Alguien dijo una vez...
Crocodile
Los sueños son algo que solo las personas con poder pueden hacer realidad.
[Común] [Presente] El gigante, la tullida, la sirena, el pícaro, el pato y el boxeador
Drake Longspan
[...]
La palabra puede ser un arma muy poderosa, tiene tanto el poder de sanar, como el poder de dañar. Capaces de transformar y cambiar el curso de la historia. Para Drake Longspan, aquellas palabras cambiarían su vida para siempre:

¡TODOSSS ESTARRR INVITADOOOOSS!

El rugido de las tripas sacó al muchacho de su trance, ahí se encontraba, a expensas de vender una jaula para pájaros de madera para poder sacarse algunos berries. ¿Cuánto llevaba sin comer? Quizá un día, puede que dos... Lo que estaba claro, es que no iba a dejar desaprovechar esa oportunidad de negocio. ¿A qué le iban a invitar? No lo sabía, pero si sabía algo, lo gratis es dos veces bueno.

Decidido, lanza su martillo hacia atrás golpeando una pared para su suerte lo suficientemente resistente como para no inmutarse del golpeo. Como un sheriff en una película Western, abre las puertas de par en par con sus brazos alargados, tardando más que un humano promedio en entrar, debido a la distancia de recorrido de sus extremidades.

Quiero toda la carta. — Dijo antes de tomar asiento. — Me invita él.

Estira su brazo en dirección a Hammond Venture, por el día de hoy, su mejor amigo. No fue muy difícil localizar el causante de aquella dicha, pues no paraba de hablar y festejar como si el mundo se fuera a acabar mañana, por no hablar de que en las otras mesas solo había gente extraña, un tanto peculiar, como mafiosos o...

«¿Eso es un pato comiendo una ensalada sobre un cojín? ¿Está hablando con un guepardo con la nariz inflada? ¿Es alérgico?»

El chico se pasa los vendajes por los ojos, quizás le había entrado algo de serrín en el ojo y estaba mirando mal. O a lo mejor el hambre había llegado a tal punto que estaba teniendo alucinaciones. El caso es que no iba a tardar mucho en adivinarlo. El olor a estofado inundó las fosas nasales del hombre de los brazos largos, el cuál cogió el cuenco y comenzó a sorber a cucharadas, haciendo ruido de ansiedad, digno de alguien que estaba al borde de la inanición.

Me gllamor, Dragkeg Loggggnspan. — Recitó con la boca llena, para él poesía, para ellos quizás heavy metal, tampoco le importaba, el caso era seguir comiendo. — A pagrtig de agora somos amigos.

Elevó su otro brazo a lo alto, casi tocando el techo, levantando el pulgar a modo de agradecimiento. La vida de un carpintero es muy muy dura, más incluso que su fruta del diablo. A quién se le ocurre asimilarse con las rocas cuando se trabaja con madera.
#41
Gavyn Peregrino
Rose/Ícaro
Bostecé profundamente mientras caminaba por las calles de Rostock, había dormido lo suficiente, pero no lo suficiente después de no pegar ojo por más de cuatro horas en cinco días, los viajes de isla en isla me agotaban, especialmente si eso incluía conocer personas nuevas, un barco nuevo, un viaje nuevo, aunque eso último entraba dentro de la rutina habitual, al igual que recorrer una isla nueva, aunque no era tan nueva, simplemente no tocaba puerto allí desde hace mucho tiempo, por buenos motivos además, uno de esos buenos motivos es que prefería estar apartado de la gente, o, mejor dicho, distanciado, lo suficiente como para poder estirar las alas cuan amplias eran. Algo que no podía hacer si estaba rodeado de personas que podían apretarlas, pisarlas, tocarlas, acariciarlas, entre otros, y siendo tan sensibles prefería que nada de eso sucediera en un plazo corto de tiempo… Tampoco en uno largo, honestamente, las consecuencias eran las mismas al final.

Entrelacé los dedos, estirando los brazos hacia adelante y luego hacia arriba, sintiendo las vértebras de mi espalda tronar suavemente, al igual que mis dedos, la última parte de mí que protestó fue mi estómago, pero no me tomaba desprevenido, siendo sincero, siempre sentía algo de hambre, y hace rato había decidido que un vuelo no me vendría mal. Un vuelo nunca venía mal, siempre que los cazadores no me confundieran con un pato e intentasen darme caza. Pero eso a mí no me había sucedido, para nada. Dejé las manos en mi nuca, caminando con pereza mientras esquivaba a las personas, retrayendo y desplegando las alas de a ratos para que no se entumieran, como sucedía con cualquier otra extremidad.

Me distraje por un momento al pensar que tendría que conseguir pronto un trabajo nuevo para largarme de la isla, no pretendía quedarme mucho tiempo allí, en absoluto, era un desafortunado accidente que el trabajo mejor pago me llevase hasta aquí, y aún no era una coincidencia porque era la primera vez en años que la visitaba. La brisa marítima me sacó de mi ensimismamiento momentáneo, ah, quizás también mi estómago exigente, que parecía estar en proceso de cometer autofagia. O amenazándome con esa posibilidad. Debí haberme quedado en la posada, pero salir a distenderme era mucho mejor que estar encerrado entre cuatro paredes que me causaban claustrofobia, si la tuviera.

Saqué del bolsillo interior una cajetilla de cigarrillos y armé uno rápidamente, llevándomelo a la boca mientras caminaba hacia un bar en el centro del pueblo, serviría. Encendí rápidamente el cigarro, dándole una calada, sintiendo el sabor a las hojas de frambuesa y abrí la puerta… Chocando directamente con la algarabía y los gritos del interior del bar. Lo que llamó mi atención por encima de todo…

¿Eso era un pato con corbatín?

Miré el cigarrillo que tenía en la mano como si tuviese todas las respuestas, y lo apagué, arrojándolo hacia afuera– Es muy temprano para esto.

Un pato bastante condescendiente, aunque por como ¿Vestía? Y por los guardias que lo llevaban, supuse que era un mafioso, o algo similar. Lo siguiente que me llamó la atención fue el gigante gritando que invitaba a todos… En ese momento perdí todos los escrúpulos que guardaba y me senté junto a un chico azabache de ojos cansados; Vesper; ¿Podía pagar toda la carta? Tal vez ¿Me iba a arriesgar, siendo que podía comer gratuitamente? Por supuesto, no hacerlo sería… Pecado.

Le hice una seña a uno de los camareros para pedir– Quisiera un plato de pollo al curry.

Noté que entre la mesa más bulliciosa se encontraba el albino con el que hablé el día anterior, esbocé una sonrisa divertida mientras analizaba la conversación desde la mesa cercana, prefería no entrometerme, después de todo formar vínculos con las personas no era de mi entero agrado, a menos que pudiera romper el hielo de alguna forma, cosa que evitaba a menos que fuese necesario o hubiese trabajo de por medio. Acomodé las alas apretadas en mi espalda y miré al chico con el que me había sentado, debía decir que una de las situaciones en las que se volvía necesario socializar era esta.

. – Este es un buen lugar para sentarse ¿Hmm? Ya sabes, para quedar en medio del fuego cruzado.
#42
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


¿Qué intenta? — Hammond se quedó prendado de la rubia. Si si, la coja. Parecía estar aceptando de buen gusto sus miradas y no contenta con eso, meneándose como una buena mujer de la noche. Venture arqueó la ceja izquierda. — Se está poniendo como una mona. — Se puso hacia atrás, mostrando lo que viene a ser la carne o lo que se dejaba ver. — Vulgar. — Pensó, rastreandola con aquellos azules ojos por todas las esquinas. — Pero tiene un viaje. Y dos. — Afirmó con la cabeza, dándole el visto bueno. — Para tener hijos claramente no, pero una noche no se la quita nadie. — Apartó los ojos de la mujer. La comida le esperaba. 

¿Cómo podía estar tan buena la comida? Hammond tragaba y tragaba, eran la mayoría platos pequeños, pero muy apañados. La mayoría ni siquiera tenían especias o algo particular, pero el sabor que tenía la carne ... En su punto, más cruda que otra cosa. Perfecta. Su invitación general no parecía haber caído bien en la pechugona mujer de cabello moreno. Le golpeó el brazo en señal de molestia. Se encogió de hombros ante su pregunta. ¿Necesitaba permiso para invitar a gente? — Es muy mandona, pero tiene la piel suave. — Fue en lo único en lo que pensó con aquel pequeño contacto.

Fue cuando Aigid le mencionó que dejó de comer. Se quedó con un buen trozo de muslo en la boca, escuchando. Era sorprendente la de gente de la zona que en menos de tres semanas le habían abordado para comentar que si él era extranjero, por favor, los sacase de aquella isla. ¡Cuando Hammond solo quería abandonarla pero no podía! El nórdico masticó con fuerza, negando con la cabeza en un acto involuntario. No quería decir que no quisiera ayudarla, aunque pudiese parecer lo contrario. Estaba intentando tragar. Se golpeó el pecho con el puño izquierdo y al final la comida pasó como debería. — Mujerrr ... — La apuntó con el dedo índice. — ¿No parresser que serrr prrrronto? — Enseguida cayó que no sería mala idea aprovecharse de ellos para que le ayudaran a salir de allí. — ¡Clarrro que no! — Se corrigió. — Si viajarrr por osseano, yo enseñarrr Elbaf, tierrra de gigantes. Crlock "La veniderrra". Horrrmjel "Mano Grrrande" y mucho másss. — El mismo Hammond notaba como el énfasis de sus palabras iba en aumento. Recordar a los gigantes. A su gente ... Le ponía melancolico y al mismo tiempo emocionado por un posible reencuentro.

El día solo iba a mejor. Claramente, pegó un subidón cuando ciertas palabras se colaron por las orejas de Hammond. El Bucanner escuchó atentamente un preciso "Tengo un barco y sé manejarlo". ¿Como explicarlo? Los pelos como escarpias. El escroto en tensión. El cielo se abrió, iluminando un sinfin de ideas que aparecían invisible sobre la cabeza de nuestro protagonista. Quiso levantarse, abrazar al hombre, subirlo a sus hombros, invitar de nuevo solo que esta vez a bebida y que Asradi pagara de nuevo. Quiso hacer muchas cosas. Casi que pasó inadvertida la presencia de un caballero de aspecto curioso. Incluso que el pato pudiese hablar. ¿Era raro? joder que si, pero cosas más extrañas había visto el Bucanner desde que marchó de Elbaf.

Hammond se levantó lentamente después de darle un último bocado a su vaca. Se acercó hacia Ubben. Su sombra tapó al hombrecillo. Lo tomó con ambas manos por la cintura y lo lanzó con todas sus fuerzas al cielo. — ¡HÉRRRROOEEEE! — Gritó, llamando un poco más la atención. El cuerpo de Ubben se elevaría prácticamente unos diez metros. Comenzó a descender con rapidez, pero Hammond aplacó la caída sujetándolo con sus gigantescos brazos. — ¡Nessesitarrr salirrr de isla! — Le gritó en la cara.

Rotaría con gracia su cuello, contemplando que la terraza en la que estaban se había llenado completamente de gente e incluso el local, que no tenía mucha capacidad, se llenó rápidamente, quedando la puerta del mismo completamente abierta y hasta obstruida. Varios niños chocaron con Chester Cheetony. Uno de ellos, especialmente cabezón, le golpeó sin querer en la entrepierna, intentando alcanzar a su amigo como podía. Realmente toda la maldita isla estaba ahí ese día.

"Amigos" es lo poco que llegó a sus oidos. — ¡Si, amigoss que sacarrr de isla de demonio! — Vociferó encantado de la vida.
#43
Asradi
Völva
Personaje


No, suficiente. Ahora se había apuntado hasta los recién llegados a comer a su costa. Solo por la invitación de Hammond. Le daban ganas de arrancarle la barba a pedazos. No le importaba lo atractivo que era, esa carismática sonrisa y esa forma de hablar tan graciosa. No, esta vez no. La sirena dió una palmada sobre la mesa cuando un nuevo tipo, de extraño aspecto, pidió el menú completo.

Ahora ya no había más que hacer, pagaría lo que había hasta ahora, pero...

Elevó la mano solo para agarrar por un trozo de la ropa a Hammond.

Si invitas a alguien más, te juro que te arranco tus malditos pendientes de hombre. — Le masculló, dirigiéndole una mirada de advertencia.

Luego volvió a beber. Tenía la jarra de cerveza llena,pero la bajó en unos cuantos tragos sin casi respirar. Menos mal que tenía cierta resistencia al alcohol. Ahora bien, comenzaba a sentirse bastante cohibida con la cantidad de gente que se había juntado en ese lugar. Por inercia, recolocó su falda tratando de que no se viese lo que había debajo. Y aún así escuchó la petición de Airgid. Eso era algo que no se esperaba en lo absoluto.

Airgid le había caído bien, se veía buena gente y simpática. Alguien brusca pero totalmente transparente. Asradi se mordisqueó el labio inferior. Hasta ahora había estado viajando siempre sola por obvias razones. No acercándose demasiado a tierra firme o pasando mucho tiempo en los pueblos por miedo a ser descubierta. Sabía que no toda la gente era mala, aquel grupo se lo estaba demostrando. Pero no podía dejar de ser cautelosa.

A mi me vendría bien salir de la isla, pero... — Jugueteó con la trenza de cabello oscuro, con una mano. Chasqueó la lengua, un tanto a disgusto. No con ellos, sino por las dudas en sí.

No pudo continuar pensando mucho más porque, de repente, Hammond agarró a Ubben como quien lanza un peluche al aire. Miró a su alrededor y suspiró luego.

No estoy segura de que me convenga viajar con vosotros. No me lo toméis a mal, parecéis buena gente. — Se lo dijo directamente a Airgid, señalando también a Ubben y a Hamond. Era con los que más había tratado hasta ahora, después de todo. Y, aún así, el tiempo no había sido suficiente. — Y no es por vosotros...

Estaba insegura, eso podía notarse sin tener que ser muy listo.

Contempló al resto, de reojo y recogió más las “piernas” contra la silla. El problema era, precisamente, lo que tenía debajo de aquella falda larga. El motivo de su enfermizo cuidado. Pero tampoco quería quedarse varada en ese lugar. No por siempre, claro.

Dirigió una mirada a Airgid, casi como si le pidiese ayuda de manera indirecta. ¿Por qué a ella? Bueno, quízás porque era la única mujer en la que podía confiar ahora mismo, en cierta manera.
#44
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


A Airgid solo le hicieron falta cinco minutos para zamparse su enorme hamburguesa funky doble, y eso que era grande como un niño pequeño, pero el apetito de la rubia era aún mayor. Quizás también se debía a los nervios que sentía. Pedir así como así a unas personas que acababa de conocer que le ayudasen a salir de la isla era bastante estúpido, poco coherente, precipitado. Pero le daba igual, sentía que no dejaba de recibir señales de que hiciera por fin caso a sus instintos, así que lo soltó sin más. El primero en responderle fue Hammond, que incluso le apuntó con uno de sus grandes dedos. Le reprochó eso mismo que ella ya había pensado, que era quizás demasiado pronto como para hacer planes con ellos. Abrió la boca para contestarle, pero rápidamente él mismo se respondió, contradiciendose a sí mismo en un segundo. Y empezó a hablar de su tierra, brevemente, pero mencionó que venía de Elbaf y que conocía a gigantes. ¡Gigantes! La cara de Airgid se iluminaba más y más a medida que el énfasis de las palabras de Hammond aumentaba. — ¡Me muero por ir allí! ¡Quiero conocer gigantes! — Era imposible no contagiarse de su entusiasmo al hablar de su tierra natal. Toda la emoción explotó en aquellos dos rubios cuando Ubben afirmó que no solo tenía un barco, sino que también sabía navegarlo.

Airgid sonrió enormemente, pero es que Hammond se puso en pie, tomó a Ubben entre sus grandes manos y lo lanzó al aire mientras gritaba el héroe que significaba para ambos. La mujer soltó una enorme carcajada, luego tomó su cerveza, se la bebió de un solo trago, se puso en pie -como pudo- y tiró la jarra vacía al suelo, dejándose llevar por la emoción del momento. — ¡POR UBBEN EL HÉROE! ¡OTRA RONDA POR AQUÍ! — Gritó con todo el aire de sus pulmones. Continuó gritando, vociferando, como una loba en una noche de luna llena. — ¡Salgamos cuanto antes! — Estaba preparada, llevaba preparada toda una vida. Entonces se dio cuenta de que Asradi no les estaba siguiendo para nada el mismo rollo. Notó su mirada, así que se la devolvió, intentando averiguar qué le ocurría a la joven para tener esa cara tan larga. — ¿No quieres venir? — Se sentó de nuevo en la silla. Decía que no era por culpa de ellos, ¿entonces? Airgid estaba confusa, era como si Asradi quisiera decirle algo con los ojos, pero no terminaba de entender de qué se trataba. — ¿Te ha bajado la regla? ¿Te traigo un tampón? — Le preguntó así, sin más. Bajó el tono, acercándose también a ella para hablarle al oído y que el resto no escuchara. — Cuéntame, puedes confiar en mí, quedará entre nosotras. — Le dedicó una sonrisilla dulce. En su cabeza se imaginó que debía ser algún asuntillo de mujeres. Se tocaba mucho la falda, ¿igual tenía algún problema más íntimo? En ese caso entendía que no quisiera rodearse de hombres en un viaje, pero ella le protegería.

No ignoró el hecho de que Ubben se había acercado al patito del cojín, ni que había aparecido lo que parecía ser un hombre medio tigre trajeado. Pero parecía un asunto bastante ajeno a ella, a pesar de que le resultaba tremendamente gracioso ver a esos dos animales tan formales. Pero Asradi le preocupaba y le interesa más en ese momento. Le caía bien, y a pesar de que acababan de conocerse, le sabría mal si no les acompañaba.
#45
Vesper Chrome
Medical Fortress
Al final, no podia quedarme de brazos cruzados cuando alguien hacia algo como eso, invitó a todo el restaurante, como si estuvieramos nada mas que en un bar, en una barra libre, me cae bien la gente asi, que no le tiene miedo a sobre pasar las cosas normales que tienden a pensar y hacer los humanos. — Que sean cuatro patos por favor. — Indiqué al mesero mientras señalaba al grandulón. —Ya escuchó, el invita. — Y que bueno que invita, realmente no tengo dinero de mas, entrar a este lugar me cayó como anillo al dedo.

He pensando durante un tiempo, que un hombre sin modales, pues simplemente no es un hombre, alla en el North Blue, donde el frio es el dia a dia, la nieve tu amiga y el fuego el amor platonico de muchos pobres, es el lugar donde precisamente los modales no estan, pues, a la orden del dia, pero el ver a un hombre comer como si no hubiera un mañana era algo que no se veia todos los dias, los mas adinerados comen en lugares exclusivos, y los que menos tienen a penas les alcanza para comer, pero si conozco perfectamente de un grupo en particular que comen hasta saciarse, y lo sé a ciencia cierta por que yo soy parte de ellos, Los piratas.

Pero a pesar de ese titulo, esa faccion a la que pertenezco de las muchas que hay en este mundo, sigo siendo un hombre respetable, por ello me levanté de la mesa para dirigirme hacia el grandulón. — Gracias por la invitación, mi nombre es Vesper Chrome, soy un medico del north blue. — Observe a las chicas brindandole una muy leve sonrisa. —Despues de comer tanto quizas necesites un medico, es lo menos que puedo hacer por tu gran amabilidad. — No esperaba una respuesta de parte del gigantón, mucho menos de las chicas, lo importante era presentarme y darles la impresión de que realmente estoy agradecido, pues parte de esa comida podré llevarla conmigo hasta durar unos dias.

—Bueno, parece que la comida de hoy va a ser más interesante de lo que esperaba — dije, levantando ligeramente la copa que había en la mesa cercana, sin siquiera saber si era mía — A tu salud, grandulón. — Volví a mi mesa, consciente de que, aunque el hombre no hubiera respondido, mi intención de mostrar respeto y gratitud había quedado clara. Me senté de nuevo, esperando el banquete que estaba por venir. Mientras tanto, mi mente seguía trabajando en el plan para los próximos días. Después de todo, un médico pirata no puede darse el lujo de relajarse demasiado, incluso en momentos de aparente calma.

El mesero regresó con los cuatro patos que había pedido. Mis ojos se iluminaron al verlos. Esa comida iba a ser un festín, y tenía la intención de disfrutar cada bocado. Al fin y al cabo, uno nunca sabe cuándo será la próxima vez que se podrá dar un banquete como este. —Gracias, grandulón— murmuré mientras comenzaba a servir. Pero antes de probar la comida, tomé un momento para observar a la multitud en el restaurante. Los rostros de los comensales, los murmullos, las risas… Todo parecía tan normal, y a la vez, tan extraño para alguien que ha pasado tanto tiempo en alta mar.
#46
Ubben Sangrenegra
Loki
Personaje


Aquel simpático y nada apático pato no tardó en reconocerlo. —Así es— afirmó Ubben, asintiendo con la cabeza cuando Mc Duck le preguntó si era Ubben Sangrenegra. La verdad es que no esperaba que el pato hablara tan pronto, pero, dado que estaban en medio de negocios, eventualmente tendría que hacerlo. El bribón de ojos dorados quedó pensativo ante las palabras del pequeño y blanco pato que se encontraba en la mesa de al lado. —¿Invitado?— preguntó con cierta incredulidad, sin estar del todo seguro de a qué se refería.

Antes de que Mc Duck pudiera responder, alguien desde el fondo del local pidió todo el menú disponible y, además otro chico de cabello oscuro solicitó cuatro patos. Se escuchó un agradecimiento dirigido a Hammond, acompañado de una exclamación de amistad hacia él. Ubben no pudo evitar mirar lentamente hacia Asradi, con una expresión de evidente preocupación por los bolsillos de ambos. Ya se había decidido a pagar por la mitad de la comida, pero el grupo le agradaba lo suficiente como para hacer ese sacrificio, a pesar de lo paranoico que solía ser al conocer nuevos grupos de personas. Mientras observaba a Asradi, vio de fondo una melena rubia y unas alas blancas entrando al bar... no había duda, era el chico de la noche anterior, Gavyn Peregrino.

Justo cuando iba a llamarle para invitarlo a su mesa, Ubben levantó la mano y abrió la boca para hablar, pero su intento se vio interrumpido abruptamente. —¡Gav...YYYyyyYYYyyynNNnnn!— el nombre del chico rubio resonó en un tono que comenzó siendo amistoso, pero terminó en un grito de sorpresa cuando Hammond lo sujetó por la cintura y lo lanzó por los aires, exclamando "¡Héroe!" con gran entusiasmo. Como si fuera un gato, Ubben se acomodó en el aire, buscando evitar caer sobre la comida o sus compañeros de copas. Su caída fue detenida nuevamente por Hammond, quien lo atrapó en el aire, y, con una alegría desbordante, gritó en su cara que debían salir de la isla cuanto antes. Por supuesto, la efusiva rubia no se quedó atrás y Airgid también comenzó a gritar "¡Héroe!" mientras pedía otra ronda.

Asradi, por su parte, inicialmente parecía interesada, pero luego se detuvo y rechazó con elegancia y cortesía la invitación para navegar juntos. Ubben no tenía intenciones de forzar a nadie y no iba a insistir en el tema; sin embargo, Airgid se acercó a la pelinegra para conversar en privado. Mientras Hammond aún lo sostenía en brazos, Ubben vio llegar a Cheetony, el extravagante cheeta adicto a los cheetos. Aunque su apariencia podría resultar cómica, Cheetony era un tipo influyente y poderoso en el bajo mundo, y parecía estar allí para hacer tratos con Mc Duck.

Ehhh, gigantón—dijo Ubben a Hammond, mirando un poco incómodo por estar todavía en el aire. —¿Te molestaría bajarme?— preguntó con una pequeña risa. Justo en ese momento, los callejones cercanos fueron bloqueados por hombres y mujeres de traje. La calle principal también fue cortada por personas con trajes negros y gafas oscuras; para Ubben, estaba claro lo que sucedía: venían peces gordos. —Chicos... no quiero asustarlos, pero viene gente un poco peligrosa...—dijo mientras observaba cómo cuatro figuras se acercaban, cada una más extravagante que la anterior.

Un Mink Elefante vestido con un traje ajustado repleto de implementos, al punto de parecer una parodia de un espía de principios del siglo XXI, caminaba al frente. A su lado, un Mink Tigre cuya única vestimenta era un pañuelo rojo en el cuello avanzaba con aire despreocupado. Ambos caminaban por la mitad de la calle, como si no les importara en lo más mínimo haber bloqueado el paso en una avenida principal. Por el otro lado, un Mink Mono vestido de manera completamente casual, con shorts, una camiseta con la palabra "COCO" y una gorra, se acercaba con paso relajado. A su lado, un Mink Perro vestido de samurái, portando una katana en el cinto, caminaba con paso firme.

Las miradas de ambos grupos de Minks se encontraron, y la tensión en el ambiente se hizo palpable mientras se reunían de manera amenazante justo frente a la terraza del local. —Pero si no es el impostor más grande de la historia,— dijo el Elefante con desdén, mirando al Mono. Una vieja disputa salía a la luz; el Mono era el patrón de un imperio del bajo mundo dedicado a mover una extraña droga chocolatada llamada "Choco Krispies", mientras que el Elefante también era un capo de un imperio similar, cuyo producto, una droga chocolatada conocida como "Choco Krispis", sonaba prácticamente igual pero se escribía de forma diferente. La rivalidad entre ambos era evidente.

El Mono miró al Perro a su lado y preguntó con tono aún más despectivo, —¿Conoces a este aparecido?— El Perro, sin perder un segundo, miró al Tigre con la misma desdén que el Elefante mostraba hacia el Mono y respondió —No, señor... pero ese de ahí se parece a la alfombra de mi casa.— La tensión se podía cortar con un cuchillo, y estaba claro que una gran confrontación estaba a punto de desatarse.

NPCs
#47
MC duck
Pato
Personaje


Duck miro de forma furibunda al tipo que pidió 4 patos, ya no sabía si lo había por dañar o por mero sadismo, pero intento que aquello no lo afectase, los humanos tenían un humor jocoso, si dejaba que le afectase lo harían con más ganas. Son así de crueles, eso lo había tenido que aprender a base de golpes.

—UFFfff... Mis Cheetos!... 
Se quejó Chester Chetony cuando un niño cabezón golpeó sus bolas con la cabeza al pasar corriendo, algo que preocupo al pato, pero el niño no perdió la cabeza en el acto, algo que podría hacer el mink, de querer, pero tal vez el cheeta era demasiado compasivo con el niño, o estaba colocado de Cheetos... Duck, más aliviado, escucho que aquellos piratas hablaban de salir de la isla y recorrer los mares, al menos parecían saber divertirse, y si de verdad tenían un barco y dinero para gastar, seria interesante ver que podían hacer por el.

Pero tuvo que dejar de pensar en eso, por qué más invitados llegaron, invitados de gran peso en el mundo criminal, los que cortaban y reparten las sustancias como "chocolate", en el mal sentido, por el East Blue.

Un Broker estrella allí era como ver un famoso en un bar, pero ¿Ver a 3 de ellos en un mismo local? Era como presenciar un evento histórico ocurrir en un McDonald's. Algo así no pasa normalmente.

—¡Ya ya ya! Dejad de mediros la cola- dijo Chester al resto de eminencias del inframundo que habían coincidido en ese lugar de ¿Casualidad?- He venido de charleta, no a un show.
—Ya, por eso hemos venido a tierra de nadie...
El que hablo fue Tony garracortada, según se decía, el mink tigre había limado sus dientes y garras para parecer más "amigable" con los humanos y no lo vieran se forma "tan" aterradora.
—vamos a partiendonos la cara, es hora del amor no la guerra.
MC Duck intervino en ese momento y quedó claro cuál era su puesto en todo aquello, era un simple intermediario.
—Lo que quiere decir Chester, es que lleváis en guerra demasiado tiempo, y como sabéis ... - pato midió sus palabras, con cuentagotas, el no era nadie en esa reunion- Hemos venido a pactar un alto el fuego, entre todas las bandas, el inframundo lleva dividido demasiado tiempo por vuestras disputas.

Cheetos, chocolate, Choco Krispies, ... Indiferente del nombre de la sustancia, cada uno de estos tenía el control de un mercado que colicionaba con el vecino, las islas en el east Blue eran limitadas, y los adictos rara vez se volvían adictos de diferentes sustancias, eso significaba que había una guerra feroz por ver quién controlaba cada isla, lo que se solventaba con guerra de bandas, y la guerra de bandas atrae a la marina. O solo gobernaba uno, o hacían las paces y se dividían el East Blue de forma equitativa.

Estaban aquí para firmar la paz, eso claro, si la paz era posible para empezar, todos habían acudido a una isla fuera del control de los demás y a un lugar público, en teoría desarmados, aunque entre Minks no es que llevar armas significará mucho. MC Duck no era muy relevante en el inframundo, y se le antojaba divertido a Chester Cheetos, tal vez por eso estaba de mediador. Pero los Minks no se lo pondría fácil.

—Siempre y cuando me quedé con las islas Gecko.- inicio Melvin el chocolatado- no tengo problema en parlamentar
—¡No! Islas Gecko es de mi territorio, es mi mejor comprador.
—Claro Mono, por qué yo hice famoso "Choco Krispis", y tú copiaste mi marca
-pero mi marca de vendió más.... ¿Que culpa tengo yo de eso?
Naturalmente esa no fue la única discusión, de la mesa, pues el tigre Tony y el perro Pico se miraban furibunda mente.
—¿Eres sordo perro? Había que venir sin armas.
Dijo Tony mira do la espada Samuray del perro quien contesto con tono mordaz.
—No acudiré a una reunión desarmado frente a un karateca...
MC Duck trago sonoramente, no sabía bien por qué lo habían traído aquí en primer lugar, pero debía mediar entre gente que lo podía altar en un suspiro, aunque tampoco es que pudiera negarse.

Pero mientras todos, discutían, en el exterior del local, varias fuerzas uniformadas de negro, empezaban a llegar desde diferentes direcciones, mientras empezaban a recargar sus armas automáticas, preparaban nunchakus o empezaban a des-anillar sus granadas, alguien había roto su palabra y el local estaba a punto de ser asaltado.

El asunto se estaba poniendo peligroso.
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#48
Drake Longspan
[...]
Todo parecía en orden, era un gran día, le habían invitado a comer, las sombras jugaban sobre las mesas de madera mientras los clientes charlaban animadamente, había un pato sobre un cojín, era cierto, pero hasta ahí. Drake Longspan disfrutaba de un bien merecido descanso de su infructuosa vida como carpintero y luchador callejero. Frente a él, un humeante plato de estofado esparcía su aroma embriagador, una mezcla de especias y carne tierna que prometía satisfacer el apetito más voraz. La vida es bella.

Sin embargo, la tranquila atmósfera de la taberna fue interrumpida abruptamente. La puerta se abrió de golpe, y una banda de mafiosos minks irrumpió en el local, sus ojos feroces y su actitud amenazante. Los murmullos se apagaron instantáneamente, y un silencio tenso se apoderó del lugar. Drake alzó la vista, evaluando la situación con un vistazo rápido. No era un hombre que se dejase intimidar fácilmente, pero tampoco era un tonto que buscaba peleas innecesarias.

«No es mi pelea, no les debo dinero todavía.»

Con una serenidad inquebrantable, tomó su plato de estofado, asegurándose de no derramar ni una gota de su valiosa comida. No había llegado tan lejos en la vida sin saber cuándo era prudente retirarse, si se podría decir lejos. Mientras se levantaba, su mirada se posó en el patio exterior, donde un grupo de personajes inusuales lo observaba con evidente curiosidad. Eran un conjunto variopinto, individuos de aspecto peculiar que destacaban incluso en un lugar tan ecléctico como esa taberna.

Drake, con su característico estilo, sacudió su brazo como un muñeco hinchable junto a su cabeza como modo de saludo. No era de los que ignoraban a las personas que le invitaban a comer gratis, pero tampoco era el momento para una charla casual. Podía sentir las miradas inquisitivas de los extraños minks sobre él. 

Pero el joven carpintero sabía que la experiencia enseñaba lecciones que no todos estaban dispuestos a aprender: no todas las victorias se ganan con una katana en la cintura.

Con paso firme, se dirigió hacia la salida, manteniendo la compostura mientras los minks comenzaban a desplegarse por la taberna, buscando provocar algún enfrentamiento. Él, sin embargo, no tenía intención de caer en su trampa. Cruzó el umbral de la puerta y sintió el sol cálido del mediodía sobre su rostro. Afuera, el bullicio del pueblo continuaba, ajeno al conflicto que se desarrollaba en el interior.

Antes de alejarse, lanzó una última mirada hacia la mesa del patio, centrando su atención especialmente en aquel grande con pinta de vikingo, quizás fuese un hombre de negocios, iba tan bien acompañado, manteniendo una distancia prudencial, se quedó cotilleando la escena desde fuera de la taberna.

En este caso, lo que importaba era un delicioso estofado que aún humeaba en su mano, y la certeza de que había evitado una pelea innecesaria. Una retirada a tiempo, en verdad, era una victoria, especialmente con comida gratis.
#49
Alzeid
Noroi
Habían pasado varias semanas desde que Alzeid llegó a la Isla Kilombo. Era extraño volver a aquel lugar en donde tantas cosas sucedieron y para las que todavía no ha encontrado ningún tipo de respuesta. Doce años después de lo que todo el mundo consideró 'una masacre', Alzeid volvía para intentar descubrir más sobre lo que motivó sus estudios iniciales. ¿Habrá sobrevivido alguien? ¿Hubo repoblación y la banda de los Pecados Capitales renació? ¿Había sido todo un sueño? Alzeid no tenía respuestas, pero tampoco resultados contrastables que arrojasen luz sobre la naturaleza humana. Seguía sin saber qué era la felicidad, la tristeza, el amor o la simple nostalgia, un sentimiento que probablemente ahora estuviese experimentando por haber vuelto a lo que hacía años había sido su hogar. Pero su interior estaba completamente vacío, desprovisto de cualquier cualidad humana. – No hay rastro alguno de vida humana en este lugar. Afirmo. – Agarró con su mano derecha una piedra que parecía haber formado parte de una construcción hogareña tiempo atrás. En ella, observó una serie de pintadas borrosas, afectadas por el transcurrir del tiempo. – Alzeid reconoce estas pinturas. Forman parte de la historia de los Pecados Capitales. Evidentemente. – Toqueteó la piedra por varios lugares hasta que la dejó reposar en el lugar en donde la había encontrado. Frente a él, una llanura completamente cubierta de escombros, de maleza que brotaba por cada esquina y de restos de lo que un día fue un poblado habitado por más de cien personas. Doce años antes, la historia de la banda había encontrado su final. Sin embargo, para Alzeid eso supuso el inició de sus investigaciones. Sacó un cuaderno con el que siempre viajaba y apuntó un par de datos que, a su parecer, eran interesantes. – Los Pecados Capitales han desaparecido. No han resurgido. No se encuentran signos de vida. No se han erigido construcciones humanas para el duelo o la pérdida. No hay información relevante para el estudio sobre las emociones humanas. Concluyo. – Cerró la libreta de un golpe y volvió a guardarla en su mochila. Sacó uno de sus abanicos y comenzó a abanicarse. Además de para el combate, también tenían otra serie de utilidades. Segundos después, Alzeid continuó su camino hacia el interior del pueblo de Rostock. Allí, donde cualquier humano perteneciente de la banda hubiese llorado, Alzeid tan sólo había anotado conclusiones empíricas relevantes para su estudio. Lo único que le motivaba a continuar con la jornada iniciada hacía ya doce años. 

No pasaría mucho más de una hora hasta que cruzó la entrada del pueblo. La señora de cabellos blancos que siempre recibía a la banda de forma grotesca lo saludaría muy amablemente, ignorando a quién le estaba dedicando aquel gesto. – ¿Por qué estás haciendo eso con la mano? ¿Acaso ya no me temes? Pregunto. – La miró fijamente, intentando comprender qué pasaba por su cabeza. Pero no recibió ninguna respuesta por su parte, por lo que continuó caminando. Pasarían un par de segundos cuando escuchó una voz de tono elevado hablando sobre los pecados capitales. Pero simplemente lo ignoró. En su camino, varias personas compartían espacio, verbas, chistes, momentos especiales... todo tipo de cosas que él no era capaz de comprender. Se fijaba en cada gesto, cada detalle, cada palabra, intentando descifrar qué se escondía detrás de la conducta y de la naturaleza humana. – Cuando estás feliz hay que sonreír. Afirmo. – Miró hacia el lado contrario. – Cuando te ríes fuerte, tienes que limpiarte la cara. Observo. – Eran anotaciones verbales, pero gestos que previamente había apuntado en su libreta en otras ocasiones. 

Sorprendentemente, los pasos lo llevaron hasta una pequeña taberna en la que un grupo no muy pequeño de personas estaban a punto de compartir una comida. Se escuchaban voces más altas que otras, risas de fondo, algunos quejidos y otros tantos chistes que nunca comprendería y que tampoco le interesaban. Pero, entre esas personas, una silueta captó su atención. – Las probabilidades son muy elevadas. Analizo. – Mantenía la mirada firme en un pequeño grupo, en donde una de las mujeres parecía ser familiar. – Existen un 95% de probabilidades de que la persona sea ella. Concluyo. – Comenzó a caminar hacia la mesa, haciéndose paso entre el resto de comensales, y se situó en uno de los extremos de la mesa en donde ella se encontraba. – Las probabilidades ascienden al 100%. Eres Airgid Vanaidiam. – Sacó su libreta. – Humana. 180 cm. 75 kg, dato variable. Nacida en otoño. Entre 20 y 30 años en la actualidad. Observo. – Guardó su libreta nuevamente, mientras mantenía la mirada todavía en ella. – No hay duda. Entonces, saludo. Concluyo. – Movió la mano de un lado a otro, como el resto de humanos solían hacer en estos casos.
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