes tenían un diseño que, en un principio, podía parecer simple, pero estaba lleno de complejidad funcional. Su ''cabeza'', si es que se podía llamar así, era en realidad un enorme órgano especializado que actuaba como una cámara flexible de gas. Al inflarse, esta estructura alcanzaba proporciones colosales, lo que les permitía generar la fuerza de sustentación necesaria para elevar no solo sus cuerpos, sino también las embarcaciones atadas a sus tentáculos. Parecía que su sistema interno era capaz de capturar y procesar gases ligeros.

Mientras los veía operar, recordé uno de los viejos proyectos que había trabajado junto a Hato, un intento fallido de diseñar un globo aerostático con tecnología rudimentaria. 'Si tan solo hubiera dedicado más tiempo a ese proyecto…', pensé con frustración. Lamentablemente, la causa no nos da tanto respiro, y supongo que esta muchacha que ideo esto, si disponía de dicho tiempo. Nuestra teoría giraba en torno a un sistema de calefacción controlada para mantener el aire caliente dentro de un globo de materiales elásticos. Sin embargo, estos pulpos no necesitaban de ningún sistema externo: su cuerpo hacía todo el trabajo de manera orgánica, con una eficiencia que me dejaba boquiabierto.

Por eso, en vez de limitarme a observar a la distancia y ver como pasaba todo frente a mis ojos. Quise meterme de lleno en el proceso que usaban estos seres para poder cumplir con el propósito que se les había dado. Apenas tocamos las nubes, montados en uno de estos enormes moluscos voladores, deje a mis compañeros vigilando el mini submarino, mientras que yo, con mi mente inquieta y mis ideas alborotadas por descubrir este sistema de elevación, me comencé a interesar por todo tipo de mecanismos tecnológicos que usasen para complementar a estos animales. No los veía capaz de volar por sí solos, o a lo mejor si y me llevaba una enorme sorpresa. ¿Tendría esta chica el monopolio absoluto sobre el control de estos seres, o uno podría cazar a una de estas cosas y también usarlas? Como ven, muchas cosas pasaban por mi cabeza, pero eso en cuestión de minutos dejaría de ser así.

A lo lejos, se veía como una enorme tormenta se acercaba, y estando a esta altura, era lógico pensar que iban a haber problemas. 'Enormes y fuertes ráfagas de viento, un sistema de flotación que usa un gas más liviano que el aire... solo van a pasar cosas malas' Saqué mi den den para avisar a los demás de que se venía un desastre. -PIRI PIRI PIRI, PIRI PIRI PIRI.- -Habla Rocket, se viene un lío bien bien gordo mi gente. Vean que el ''The Peace'' este bien amarrado, o succionado, no sé... eso. Joder eh. Por aquí empiezan a haber gritos de los empleados y eso, dando órdenes. Veré en que puedo ayudar. Joder eh.- -VRI-

-Hey, Cortana. ¿Estás ahí? Cualquier idea que me puedas dar es buena, no quiero que esto se venga abajo con nosotros dentro. Joder eh- 
-Conectando... conectando. Si Rocket, mi presencia siempre está a tu servicio.-
-Bien, solo estate atenta. ¿Estabas durmiendo? Joder eh-

Más allá de la breve y casi mecánica conversación que mantuve con la inteligencia artificial integrada en mis circuitos, mi atención se centró rápidamente en un problema alarmante que se desarrollaba ante mis ojos. Las fuertes ráfagas de viento y la humedad creciente golpeaban los cuerpos gelatinosos de los pulpos voladores, que respondían con movimientos erráticos y descoordinados. Algunos de ellos incluso parecían perder momentáneamente el control de su sustentación, tambaleándose en el aire. Afortunadamente, la acción rápida y decidida de los navegantes evitaba que la situación empeorara, al menos por ahora.

'Esto va a ser jodido', pensé, mientras mi mente calculaba todas las variables posibles. No podía quedarme de brazos cruzados; si uno de esos gigantes colapsaba, la caída sería catastrófica, tanto para ellos como para las embarcaciones que llevaban consigo. Sin dudar más, me puse manos a la obra. Ayudaría en todo lo posible. Comencé a trabajar junto a los navegantes, evaluando rápidamente las herramientas y recursos disponibles.

-¡Necesitamos reforzar la estabilidad en los puntos de anclaje! Joder eh- grité, señalando las zonas donde los tentáculos de los pulpos sujetaban las embarcaciones.

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#73
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El viento azotaba con fuerza mientras Mayura se apoyaba elegantemente contra la barandilla del barco, observando cómo los pulpos gigantes alzaban los barcos hacia los cielos. Sus labios formaban una ligera curva, y su cabello, perfectamente cuidado, ondeaba al compás del viento. El espectáculo ante sus ojos era tanto aterrador como fascinante; una tormenta que se gestaba como si fuese el clímax de una obra cuidadosamente escrita y digna de recordar. Para él, todo aquello parecía un preludio a un drama épico, una apertura a la gran aventura que les esperaba en el mar del norte.
 
Una escena digna no solo de mi presencia sino de la Hand of Destiny. — Murmuró para sí mismo, ajustándose la capa con cierto aire de despreocupación. A pesar de su habitual actitud confiada, no podía ignorar la sensación creciente de inquietud mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. A lo lejos, los relámpagos iluminaban el horizonte, proyectando sombras que parecían dragones danzantes en los cielos... si dragones de verdad no como los imbéciles de su ascendencia.
 
Cuando Derian comenzó a dar instrucciones en la cubierta con su tono imperturbable, Mayura apenas alzó una ceja. Observó con curiosidad cómo los marineros comenzaban a desplegar cuerdas y arneses, obedeciendo las órdenes de su compañero sin cuestionarlas. Sin embargo, fue cuando Derian se dirigió a ellos directamente que la sonrisa de Mayura flaqueó ligeramente. — ¿Un arnés? — Repitió con sorpresa en voz baja, observando el equipo que Velizar comenzaba a repartir. Sus ojos se entrecerraron, analizando la tela robusta y los mosquetones metálicos… era funcional, sin duda, pero también terriblemente feo. Su textura y diseño parecían un insulto a su impecable sentido del estilo, bueno, el simple hecho de ser un arnés ya le parecía que fuera feo.
 
Mayura tomó el arnés con dos dedos, como si fuera un objeto contaminado. Lo sostuvo frente a él, estudiándolo con una mezcla de asco y resignación. — Esto… — comenzó, girándolo en sus manos — … no tiene ni una pizca de gracia. Ni un solo detalle que destaque. — Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pero en el fondo, sabía que no podía permitirse el lujo de rechazarlo pues una herramienta era solo eso, un objeto con el fin de ser utilizado para suplir una necesidad.
 
El barco comenzó a tambalearse violentamente cuando la tormenta se intensificó, y Mayura se vio obligado a aferrarse a la barandilla para mantener el equilibrio. El viento arrancó un suspiro de frustración de sus labios, y finalmente cedió, colocándose el arnés con movimientos exagerados y teatrales, dejando claro sus acciones en contra de su voluntad. — Qué tragedia, sacrificar mi estilo en nombre de la seguridad. — d¿Dijo en voz alta, ajustando los mosquetones con un cuidado meticuloso. — Derian, querido, espero que aprecies lo que hago por ti y por este pequeño viaje al infierno. — Su tono era ligero, pero no pudo evitar una punzada de nerviosismo mientras sentía cómo el arnés se ajustaba presionando su cuerpo. La sensación de estar atado, de alguna manera limitado, no era de su agrado, aunque si esto hace que sus compañeros presentes, Derian y Alpha se sintieran a gusto con él, pues no tenía otra opción, más que apagar su brillo en nombre de la seguridad y así tener más aventuras juntos en los que pueda disfrutar de la compañía de estos.
 
Finalmente, se enderezó y lanzó una última mirada hacia los cielos oscuros y amenazantes. — Muy bien, tormenta, si insistes en ser el antagonista de esta escena, no tengo más opción que enfrentarme a ti. Pues, incluso en medio del caos, el Pavo Real del Océano siempre mantiene su porte. — Mencionó para sí mismo como si hablara con el cielo, dedicándole una sonrisa tranquila.
 
Sin embargo, en el fondo, Mayura sabía que esta no era una simple actuación. La tormenta era real, peligrosa y no hacía distinciones. Por primera vez en mucho tiempo, se encontró enfrentando un desafío en el que su teatralidad no era suficiente y simplemente quedaba a merced de la suerte. Aun así, se permitió un momento para admirar la vista a su alrededor, pues en medio de la tormenta, la belleza del caos era innegablemente satisfactoria y digna del Pavo Real del Océano. Con una última mirada al arnés que ahora sujetaba su vida. — Espero que esto valga la pena. —  Murmuró para sí mismo con su habitual aire confiado, dispuesto a enfrentar lo que el destino le tuviera preparado.

Tirada Dado Donatella Pavone
#74
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
La sonrisa de la oni se ensanchó al momento de recibir la amistosa —pero no por ello menos fuerte— palmada del escualo, procurando mantenerse firme para no ceder ante su contundente energía. Le devolvió el gesto, chocando el brazo ajeno con la palma de la mano y una energía similar a la que había mostrado Octojin. Tenía razón; habían pasado tantas semanas separados que por un momento Camille temió perder la cuenta, pero allí estaban de nuevo, reencontrándose en la misma isla que los unió y aguardando por comenzar una nueva aventura.

—Tendremos muchas cosas que comentar durante el viaje. Estos meses han sido moviditos como poco para mí, pero imagino que lo mismo podréis decir el resto —aseguró con unos ánimos que llevaba sin mostrar desde hacía mucho tiempo.

Poco después de su saludo, Alexandra hizo acto de presencia con aquella enérgica positividad tan contagiosa. Camille saludó de vuelta a la hafugyo y, quizá en un gesto más familiar del que cabría esperar de una superior, le revolvió el pelo con la mano en cuanto la tuvo a su alcance. 

—Un poco de frío no estará mal, para variar. Tengo ganas de ver la diferencia entre los inviernos del Este y del Norte. Con algo de suerte, si son tan duros, igual Taka termina convertido en un copito de nieve —bromeó entre risas.

Y, como si por bocazas hubiera hecho un reclamo, el peliverde hizo acto de presencia justo después de aquel comentario. Quizá, por primera vez desde que se conocían, aquella fuera la primera vez que la oni se alegraba genuinamente de ver al espadachín. De alguna extraña forma, los días se habían vuelto excesivamente tranquilos para la morena, muchas veces hasta el punto de resultar aburridos. Debía darle la razón, aunque lo hiciera solo para sus adentros: la familia, esa que Camille había escogido para sí misma, volvía a reunirse. Y eso le calentaba el corazón tanto como para hacer frente al frío que les aguardara en el North Blue.

Esperaba ansiosa el reencuentro con Atlas y Ray pero, tristemente, parecía que Octojin tenía razón: tenía pinta de que se retrasarían y tendrían que coger un pulpo diferente. El suyo, por otro lado, empezó a tensar los tentáculos a medida que se elevaba en el aire y, acompañados por el quejido de los tablones y la madera que conformaba el barco, empezaron a ascender con él.

Durante los primeros minutos, la alférez había observado con una mezcla de curiosidad irrefrenable y evidente desagrado a la criatura que los transportaba. Ningún pulpo era bonito bajo los tentáculos o, en general, por debajo. Ese no era una excepción. Siendo tan grande, la visión que les brindaba desde abajo resultaba grotesca. Las ventosas eran enormes, algo que, por otro lado, tenía todo el sentido del mundo: solo así podría sostener embarcaciones como la suya. Sentía constantemente el impulso de apartar la mirada y fijarse en otra cosa, como en las vistas que tendrían del East Blue a esa altura, pero la curiosidad terminaba haciendo que volviera la mirada hacia arriba.

Al principio parecía que la travesía sería realmente apacible, una oportunidad perfecta para relajarse, disfrutar de las vistas y compartir sus vivencias con los demás. Sin embargo, los nubarrones que no tardaron en hacer acto de presencia, así como las ráfagas de viento que empezaban a levantarse, amenazaban con frustrar toda esperanza que pudieran albergar por tener un viaje agradable. Momentos después, descubrieron lo mucho que se iban a complicar las cosas.

Camille se movía de un lado a otro en cubierta, con cuidado de no resbalar por la inundada cubierta mientras lo hacía. Normalmente no se achantaba ante ninguna tormenta en mitad del mar, ni siquiera después de los viajes tan complicados que habían sufrido en Verano, pero aquella situación era diferente en todos los sentidos: no era ella quien se encontraba al timón ni tenía capacidad alguna para ajustar el rumbo o evitar un naufragio. No era la navegante de aquel viaje ni tenía la más remota idea de cómo manejar uno de esos pulpos, de modo que lo único que podía hacer era apoyar a los operarios en las tareas de cubierta, siguiendo sus indicaciones. Octojin tomó la iniciativa en esta tarea y empezó a dar órdenes a diestro y siniestro, demostrando que el paso de los meses no le había restado energías. La oni asintió y se apresuró en sujetar la soga suelta, tirando de ella para reconducir uno de los tentáculos del pulpo y evitar que este terminara desviándose de su trayectoria.

Tan solo cuando la tormenta amainó un poco pudieron darse cuenta de que se habían separado del resto de la flota de pulpos. No había ni rastro de ellos, o al menos no en la distancia que las nubes, la lluvia y el viento les permitía observar.

—Viaje seguro y una mierda —masculló la oni, echando una ojeada a sus compañeros—. ¿Estáis todos bien? Alexandra, ¿mejor del estómago?

Suspiró, tranquilizándose un poco tras cerciorarse de que estaban a salvo. Aun con todo, algo le decía que aún no podrían relajarse. Tan solo esperaba que aquel viaje y reencuentro no terminara abruptamente contra el mar.
#75
Juuken
Juuken
Todo iba perfectamente. Aquel pulpo había aferrado con fuerza el gran navío que navegábamos. Cuanto más lo veía, más magnífico me parecía. Era un galeón con una gran eslora, esos tres mástiles con todo su velamen y un bauprés con tres velas triangulares. Era un gran navío, aunque se me antojaba tal vez demasiado grande para los que éramos. Tal vez ahora fuera el momento de comenzar a buscar nuevos compañeros y camaradas. Al fin y al cabo, había muchos cabos y muchas velas que debían ser controladas en caso de emergencia, y tal vez no éramos los suficientes.

Qazan había ido preparando unas sogas por todo el barco para que nos pudiéramos sujetar a ellas en caso de imprevisto. Me pareció una idea realmente magnífica. Sin embargo parecía confiar poco en mi control del barco, se le veía tenso todo el rato por detrás de mí mientras sujetaba unos clavos con la boca. Fue así hasta que el pulpo sujetó el barco, momento en el cual el gyojin se fue a lo alto del palo mayor para tener una buena panorámica de todo. Si desde el puesto del timón se veía todo enorme, no quería imaginarme cómo se vería desde allí arriba, debía de ser una vista tan espectacular como imponente.

El pulpo comenzó a hincharse, a la par que el navío comenzaba a ascender. Gretta entró en pánico, asustada por la situación. No podía culparla, la imagen de aquella criatura gigante, cubriendo el barco era realmente imponente, y es cierto que en este momento nuestra vida podía depender de la estabilidad y seguridad de aquella criatura. Lo cierto es que era algo en lo que no había pensado, por lo que, mientras Teruyoshi se aseguraba de calmarla, me aproximé a uno de los puntos de anclaje más próximos al timón. Gran trabajo de parte de Qazan preparar esto, así nos asegurábamos.

El cielo se llenó de pulpos cargando grandes barcos, unos mayores que otros, algunos parecían que se desmontarían de la fuerza que tendría que hacer el pulpo volador para sujetarlos. Avanzábamos en una gran comitiva. Me sentía muy emocionado por la situación, había muchos barcos en el aire. Una imagen que nunca me habría imaginado posible. Los barcos que no navegan por el mar, se encuentran en el fondo de algún abismo marino. Tal vez fuera la primera vez que los cielos se llenaban de navíos y de seres vivos a esa magnitud. Era una vista maravillosa e increíble.

Poco a poco, conforme íbamos avanzando, el viento se iba intensificando, el cielo comenzaba a encapotarse y obnubilarse con un manto de oscuridad que provenía de la lejanía con un gran estruendo. Cada vez más cercano. Cada vez más peligroso. El viento comenzó a soplar con fuerza mientras truenos comenzaban a resonar por doquier, provocando que la tensión comenzara a hallarse. Me quedé completamente quieto. Esta tormenta no era normal, había llegado bastante rápido, y esto podría ser un grave peligro. Me quedé contemplando los cabos y las velas. Qazan estaba en todo lo alto del palo mayor. Tal vez fuera necesaria su presencia allí.

Me disponía a preguntarle sobre lo que podía ver desde ahí, cuando un gran estruendo resonó por babor. Me giré y pude ver cómo uno de los pulpos se estaba desestabilizando y perdiendo el control. El griterío tan solo era sofocado por el retumbar de los truenos en los tímpanos. La situación estaba volviéndose más crítica. Rápidamente me aproximé hacia babor para observar bien aquella embarcación. Había un problema, al parecer algunos carretes que sujetaban los cabos se le habían soltado, tal vez roto, provocando que una vela se desplegase y ejerciera una terrible fuerza sobre el pulpo que estaba transportándoles, volviendo inevitable que el pulpo perdiera el control. En ese momento los carretes rotos son firmemente sujetos y la vela vuelve a replegarse, permitiendo al pulpo volver a estabilizar la embarcación y continuar.

Una embarcación pequeña había tenido graves problemas por eso. ¿Qué podría hacer una embarcación como la nuestra si se desplegaba alguna vela? Esto podría ser un terrible problema, había que hacer algo al respecto. Rápidamente comencé a echar cuentas. Lance, Gretta, Teruyoshi, Qazan, y yo mismo. Todos los que estábamos allí en cubierta. Teníamos tres palos y un bauprés, sin embargo el palo mayor podría requerir de mayor intervención, era sin lugar a dudas el mástil con el velamen más grande y potencialmente peligroso. Me fijé en los carretes. Como alguno no estuviera bien sujeto, tendríamos graves problemas. Había que hacer algo para evitar posibles problemas.

-¡Todos alerta! -Grité rápidamente, tratando que mi voz resonara por encima de los truenos.- ¡Hay que asegurar los cabos, que las velas no se desplieguen! -Comencé a señalar a todos uno por uno, dándoles instrucciones.- ¡Gretta, asegura el bauprés en proa! ¡Lance y Qazan, asegurad el palo mayor. Qazan, segura los nudos de las velas. Capitán, sujeta fuertemente los cabos en los carretes -comencé a correr directo hacia los carretes del palo de mesana mientras daba la última indicación-. Teruyoshi, encárgate del palo de Trinquete. ¡Sujetad con fuerza o el pulpo perderá el control!

Rápidamente me fuí y aseguré los carretes del velamen del palo de mesana, que era el que estaba ubicado sobre el castillo de popa. Con Qazan en lo alto asegurando los amarres del velamen, y Lance con su gran fuerza sujetando los cabos abajo, esperaba que no hubiera ningún problema con el palo mayor. Teruyoshi, quien tenía una fuerza realmente sorprendente, seguramente pudiera encargarse del malo de trinquete, que era el más cercano a proa, y Gretta en el bauprés, el palo extendido de proa que sujeta el foque entre él y el palo de trinquete.

Esperaba también que todos estuvieran sujetos con los cabos que había preparado Qazan antes del “despegue” del barco. La situación era realmente tensa. Esperaba no llegar a tener serios problemas. Esperaba que todo fuera bien. Para asegurarme reforcé mis brazos cubriéndome con el poder de mi akuma no mi y el haki. Esperaba que fuera suficiente para no llegar a perder el control.

Datos
#76
Lobo Jackson
Moonwalker
El submarino revolucionario, "The Peace", se zarandeaba cual badajo de campana mientras colgaba de los enormes tentáculos de su transporte volador. Los gigantescos pulpos flotantes parecían meros globos de fiesta a causa del implacable vendaval que soplaba desde el North Blue, que había traído consigo unos imponentes nubarrones tan oscuros como la lana de un millar de ovejas negras.

Los camaradas de "El Sindicato" habían aunado sus esfuerzos a los de la tripulación del pulpo que cargaba con el submarino, asegurando cuerdas y correas para evitar que el batiscafo se viera sometido a una repentina prueba de aerodinámica. El pequeño y valiente Rocket, con sus conocimientos técnicos, había tomado la iniciativa para la coordinación de los esfuerzos sin miedo de salir despedido hacia la escarpada superficie del Red Line.

Pero mientras todos echaban una mano para asegurar el submarino, ¿dónde se encontraba el oficial al mando? El capitán del pelotón, Lobo Jackson, parecía haberse desvanecido bajo una misteriosa nube de humo y misterio.

Para encontrarlo habría que dirigirse hacia las entrañas del submarino. Bajando por la escotilla hasta la sala de mando, caminando en dirección hacia la parte trasera y dejando a un lado los camarotes de la tripulación hasta llegar al camarote del capitán. Dentro, y sobre una cama, yacía el mink.

Con un brazo echado sobre su rostro, se había visto abatido por el mismo mal que las mejores estrellas del rock tras una espectacular noche de música, baile y descontrol: una resaca de tres pares de narices.

Pero incluso en aquel estado tan caótico y poco adecuado para un alto mando, el mink también aportaba su pequeño grano de arena a la operación. Su espíritu vigoroso se había dispersado a lo largo de un kilómetro, dejándose llevar por la curiosidad de tantas presencias familiares reunidas en aquel viaje tan disparatado.

- Vaya, vaya, veo que el enorme rubio y la joven magnética han estado ocupados. Que adorables presencias aparecen a su lado... Y junto a ellos está la hermosa sirena de voz angelical, acompañada por el enorme ser de las profundidades y... Alguien a quien no reconozco... ¿Nuevos integrantes de la armada? Interesante... - Pensaba el mink mientras que su kenbunshoku pasaba entre cada persona como una ráfaga invisible.

- Tantos navíos, tanta gente poderosa... Todos comparten las mismas ganas de llegar al North Blue, un deseo que se sobrepone al miedo de este tiempo inclemente. - El mink se masajeó la frente con la mano mientras pensaba. - Más de una presencia desborda una fuerza descomunal... Estoy seguro de que llegaremos sin problemas al otro lado. -

Satisfecho con su análisis, el mink se concentró en la tarea que requería de su mayor fuerza de voluntad: no vaciar los contenidos de su estómago a causa del balanceo del submarino.
#77
Gretta
La Devoramundos
Gretta estaba en un estado alterado; el pulpo venía hacia el barco. "Nos come, el cabrón nos come, pues hoy no, amigo, hoy no, te voy a ensartar, ¡pulpo cabrón!", pensaba ella, mientras se dirigía al mástil con intención de arrancarlo para arrearle al pulpo alienígena. Pero Teru evitó que ella hiciese aquella idiotez al hablarle con su melodiosa voz. Le hablaba de ingredientes extraños de otras tierras y de que, si el pulpo les atacaba, acabaría en la cazuela para la cena de esa noche. "Mmmm, pulpo a la cazuela... Me gusta", así que con el gato encima de ella, enroscado sobre su cuello, ella se sintió mucho más tranquila. Pero esto duró poco.

Al principio todo iba bien, pero aun así a ella lo de volar no le gustaba, así que evitó acercarse a los bordes del barco. Qazan había atado sogas por todo el barco para que el resto se atase; Gretta las miró: "Si me caigo, eso no me aguanta ni de coña". Se estaba girando para llamar a Qazan cuando vio al pez encima del palo largo del centro del barco, a Gretta casi le dio un vuelvo.

—¿Qui haces? Baja de ahí, ¡vas a matiar! Le dijo ella levantándose y venciendo su respeto a las alturas gracias al instinto protector que había desarrollado hacia sus compañeros.

Pero entonces lo vio, una vez de pie, pudo ver el suelo allá a lo lejos. Le dio un pequeño mareo, pero lo peor fue el color negro que se estaba formando en el cielo delante de ellos. "¿Qué es eso? No parece bueno, ahora sí que la palmamos". Una ráfaga de viento sacudió al pulpo que los llevaba y todos sintieron un fuerte vaivén; ella fusionó sus pies con el barco por instinto, quedándose totalmente agarrada a este.

Miró al resto; Juuekn parecía que había cogido el mando y empezaba a dar ordenes.

—¿Qui coño es bupres ah?— gritó ella en respuesta, mirando a los lados. —¿Y proa? ¿Cómo proa? ¡¡¡No si de qui hablas!!! Juro yiuken, que próxima clase hago qiaso, pero salvanos Terminó diciendo, agarrando las sogas que había dejado Qazan y lanzándoles a sus compañeros una punta; después, se fusionó las otras a su cintura. 

"Maldita sea, Gretta, tendrías que haber atendido a las clases de Juuken en vez de reírte de él..." Se riñó a sí misma.
#78
Airok
La Reina Rubí
Personaje


Sentada en su escritorio de madera abarrotada de papeles y un par de cofres abiertos, Airok estaba tremendamente enfocada en su labor. El cuaderno del inventario descansaba frente a ella, con su letra clara y organizada ocupando página tras página. A su alrededor, pequeños montones de monedas, algunas joyas, y notas de intercambio esperaban su turno para ser contabilizados. Había mucho que hacer; un viaje largo como ese requería un control estricto de los recursos, y si algo sobraba o faltaba, lo sabría antes de que llegaran a su destino.

La calma en la sala solo se rompía por el suave crujir del barco y el golpeteo ocasional de los objetos que colgaban de las paredes. Airok se acomodó en la silla, revisando mentalmente lo que ya había organizado y lo que quedaba por hacer.

Fue entonces cuando uno de los baúles se cerró de golpe tras un movimiento brusco. En cuestión de segundos, la voz inconfundible de Balagus se escuchó de fondo resonando con órdenes.
Airok levantó la vista, frunciendo el ceño. No era fácil distraerla cuando estaba inmersa en su trabajo, pero esto no era algo que pudiera ignorar. Cerró el cuaderno con un golpe seco, dejó la pluma sobre la mesa y salió con paso firme hacia la cubierta.

La escena que encontró era puro caos. El viento azotaba el barco con fuerza y el pulpo gigante que los mantenía volando parecía luchar contra la tormenta. Los tripulantes corrían de un lado a otro, siguiendo las órdenes de Balagus mientras intentaban mantener el barco estable.
Airok localizó rápidamente a Silver cerca del timón, luchando por mantener el rumbo mientras el pequeño Spack, chillaba y se aferraba desesperadamente a su hombro.
Silver, dame a Spack —gritó Airok sobre el rugido del viento mientras avanzaba hacia él.

Silver asintió rápidamente y soltó al pequeño monito, que se agarró a Airok con fuerza, escondiendo la cabeza contra su pecho.
Tranquilo, Spack. Estás conmigo —murmuró mientras acariciaba su cabeza para calmarlo.

Con un último vistazo rápido a la situación en cubierta, Airok evaluó qué sería más urgente. La mercancía. Si las cajas y los barriles comenzaban a deslizarse, el equilibrio del barco podría romperse en cuestión de segundos.

¡Voy a asegurar la carga! —gritó a nadie en particular, aunque sabía que Balagus o Silver captarían sus intenciones.

En el almacén, el movimiento era más evidente: los barriles temblaban en sus amarres, y algunas cajas ya se habían desplazado peligrosamente. Con Spack aferrado a ella, Airok comenzó a reforzar las cuerdas que sujetaban las mercancías, tirando de los nudos con fuerza. El monito, aunque tembloroso, se quedaba quieto ajustado dentro de su chaqueta, confiando en la seguridad de su compañera.

El sudor comenzaba a pegarle el cabello a la frente, pero Airok trabajaba con la precisión de quien sabía que no había margen de error. La tormenta podía ser implacable, pero ella también lo era.
#79
Silver D. Syxel
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Cielos sobre la Red Line
Día 3, Invierno del año 724

El rugido del viento parecía querer arrancar los pensamientos de la mente de Silver mientras se aferraba al timón del Hope. La tormenta era una bestia descomunal, una furia de la naturaleza que azotaba todo a su paso, y su tripulación estaba atrapada en sus fauces. Sin embargo, mientras sus ojos escudriñaban la oscuridad en busca de una ruta segura, un pensamiento se coló en su mente, más fuerte que los truenos que resonaban en el cielo.

El North Blue. Su hogar. Aquel mar que había dejado atrás hacía ya tiempo. El frío aire que ahora cortaba su piel le resultaba familiar, como un antiguo compañero reencontrado tras años de ausencia. Volver al North Blue no solo era un regreso físico, sino también emocional. Era enfrentarse a los recuerdos de su pasado, de lo que perdió y de lo que había construido para llegar hasta aquí.

Pero no había tiempo para divagar. El barco temblaba con cada embate del viento, y las vidas de su tripulación dependían de su liderazgo. La mirada de Silver se endureció mientras Spack, ahora en manos de Airok, chillaba asustado al sentir el peligro a su alrededor.

¡Balagus!— gritó, elevando la voz para superar el rugido del viento. —¡Sigue con esos cabos, no podemos permitirnos un solo fallo! ¡Nassor, buen trabajo, sigue con esas velas!— La confianza en las capacidades de su tripulación era total, pero aún así, era su deber como capitán supervisar y reforzar los esfuerzos de todos.

Una ráfaga especialmente violenta sacudió el barco, haciéndolo inclinarse peligrosamente hacia la derecha. El Hope crujió bajo la presión, y por un momento, el corazón de Silver dio un vuelco. Pero sus manos permanecieron firmes en el timón, guiándolo para estabilizar la nave.

¡Todos escuchad!— rugió, mientras sus ojos buscaban a cada uno de sus compañeros. —No es la primera tormenta que enfrentamos, y no será la última. ¡Pero mientras estemos juntos, este barco no caerá! ¡Confío en vosotros!

Sus palabras resonaron con fuerza, no solo para levantar la moral, sino también para recordarse a sí mismo que no estaba solo. Mientras sus compañeros trabajaban con determinación, Silver hizo lo que mejor podía hacer en esa situación: dirigir el barco.

Concentrándose al máximo, usó su conocimiento como navegante para leer las señales del viento y las corrientes. Cada relámpago que iluminaba el cielo revelaba brevemente la forma de las nubes y la dirección de la tormenta. Si podían ajustar ligeramente el rumbo, tal vez podrían evitar el núcleo de la tormenta o al menos las corrientes más peligrosas.

¡Airok!— llamó hacia la escotilla del almacén. —¡Asegúrate de que esa carga no se mueva! Si perdemos el equilibrio, estamos acabados. ¡Bora, baja a ayudarla! Dharkel, mantente cerca de las cuerdas principales. ¡Si algo cede, lo necesitamos cubierto!

El capitán respiró profundamente, sintiendo cómo el aire helado quemaba sus pulmones. Estaban tan cerca del North Blue que casi podía olerlo. Pero no llegarían si no superaban esta prueba. Apretó los dientes, empujando con fuerza contra el timón mientras una nueva ráfaga intentaba arrancarlo de sus manos.

¡Al North Blue!— rugió, no como una pregunta, sino como una promesa.

La tripulación del Hope continuaba luchando con todo lo que tenían, enfrentándose a la tormenta como si fuera un enemigo tangible. Cada acción, cada esfuerzo, era una pieza crucial en este desafío, y Silver estaba decidido a que todos lo superaran juntos.



Resumen
#80


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