Hay rumores sobre…
... una isla del East Blue donde existen dos escuelas de combate enfrentadas. Estas escuelas hacen especial referencia a dos personajes de la obra original.
[Evento] El inmaculado aparece.
Shy
"Shy"
De camino al monte, Shy ocupó sus pensamientos en figurarse cómo habría llegado hasta allí. Tal vez se había quedado dormido en la calle y esto era obra de algún descorazonado. Lo cierto era que, si bien se había granjeado alguna que otra rivalidad, este acto de revancha parecía completamente fuera de lugar. Shy sintió sus pies hundirse en la nieve y maldijo para sí. Aquello no tenía sentido, y parecía demasiado real como para tratarse de, bueno, un sueño.

Y de pronto, señales de vida. Una vana esperanza de no hallarse solo en aquel páramo gélido. Pisadas que se perdían en la nieve, cerca de la ladera del monte, pero no hacia la cima. Shy reflexionó por un momento. En aquella encrucijada, se hallaba ante dos opciones, y las dos estaban basadas en una mera posibilidad. Intentar comunicarse con un navío que podía no aproximarse en ningún momento, o seguir el rastro de alguien que bien podría estar moribundo y no ser de mucha ayuda. Vaya tesitura. 

Shy pensó en las palabras que llegaron como versos al interior de su mente. Debía hacerse, por lo que parecía, con unas canicas. El cazador no era ningún orador nato, todo lo contrario, pero pensó que tendría mejores posibilidades si se dirigía a algún bienintencionado que le explicase de que iba la cosa. Así pues, ignoró la subida para centrarse en seguir los rastros. Aquellos pasos, inicialmente pesados y seguros, acababan por convertirse en un arrastre de sendos pies, a los que posteriormente las manos se unían para, presumiblemente, arrastrar un pesado y débil cuerpo. Sus sospechas empezaban a parecer realidad. Aquella persona podía estar al borde de la muerte.

El cazador no tardó en alarmarse. Un segundo par de pisadas se acercaba al rastro. Con menor confianza, Shy sacó de sus mangas sus fiables agujas de combate, y siguó avanzando cauto hasta toparse con dos negras siluetas, recortadas ante la luz solar. Shy avanzó, estrechando los ojos para buscar algún rasgo distintivo en sus rostros. Al convaleciente no lo conocía, y al otro, que estaba visiblemente menos afectado... Tampoco le sonaba. Shy se mantuvo erguido y avanzó, observando al tipo y percatándose de que tanto uno como el otro tenían una bolsa similar a la suya.

"Saludos" pensó en decir, imaginándose con tono solemne. "Entiendo que también os habéis despertado aquí sin saber muy bien el porqué. Me llaman Shy, y me encuentro en el mismo aprieto. Diría que está relacionado con el asunto de las canicas. Si sabéis algo, estoy más que dispuesto a oír cualquier tipo de explicación que me podáis dar. ¡Ah! También debemos pensar en salir de esta isla."

En su lugar, solo emitió un:

-Ehh... Umm... ¿Saludos?

La voz, temblorosa por el frío y sus dificultades comunicativas, no ayudaron a mostrar esa máscara de confianza que pretendía presentar.

Mostrar Contenido


Mostrar Contenido
#11
Yoshi
Yoshi
Yoshiro era incapaz de soportar el frío, normalmente en la temporada de invierno se la pasaba encerrado en casa intentando sobrevivir después de prepararse durante todo el otoño (como si fuera un oso) el muchacho dudaba que fuera algo relacionado a ser mitad tiburón pero era algo de nacimiento sin duda.

Ahora, por primera vez en su vida ha acabado en un clima templado, obviamente su cuerpo al principio se nego ante la idea de estar rodeado de nieve pero era imposible ignorar aquel frío que entraba a sus huesos...

Lo inevitable pasó y cayó en la nieve inconsciente al sentirse incapaz de mantener su calor corporal. En un lugar tan inhospito los carroñeros no tardan en encontrar los cadáveres de aquellos débiles para sobrevivir, Yoshiro le robaron su chapa de misterioso valor y dejado a morir lentamente. Pero no todos aquellos son crueles y un chaval acabaría encontrandolo y ante su condición intentó ayudarlo.

Yoshiro sentía el latir de su corazón cada vez más lento, el frío parecía estar congelando su sangre y poco a poco se veía más pálido. Aunque esto era un sueño (pesadilla) y la muerte en este reino solo te ayuda a empezar de nuevo. Su cuerpo empezó a desaparecer frente a los ojos de ambos hombres que lo encontraron y acabó volviendose un puñado de nieve.

Si... Ahora estaría en un lugar mejor...
#12
King Kazma
Shiromimi
Conforme se acercaba al bulto que había visto colina abajo, más gente fue apareciendo, congregándose alrededor de aquello que le había llamado la atención. La parte mala era que tenía competencia, la parte buena era que le servirían para comprobar si era una trampa o no. Bueno, había otra parte buena, y es que habría más bolsas de las que robar canicas. Desconocía por completo las normas físicas de aquel lugar, todo se sentía real y falso a la vez, pero en teoría, si los mataba, deberían quedarse muertos. ¿Cuál era la mejor forma de afrontar esa situación? Estaba claro que lo que sucedía no era normal, de lo contrario habría alguna forma de quitarse la bolsa de canicas de la cintura. ¿Alguna de esas personas podía ser la artífice de todo?

No tenía sentido tratar de ser sigiloso. La nieve crujía bajo sus pies lo quisiera o no y su chaleco destacaba a leguas de distancia en un paraje tan blanco. Podía quitárselo, pero pasaría más frío o se cansaría por usar su fruta a lo tonto. Poco a poco, pero con paso firme se fue acercando al grupo de personas congregadas entorno a lo que cada vez más parecía ser un cadáver. Era casi seguro que no lo habían matado ellos, pues vio de lejos cómo el cuerpo estaba solo y el resto fueron acercándose de uno en uno. Mirando la nieve se le ocurrió un plan por si las cosas se torcían. Sí, podía funcionar.

El hecho de tener un plan de respaldo le ayudó a acercarse al grupo sin titubeos y mostrando una actitud segura. – No sé qué pasa aquí ni cómo estoy en este lugar. Pero me han dicho que debo recolectar canicas. ¿Me dais las vuestras por las buenas o tengo que recurrir a los puños? – Desde luego no había ido allí a hacer amigos. Pero si conseguía que le dieran sus canicas sin necesidad de violencia… Bueno, ¿para qué cansarse?


Datos
#13
Juuken
Juuken
Comencé a intentar ayudar a ese muchacho a que se levantase, no pensaba dejarle allí tirado, tenía que hacer que se moviera algo para que entrara en calor. Cogerle era como agarrar la nieve, estaba completamente helado, no parecía que estuviera vivo, pero hacía un momento le había notado una débil respiración, al menos me había dado la sensación, incluso estaba con los ojos abiertos.

Aunque ahora que lo miraba bien los tenía cerrados, pasé la mano por delante de su boca y nariz, no notaba nada. De pronto el color de su piel y de su cabello comenzó a desvanecerse, poco a poco estaba convirtiéndose en algo blanco. Me alejé un poco sobresaltado. ¿Qué era eso?

Fue transformándose hasta llegar a desaparecer por completo y quedar como una parte más de ese manto níveo que nos cubría por todas partes. De alguna forma, ese muchacho había muerto y se había convertido en nieve. ¿Significa eso que toda esta nieve que nos rodea?... Sacudí la cabeza negándome a creer esa posibilidad por remota que fuera.

Entonces me percaté de que había otra persona que acababa de saludar, no estaba muy animado la verdad, una persona débil que necesitaba ayuda acababa de morir delante de mí. Era algo difícil, siempre me había prometido intentar proteger a todos aquellos que se encontraran en una situación complicada, y eso hacía que en cierto modo comenzara a sentir furia interior. Necesitaba desquitarme como fuera.

Miré a ese muchacho, un chico alto que parecía que no había comido en años. Me recordaba malos tiempos, sentía que también podía tener problemas, con ese cuerpo no sé cómo está soportando ese frío, que no paraba de estremecerme.

-Ten cuidado, esto es peligroso, deberías abrigarte mejor.

Quería desquitarme, pero ese chico me daba pena, comencé a andar de lado a lado, solo para no detenerme, entonces se me ocurrió preguntarle por cómo había llegado aquí, igual estábamos en la misma situación y él podía saber algo al respecto. Me disponía a preguntarle cuando pude ver... algo más, aproximándose.

Una extraña criatura como algo que jamás antes había visto se acercaba, no me daba buena espina, demasiadas cosas extrañas están ocurriendo, ahora una criatura que podría ser un enemigo. Tenía algo parecido a unas orejas muy largas, era alto, parecía algún tipo de animal, pero nunca había visto nada similar, me puse un poco en guardia, me detuve y me quedé mirándole, su cuerpo era tan blanco como la misma nieve, si no fuera por sus ropajes igual me costaría algo más distinguirle. ¿Acaso podría ser el responsable de todo esto?

-No sé qué pasa aquí ni cómo estoy en este lugar. Pero me han dicho que debo recolectar canicas. ¿Me dais las vuestras por las buenas o tengo que recurrir a los puños?

Fruncí el ceño, no solo veía con esos aires de superioridad, sino que además venía de forma agresiva. No me creía ni una sola palabra, pero parecía que revelaba algo, había que recolectar esas canicas, llevé un vistazo fugaz a su cintura, una bolsa similar a la mía se encontraba ahí, eso debería ser la canica, aunque todavía no le había prestado demasiada atención a dicha bolsa.

Tal vez con ese tipo si podría desquitarme, no me daba buena espina y estaba deseando desahogarme de no haber podido ayudar a ese muchacho, además sentía una frustración que no comprendía, me encontraba en un cuerpo que no era el mío, me sentía extraño y tenía más frío del que había experimentado en mi vida, esto no me gustaba un pelo y debía comenzar a moverme y a calentar de nuevo el cuerpo.

Ese tipo con orejas de conejo me iba a ayudar. No sabía qué pretendía pero amenazó con recurrir a los puños, una acritud bastante agresiva, encima estaba el otro chico que parecía hasta enfermizo, no le veía buena cara y sentía que podía perder el conocimiento de un momento a otro. Debía actuar rápido si ahora quería intentar ayudar a ese muchacho. Y ese extraño ser nos amenazaba.

Rápidamente sin dar tiempo a que hiciera nada más decidí lanzarme a la carga, se había acercado lo suficiente para resultar intimidante, por lo que simplemente me lancé directo hacia él desenvainando la espada.

-¡Menos cháchara y más acción! -dije mientras me lanzaba directo con un corte con mi brazo derecho, destinado a partirlo por la mitad, mientras esbozaba una mueca que podría resultar un tanto macabra. Esperaba poder disfrutar de ese combate.

DATOS
#14
Alexander Bathory
Doc
Aquel paramo helado era sumamente inhóspito y desolado, posiblemente nadie se aventuraría en el sin tener algún tipo de resistencia o quizá una buena capacidad física, en mi caso una mezcla precisa de mi anatomía junto con mi entrenamiento me había permitido resistir los peores efectos del frio, pese a ello me negaba a desprenderme de mi abrigo pues era capaz de sentir el frio calando en mi cuerpo a cada paso que daba –Ay alguien!- exclame con fuerza sintiendo como nuevamente el aire helado de la tundra llenaba de nuevo mis pulmones cuando note una figura en la distancia, pequeña para ser un adulto a mi parecer, al menos eso figuraba en la distancia
 
-¿estás bien pequeña?- comente acercándome entre la nieve a paso apresurado, después de todo podía resistir el frio pero no cambiaba el hecho de que moverse en la nieve no era como caminar en la tierra, poco a poco aquella figura se fue haciendo más y más grande mientras me acercaba antes de quedar frente a ella a unos 4 o 5 metros viéndole a detalle, su piel azulada junto con un extraño tipo de sombrero en su cabeza, o eso pensé en primer momento; no pude evitar que mis orejas empezaran a moverse sobre mi cabeza mientras analizaba a aquella joven, era la primera vez que veía a alguien como ella, acaso era su verdadera apariencia o acaso había sufrido algún tipo de transformación al igual que yo demasiadas variables
 
Ante aquella situación no pude evitar dejar escapar un suspiro antes de dar un paso hacia ella diciendo con calma –no debería estar sola señorita, ¿cómo llegaste hasta aquí?- antes de pensar que quizá estaba siendo algo intimidante, después de todo por su apariencia no debería tener más de 16 –perdón donde están mis modales, soy Alexander señorita, un simple médico asi que descuida no tengo intenciones hostiles y la verdad me encuentro algo perdido desperté en este sitio sin rastro alguno de mis Nakamas- dije con una sonrisa tratando de aligerar el ambiente cuando una ráfaga de viento helado soplo con intensidad moviendo un poco la nieve a nuestros pies –no te lo tomes a mal pero como médico no puedo permitir esto- dije quitándome mi abrigo, con cuidado de mantener mi mochila con mis equipos medico en mi cintura junto a la bolsa con aquella canica, antes de ponerlo sobre los hombros de Nagaki –descuida, puedo resistir este frio pequeña pero como médico y como hombre no puedo aceptar ver a una joven pasar frio-
 
Tras lo cual empecé a escanear a nuestro alrededor notando como la montaña se encontraba cerca, sin duda era lista aquella chica, había decidió buscar refugio en la montaña de la inclemencia del clima, una buena estrategia para sobrevivir, aunque igualmente peligrosa pues la mayoría pensaría lo mismo pero igualmente era la mejor alternativa para encontrar a mis Nakamas, cuando caí en un detalle más –¿cuánto mides?- pregunte con curiosidad notando como ella era o bastante alta o yo me había encogido igualmente con aquella transformación después de todo creo que le ganaría por 10 tal vez 15 cm de altura y sinceramente dudaba que ella midiera 2.10 metros, aunque con su especie no podría estar seguro –mejor olvídalo, no se que esta pasando pero no encuentro mucha lógica, si soy sincero soy un mink y por alguna razón ahora soy un Junjin no entiendo realmente del todo lo que esta pasando-

Datos
#15
Nagaki
Medusa
Mi búsqueda de palos fue satisfactoria y, además, en el camino se me ocurrió hacer más de una idea con todos esos palos y troncos de madera húmedos y prácticamente congelados. Recogí todos los palos que pude y en varios viajes tenía ya una cantidad considerable de madera que iba depositando un pequeño hueco que había en el pie de la montaña. No podría considerarse una cueva, puesto que no entraba en la montaña, pero sí que formaba un hueco lo suficiente para haber varias personas y resguardarse del viento, porque frío seguiría haciendo.

Dejando los palos, al fondo del hueco me pareció notar algo raro cuando dejé los palos/ramas en el suelo, tocando la ladera de la montaña, me pareció que el sonido había cambiado, como si estuviera esa parte de la ladera hueca por dentro. ¿Sería realmente una cueva que se quedaría tapada hace años por un movimiento de tierra? Tendría que investigarlo, pero de momento lo importante era intentar hacer un fuego. 

Ajustándome la bolsa con la canica tan rara que me habían aparecido en el sueño al centro de mi cadera en la parte de la barriga y no tan a la cadera, o al menos sabía que era parte del sueño porque no tenía bordado en ningún lado el nombre de Nagaki (cosa que solían hacer para que la Nagaki pequeña no estuviera robando uniformes ni material ajeno). Salí de la zona donde estaba acumulando la madera par seguir buscando alguno más que me ayudase a aguantar más tiempo el fuego encendido, de momento tenía suficiente para encenderla y que se mantuviera cerca de media hora, pero necesitaba mucho más si quería que durase al menos un par de horas, especialmente si caía la noche. ¿Caería la noche aquí? Es un sueño, así que poder podría, pero ¿eso significaría que haría más frio acaso? No quería arriesgarme, necesitaba más madera por si acaso.

Recogí unos palos que creía que podían servirme a 20 metros del refugio que estaba haciendo cuando escuché una voz a mis espaldas. Era un... ¿lobo? ¿sobre dos patas? ¿con manos útiles? ¿vestido? y, sobre todo, ¡habla!. Pero parecía muy real, para ser un sueño la verdad es que era incluso realista lo detallado que estaba. Se quedó delante de mí a unos 4 o 5 metros y yo le miré fascinada. Sabía que en la tundra al igual que los desiertos podían haber espejismos, pero ninguno pasaba por visual y sonoro al mismo tiempo, esto tenía que ser algo más. Decidí seguirle el juego, si el sueño quería preguntarme, tendría respuestas. A lo mejor esa era la manera de salir de él, siguiendo el camino que te daba el sueño como guía.

-Hola Alexander, encantada, soy Nagaki -dije mientras seguía observando a mi al rededor y recogiendo palos del suelo- Si te digo la verdad no sé como he llegado hasta aquí, solo sé que... -miré a los lados buscando la montaña y calculando en mi cabeza señalé en una dirección, al noreste de nuestra posición- aparecí en la costa de un rio cercano, cerca de por allí. Y como hace mucho frío decidí que lo más inteligente es buscar refugio e intentar hacer un fuego... pero casi todo aquí está congelado. Casi todas las ramas que encuentro "secas" son las que han estado semienterradas bajo tierra.

Haciendo fuerza para sacar un palo enterrado del suelo, Alexander iba avanzando hacía mí lentamente, reafirmando que no quería problemas conmigo. Y eso me parecía bien, no quería tener que dañarle sin necesidad. Él volvió a preguntar.

-Oh, no te preocupes de verdad quédate tu abrigo, si hace más frío pronto no te preocupes que te lo pediré. Al estar acostumbrada a nadar en el fondo del océano mi cuerpo está aclimatado a temperaturas cercanas a los 1-3 grados... esto es solo "un poco más" de frío. Aunque daría todo lo que tengo aquí por un buen fuego. ¿Qué cuanto mido? -Dije reaccionando a su pregunta?- Umm... estamos a día 19... por la noche... eso hace que esté a 1 día de fase adulta... ¿1.62? ¿1.63? metros, algo así debería de medir, ¿porqué? ¿esperabas que fuera más alta por ser una gyojin? Me lo dicen a menudo. ¿Qué es un.. mink?  ¿y qué es un Junjin? -pregunté con interés sobre esas palabras, esperando que el sueño me dijera algo más de información.

Resumen

Personaje
#16
Gautama D. Lovecraft
-
vamo a calmarno

Siddharta Gautama

Stats actualizados


Durante el transcurso del tiempo allí, aunque no había pasado ni medio día, había mermado mis fortalezas y ya comenzaba a sentir los efectos de estar a la intemperie. Aquel brutal frío, era un veneno que iba calando en el cuerpo, introduciéndose en los huesos y entumeciendo los músculos. Era de vital importancia buscar un refugio que me cobijase de aquellas condiciones, o de toparme con alguien que pudiera garantizarme poder seguir teniendo un aliento cálido y vivo.

Siguiendo el recorrido del río que bajaba de la montaña de donde salí, el contorno de alguien se dibujaba al comienzo del valle donde me iba adentrando. Pedí que se identificase, a lo que él, sin ningún pero, con aquella voz masculina respondería sin titubear, pero con el frío del sitio tan metido en su ser, casi como lo tenía yo también.

Su tono no emitía agresividad alguna, y parecía haberse perdido, algo normal, pues yo prácticamente también lo estaba, aunque estuviera siguiendo el serpenteo del río para llegar a algún asentamiento, las piernas me flojeaban y la nieve a veces me hizo tropezar levemente. Fui caminando con dificultad algo más hasta él, cuando tras presentarse, no tardó en levantar la misma bolsa que yo llevaba, la cual pude identificar con claridad cuando estaba casi con él.

- Aaah ¿tú también tienes una?... Es raro que también sepas que sea importante, pero, ¿por qué lo son? -

Y ahí hice énfasis en mi bolsa, señalándola con la mano izquierda para que el tipo pelirrubio viera que yo también tenía una similar. El caso ahora era el siguiente. Me había topado ya con 2 personas con la misma bolsa, y por suponer, el desconocido también portaría la correspondiente ficha en el interior de la bolsa, era una extraña coincidencia que en un sitio tan inhóspito, que 3 perdidos se topasen entre sí, durante esas condiciones y que, los 3 portasen la misma pertenencia, y al menos 2 de ellos supieran que era importante recolectarlas, Atlas y yo.

- Yo soy Sidd, parece que estamos en la misma mierda... podría ser buena idea seguir el transcurso del río helado hacia abajo, vengo de la montaña, y ahí no hay nada, quizá más allá podamos toparnos con algún refugio, o alguna aldea... AUGH! -

Dije algo cordial, aunque antes de querer terminar, la fortaleza de mis piernas flaquearon cayéndome de bruces contra el chico, que menos mal que estaba en frente, si no, hubiera ido de boca contra la nieve.
Contenido Oculto

- Mierda... disculpa, tengo las piernas derrotadas y llevan ya bastante tiempo fallándome, gracias. -

Agradecí que estuviera ahí, y me sorprendió saber que el joven también llevaba la misma carga que yo, algunas cuestiones abordaron mi mente. De por sí, las circunstancias eran tan adversas como misteriosas, ¿podría saber el tal Atlas algo más que pudiera contrastar?, realizar conjeturas a veces puede resultar útil si con ellas se atan los cabos suficientes como para aclarar lo que teníamos entre manos.

- ¿Tú no habrás visto ninguna aldea hasta llegar aquí, verdad? Y por cierto... ¿También te han dicho como una voz que la bolsa es importante? ¿No crees que es un tanto extraño esto?, casualmente yo también lo sé por medio de eso. -

Agradecía que al fin y al cabo me encontrara con alguien que no tuviera intenciones hostiles, si ya de por sí aquel sitio era adverso, tener que lidiar con una pelea podría ser aún peor. Mi intención seguía siendo la de llegar a la civilización, encontrar un refugio acogedor, permanecer a la intemperie con el tiempo sería peligroso, y si acaba de tener un tropiezo mermado por el frío, lo siguiente podría ser un desfallecimiento, y ahí ya no habría quien me sujetase.
#17
Byron
Hizashi
INFO


El chico de cabello violeta se encontraba acostado en la cama, sobre él, una mujer de apetitosas curvas. Esta posaba sobre su rostro del joven sus dos enormes y casi esféricos pechos de forma coqueta, jugueteando con él, parecía casi desear amamantar al muchacho. Byron disfrutaba de esto, dejándose llevar sin disimulo, todo en aquella habitación gritaba erotismo, desde las cálidas luces que adornaban la sala, hasta los apasionados movimientos de la bella dama que cabalgaba sobre él. Bien metido en faena, agarró uno de los rebosantes senos, y se acercó sus labios a este, dando, sin él esperarlo, un bocado al aire.

Abrió los ojos ante aquella bocanada al aire que tan extraña le había resultado, para sorprenderse al ver como, lo que había sido una sala de pasión y diversión, se fundía en la oscuridad de la nada, y se encontraba a sí mismo yaciendo sobre lo que sería una gélida cama de nieve. Antes de que se diera cuenta, el paisaje se extendía ante su mirada, llenando esas tinieblas con una tundra heladora, poblada de figuras heladas, árboles de cristal y enormes témpanos de hielo adornaban allá donde mirase. La luz solar reflejada entre tanta estructura polar, bañaban arco iris allá donde mirases, dando un aura mística y fantasiosa al lugar.

Incrédulo, el chico, intentando buscar explicación a lo que acababa de suceder, reconstruyó en su cabeza la sucesión de acontecimientos, como había pasado de estar gozando en una acogedora habitación, a encontrarse en aquel glacial escenario. Recordó la sensación de haber acariciado ese manjar, su mano había tocado algo en aquel momento, apretó su mano, y notó que había algo en ella, llevó su mirada, y en su palma se encontraba una canica. Extrañado la acercó para ver aquella esfera con más detenimiento, y en su cabeza, como si de psicofonías de otro mundo se tratasen escuchó una ¿canción?.

Una regla es simple, canicas has de acumular
y en cada despertar, tu bolsa has de soltar.

La confusión creció en el muchacho, y la situación solo podía ir a peor. Raudo y sin avisar, el frío hizo presencia en su cuerpo, podría decirse que al estar distraído su cuerpo lo había estado pasando por alto. Lo sintió, por cada uno de sus huesos, sin miramiento recorrió hasta el último de sus rincones, nunca había sentido algo así. La temperatura era tal que podría llevarse al otro mundo a cualquiera, incluso a los más preparados si se tomaban la situación a la ligera. Byron estornudó, y siendo consciente de que si no se ponía en movimiento moriría congelado, se levantó de un salto.

Entre tiritonas guardó aquella canica en el saco que tenía en su cintura y observó detenidamente la zona para elegir el lugar por el que moverse. En su cabeza seguía dándole vueltas a los versos que había escuchado, nada tenía sentido para él, parecía ser un simple juego macabro, matar, robar, canicas... Pero ¿cómo había sido transportado a ese lugar? Lo lógico, analizando los versos, es que más competidores hubiesen sido llevados allí, así que tarde o temprano se encontraría a otro pobre diablo como él.

Por lo pronto, lo mejor era subir a lo más alto para así tener una mejor vista de sus alrededores, y sin tiempo para quedarse quieto, pues no quería convertirse en una estatua de hielo, emprendió su camino hacia el monte.
#18
Atlas
Nowhere
Se presentó como Sidd, aproximándose a mí en el proceso y no sin antes confirmar que, tal y como yo sabía —aunque no sabía muy bien cómo—, la bolsita era especialmente relevante; crucial, de hecho, en lo referente a que hubiésemos llegado a aquel lugar. ¿Que qué era aquel lugar? Ésa era otra pregunta a mis ojos igual o más relevante que la primera, pero cuya respuesta se antojaba aún más difuminada.

Sidd estaba muy cerca de mí cuando las piernas le fallaron brevemente. No fue un momento de debilidad suficiente como para que cayese de bruces, pero sí para que su peso descansase sobre mí durante unos instantes. Debía ser el maldito frío, esa fiera siempre sedienta de sangre que también me mantenía preso entre sus fauces. Mis pies se hundieron algunos centímetros en la nieve cuando mi cuerpo recibió su peso, provocando que me encorvase hacia atrás en un ángulo que en otro momento hubiese catalogado como imposible para mí. No me caí de espaldas de puro milagro, pero cuando al fin mi inclinación se detuvo pude empujar a Sidd para que recuperase su posición.

—No, no me he topado con ningún rastro de vida viniendo hacia aquí. Eres la primera persona con la que hablo desde que aparecí. La verdad es que no tengo ni idea de qué es este sitio ni de cómo he llegado. Simplemente estaba aquí, de repente. ¿Tú puedes recordar algo más? —pregunté al tiempo que, aceptando tácitamente su idea, volvía a dirigirme hacia el río para reemprender la marcha sobre su superficie—. Yo no recuerdo haber escuchado nada que me dijese que la bolsa es importante. Cuando me encontré aquí me fijé en la ropa que llevaba, porque tampoco recuerdo haberla comprado nunca, y mientras la miraba me di cuenta de llevaba esto colgado de la cintura. He intentado quitarla de ahí para guardarla en un bolsillo, más segura, pero es imposible. Tampoco entiendo por qué, porque no veo nada que la mantenga fija. No está cosida al pantalón ni nada. Es todo muy extraño... —sentencié con claro tono de duda en mi voz.

Mientras tanto me iba dirigiendo de vuelta al congelado cauce del río junto a Sidd. Mis pasos eran lentos y pesados. En parte porque el frío progresaba cada vez más en mi cuerpo y lo forzaba a sumirse en un estado de entumecimiento ciertamente incómodo —por decirlo suavemente—. Por otro lado, tal y como había experimentado al aproximarme a la montaña, había varios metros entre la zona en la que me había encontrado al recién conocido y el río en los que la nieve había formado capas más gruesas. En esas zonas el terreno te obligaba a enterrar buena parte de las piernas para encontrar una superficie de apoyo que permitiese seguir caminando.

—Los ríos llevan al mar y, ya sea en la misma costa o antes, siempre se tiende a construir asentamientos cerca de fuentes de agua potable. Sí, yo también creo que si seguimos caminando por aquí acabaremos dando con un lugar en el que puedan ponernos un plato caliente por delante y una cama cómoda en la que descansar.

No obstante, en el ambiente flotaba una amenazante duda de la que ninguno se había hecho eco —al menos en voz alta—, como si enunciarla pudiese actuar como una suerte de reclamo a un ser superior para que la hiciese real. ¿Y si no existía ese oasis cálido en medio de la tundra? ¿Y si existía pero el frío terminaba de devorarnos antes de alcanzarlo, antes de verlo siquiera?

Esperábamos que no fuese así —al menos yo, y hubiese apostado la mano derecha a que Sidd también—  y, en el peor de los casos, el hecho de ir acompañados tal vez pudiese permitir que, en caso de desfallecer uno, el otro pudiese hacerse cargo de él hasta que consiguiésemos encontrar ayuda. ¿Estaba siendo demasiado optimista?
#19
Norfeo
El Poeta Insomne
— Buhaaaaaaaaaaaaaaa... — 

Ese largo bostezo no era más que una anticipación de que el gozo y la dicha terminaban, sacudiendo el suave abrazo del sueño que lo envolvía como un cálido manto poco a poco y algo engorrosamente. La luz del sol, filtrándose por las cortinas de hilo tejido, la danza del aire como un suave murmullo de noticias nuevas. Él se removió en su cama, sintiendo la suavidad de las sábanas que acariciaban su piel desnuda, una sensualidad que lo mantenía anclado en la pereza del despertar.

— Fuuuuuh... —

Con un suspiro profundo, Norfeo se giró lentamente, permitiendo que el mundo a su alrededor regresara a su mente aún aturdida. Las visiones de sueños lejanos se desvanecían, mientras él navegaba entre la frontera de lo onírico y la vigilia. El antifaz que cubría sus ojos parecía un recordatorio de que, aunque el día reclamaba su atención, el mismo elegía no admitirlo.

Después de un momento de contemplación, finalmente decidió que ya era hora de dejar atrás la ternura del lecho. Con un movimiento ágil, se sentó al borde de la cama, sus pies descalzos casi tocando el cálido suelo de mármol. La decisión de levantarse era solo el primer paso, así que se puso de pie, estirando los brazos hacia el cielo con un ligero gemido de satisfacción. 

— ¡Mmmmmmmm! —

Su figura desnuda se sentía libre y poderosa. Se dirigió a su armario aun sin retirar su antifaz, donde una serie de túnicas esperaban su elección. Eligió una túnica de tonos rojos y un par de prendas más, sin siquiera pensarlo solo extendiendo la mano hacia su interior. Después de vestirse, con un chasquido de sus dedos varios complementos se formarían alrededor de su cuerpo engalanando su figura.

Por fin, el aroma del desayuno empezó a invadir el aire, un recordatorio de la exquisita mañana que lo aguardaba. Él caminó hacia la mesa del porche, que estaba dispuesta con una elegancia que parecía sacada de un sueño. El mantel de lino blanco reflejaba la luz del día, y los cubiertos de plata brillaban, imponentes, esperando su llegada.

Se sentó con gracia, la espalda recta y sin retirar su antifaz. La bandeja repleta de manjares lo recibió: pan recién horneado, mermeladas caseras, quesos de textura cremosa y una copa de vino que prometía despertar hasta el más somnoliento de los espíritus. Con movimientos delicados, comenzó a servirse, disfrutando de cada bocado, dejando que los sabores lo transportaran a un mundo de sensaciones.

Finalmente tras llenar su estomago, portando la copa de cristal finamente entre sus dedos mientras el liquido carmesí en su interior danzaba con su andar. Sus pasos lo llevaron hasta una esfera o más bien una burbuja que iba mostrando en su superficie una serie de patrones eclípticos de colores danzando. Ahora si Norfeo portaría su mano hasta el antifaz de sus ojos retirando el mismo lentamente mientras su mirada incisiva se clavaba en aquella burbuja observando su interior.

— Veamos, veamos... ¿Dónde se ve más diversión? —



En la gélida y fría Tundra, varias personas se habían reunido y concentrado en el lugar. Independientemente de sus intereses, motivaciones, de si alguno estaba aferrándose al ultimo aliento, de si sus cuerpos eran cálidos como las brasas o fríos como la escarcha. Todos sin excepción sentirían un escalofrió en sus seres como si una mirada se hubiera clavado en sus almas. Y casi en el mismo instante en el cielo se condensarían grandes cúmulos de nubes negras como la obsidiana que no dejaban filtrar ni un ápice de la luz del astro rey, mientras un ligero retumbar se iba formando entre ellas...
#20


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 10 invitado(s)