Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [Presente] El gigante, la tullida, la sirena, el pícaro, el pato y el boxeador
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Personaje


Ser de mi especie significaba ser marginado en muchos casos, especialmente entre los skypean o los lunarian, no era ni parte de una de las especies ni parte de la otra, pero al mismo tiempo si, eso significaba ser un solarian. Mientras que para otras razas era más similar a un pavo real albino, el facsímil de un lunarian con color de alas incorrecto, algo así como una pintura muy bonita que observar. Aunque, en muchas ocasiones, me había encontrado con personas que, por un motivo u otro, preferían ignorarme, y dudaba que evitarme o desestimarme estuviera relacionado con lo que era, quizás más por cómo me comportaba, pero eso daba igual, las personas no necesitan un motivo para dejarte al margen. Por lo que cuando el hombre al lado del que me senté ni siquiera me dirigió una palabra o una mirada, sino que decidió pasar de mí por completo, recogí los hombros ligeramente, acostumbrado a los destratos de la gente, consciente ahora de que no valía la pena comunicarme con él.

Me centré primero en el mesero que se acercó con mi plato de pollo al curry y una jarra de limonada con jengibre y menta, porque ya había bebido suficiente cerveza la noche anterior, mi sistema no necesitaba más, además, volar ebrio nunca era la mejor idea. Estuve ensimismado por unos momentos, recordando, o intentando recordar, la última vez que volé después de beber, me llevé la jarra a los labios cuando escuché un grito, o varios gritos, pero uno de ellos fue los suficientemente agudo, y lo suficientemente similar a mi nombre, para llamarme la atención. Elevé los ojos, estupefacto, viendo un peludo blanco vestido negro volar por el aire, luego noté que debajo estaba el grupo ruidoso compuesto por el gigante, la rubia, una mujer azabache y…

Allí noté que el peludo vestido de blanco era Ubben Sangrenegra, siendo arrojado por el gigante como quien arroja a un bebé para jugar con él sin saber que puede causarle daño cerebral permanente. Había tantos síndromes en una sola escena que no necesité preguntar si estaba bien. Bebí un sorbo de mi limonada, contemplando la situación, que no podía ser otra cosa más que el karma haciendo de las suyas después de lo que sucedió la última vez que hablamos. Esbocé una sonrisa divertida, moviendo mis alas mientras mis plumas se esponjaban de satisfacción, solo para reducirse un momento después.

Me detuve a observar mejor a los acompañantes del albino, el gigante rubio y musculoso que parecía ser un vikingo, el cual había arrojado al peludo apócrifo al aire; la mujer rubia que arrojó una jarra al suelo, sobresaltándome ligeramente, y que al parecer tenía dificultad para moverse; otra mujer azabache que lucía incómoda, no estaba seguro de sí era por la situación o por algo personal, ya que no me había molestado en observar a nadie en detalle, excepto al pato. Se me hacía imposible no observar al pato, no solo por el corbatín y el cuello de la camisa, ni siquiera por los guardias… Sus plumas… Sus plumas eran muy atractivas. No había una sola imperfección, una sola torcedura, eran esponjosas y bien cuidadas. Me acicalé las plumas antes de acercarme a la mesa más estrambótica que había visto en mucho tiempo.

. – Creo que la imagen que tenía de ti acaba de cambiar completamente, Apócrifo. –Me reí entre dientes mirando al hombre en brazos del gigante– ¿Tus amigos?

Antes de poder decir nada más mis plumas se esponjaron, así las alas lucían mucho más amplias de lo habitual, cuando noté que un cheetah de hocico largo y prominente entraba al lugar, el mink al parecer conocía al pato… Y no era el único, ya que la advertencia de Ubben cuando los callejones y la calle principal fueron rodeados hicieron que le eche una mirada plana al hombre antes de volver mi atención hacia los cuatro minks que se abrían paso por el bar como quien separa las aguas del mar. Ninguno de los cuatro parecía venir en son de paz, más bien, todos parecían en pie de guerra. No estaba seguro de quienes eran cada uno de ellos, pero no necesitaba ser muy avispado para conectar los puntos, y las palabras del pato solo lo confirmaban.

No me agradaba para nada la tensión en el ambiente, mucho menos quedar en el fuego cruzado. Pensar que lo había mencionado hace un momento en broma y ahora al parecer estaba en medio de un no tan posible alto al fuego entre bandas del inframundo. Podría haber cerrado la boca.

Por instinto mis ojos se dirigieron a las salidas más cercanas, por si acaso, pero con el bar rodeado no había donde ir. Como siempre, el cielo era el mejor lugar para estar, pero no quería conocer el metafórico, ese en el que no creía, tan pronto.

. – Menudo montón de mierda en el que estamos... –Murmuré.
#51
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Personaje

La emoción en el rostro de Hammond, era la respuesta, esa que estuvo buscando durante días y días. Isla Kilombo ya no era una apacible isla, estaba muy cerca de convertirse en una cárcel. Y es que en un mundo donde navegar era tan importante, alguien que no supiera hacerlo necesitaba dos cosas; La primera, dinero y si no tenías esta primera para pagar algún servicio de embarcación, solo te quedaba la segunda; Ser más listo que los demás. Uno era "más listo" que los otros cuando se aprovechaba de situaciones, que te sacaba un beneficio de lo que sea, da igual el nivel de moralidad que podrías necesitar para lograrlo. Esos siempre conseguían avanzar, mientras que los estúpidos como Hammond primero lo intentaban por las buenas. Aunque estuvo muy cerca de pasarse al segundo grupo en más de una ocasión. Asradi no estaba contenta. Sus comentarios emanaban un aura muy diferente al de la mayoría. En general, el jolgorio se extendía como los rayos en el cielo cuando hacía tormenta, pero no para ella. 

A su primer tirón de orejas hacia Hammond se unió que no parecía muy interesada en embarcarse con el grupo, por lo menos, para salir de la isla. — Es muy insegura. — A diferencia de la rubia, ella era un terremoto de buenas sensaciones. Pero claro, cada uno era un mundo, con sus circunstancias y momentos concretos, juzgar a alguien por situaciones sería tan estúpido como intuir que Hammond era cortito porque no hablaba bien una lengua insulsa y básica como la que casi todos los humanos compartían. Cuando Venture estaba a punto de comentar algo, intentar levantarle la moral o algo semejante, Airgid habló. — ¿Rrregla? — Bajó de forma inmediata a Ubben, pesaba tan poco que ni se acordaba que estaba encima de sus brazos. — En mi no poderrr ponerrr confiansssa. — Dijo con franqueza. — No conossser, ¿quién no dessir que yo serrr loco? — Se apuntó a la cabeza. Después al cuerpo. No dijo más, tan solo dejó que los demás leyeran que quiso decir. Un tipo tan grande como el, que hablaba tan raro, cualquiera de primeras pensaría que quizás era un chalao. Asradi tenía miedo entorno al poco conocimiento de los personajes allí unidos, ¿cómo no entenderla? sí, su falta de valentía no era algo de admirar, pero sí saber cuando ser precavida.

La presencia de un pequeño hombre se aproximó a Hammond. El nórdico hizo un gesto con la cabeza agradeciendo el agradecimiento. Aunque realmente él no tuviera nada que ver, la que invitaba era otra. Decía ser un médico del North Blue. — El North Blue ... — Se estaban juntando personajes de zonas muy dispares. — Goegglee Chrrrome. — Pronunció con dificultad. De hecho dijo otro nombre. — Yo serrr Hammond Venturre. Esperrar que distrutarrr de comida. — Miró hacia la apenada mujer que decidió no aprovechar el viaje en barco por desconfianza. — Ella serrr como tú. — Realmente no sabía si Asradi era médica, pero fue la que curó a Hammond cuando lo necesitaba. Quizás si la mujer hablara con uno de su propio gremio ... Quizás ...

A todo esto, la aparición del "gangster" mink, parecía estar ayuentando a los civiles que se agarraron a la invitación como locos. Los personajes protagonistas quizás no le conocían, no eran de la isla, pero los demás sí. Pronto aparecieron más, solo que esta vez Ubben daría el aviso de que quizás, la cosa se ponía fea. — Hammond no assustarrr, amigo. — Le comentó, esbozando una pequeña sonrisa. Caminó varios pasos hacia atrás y elevó su gigantesco mandoble. Posando el mismo sobre su hombro izquierdo. El arma se le cayó al levantar tan efusivamente anteriormente.

Eran animales parlantes, minks. Aparecieron de todas partes. Si bien no daban la sensación de ser un problema para Hammond y compañía, sí que estaban muy enfocados en aquel pato. — Ubben. — Pronunció con seriedad esta vez. — ¿Prrroblema? — Apretó la mano que sostenía a Rompetormentas con fuerza. El pato y Ubben parecían ser compañeros, hablaron como tal. Daba igual la relación que tuvieran, la tenían y proteger al hombre que les sacaría de allí era casi obligado.

Tan solo al levantar a Rompetormenta, los músculos de Hammond reaccionaron en coordinación. Su cuerpo se activaba con facilidad al levantar peso y el mandoble era de puro acero, medía dos metros y pesaba como su puta madre. Era el ejercicio que necesitaba para notar el alivio suficiente. Adoraba levantar peso, hasta el punto que si no lo hacía durante mucho tiempo, se ponía nervioso y comenzaba a hacer cosas sin sentido. La discusión entre los minks resultó en que ya no quedaban apenas civiles en la terraza, ahora solo se veían hombres de negro armados. ¿Estaban esperando el momento adecuado? Fue sutil, Hammond era tan alto que pocas personas paraban a mirarlo a los pies. Por estos comenzó a emanar un gas verdoso, de un olor exquisito. Este se fue extendiendo relativamente rápido. Para cuando la gente cayera en que estaba presente, ya se encontrarían dentro del óxido Nitroso. Y tan sutil, el nórdico, que tenía justo delante a Ubben, tomó la cara del hombre con su gigantesca mano. Le tapó boca, nariz, bueno, todo. — No rrrespirar ... Contenerrr... — Le susurró como el que no quiere la cosa. Contempló cómo su habilidad abarcaba cierta distancia, pero no llegó hasta un tipo que asomaba en la taberna, de brazos extramadamente extensos y un plato de comida en las manos. El gas frenó justo a sus pies, la habilidad no tenía la capacidad de prolongarse más, así que fue un poco coito interrupto. — ¿¡Hm!? —Bufó, mirándolo. ¿Era enemigo? 

La última presencia en dejarse ver, por lo menos en la que el nórdico enfocó sus ojos, fue en un tipo rubio, con unas alas que le daban la imagen de un ser mitológico, acompañado por esos… Ojos. Hubo un segundo, nada, una milesima de segundo, donde Hammond se quedó prendado. Eran dorados, ojos dorados que brillaban con fuerza. La imagen de Crlck le vino a la mente, uno de sus viejos amigos. Habló, pero no podía detenerse en todo el mundo, debía actuar cuanto antes. 

Tuvo una idea repentina ... ¿Cómo no se le ocurrió antes? ¿y si se iba con Ubben? ¿y si los dejaba a todos tirados y ambos escapaban? no conocía mucho a los presentes. La rubia y la morena, el dúo de mujeres que le salvaron la vida ... Con ellas si tuvo una cierta conexión, sobre todo sexual. Pero la conexión con la inmensa mayoría de mujeres mínimamente atractivas se iba a lo sexual, ¿qué les hacía especiales? las miró, probablemente como comenzaban a cabecear. Aquel gas generaba unas confusiones terribles, normalmente haciendoles ver cosas que no eran verdad, no discernir que tenían delante o simplemente mareos y cansancio intermitente. Es decir, objetivos fáciles.

¿Y si de verdad sí que eran especiales? las dudas eran las peores compañías.


info y akuma
#52
Asradi
Völva
Personaje


Definitivamente se sentía bastante incómoda. Y no era por ellos, precisamente. Airgid había demostrado ser una mujer amable y efusiva. Era de esas personas que burbujeaban felicidad por los poros. Y eso era como un soplo de aire fresca para ella. Hammond tenía sus cosas, pero parecía ser un buen tipo. Y Ubben... Bueno, de Ubben todavía no podía decir mucho. Además de que se había comenzado a juntar bastante gente. Eran todos de la superficie, a juzgar por sus formas y maneras. También había un chico alado, uno que también se había aprovechado de comer gratis y ahora se iba con plato y todo entre las manos.

Menuda cara... — No pudo evitar pronunciar. Aunque, a decir verdad, ella haría lo mismo si se encontrase en esa situación.

Sonrió apenas, divertida, casi olvidándose durante un momento de su pequeño problemita. Al menos hasta que Airgid se inclinó un poco hacia ella, para hablar más en confidencialidad. Lo que no se esperó fue lo que la rubia le preguntó. A Asradi se le subieron los colores de inmediato.

¿Qué? No, no es eso. N-No es... — ¿Y cómo diablos se lo explicaba? Casi que hubiese preferido que fuese ese problemita íntimo y no lo otro. ¿Podía confiar en ellos? ¿Podía confiar en ella?

Asradi la miró de soslayo un momento, a los ojos, como si estuviese sopesando esa ideas. Sí, algo le decía que podía fiarse de ella. La pelinegra tomó aire un momento, y comenzó a mover un poco su falda, para que el borde de abajo comenzase a revelar lo que hubiese debajo de la tela. Pero el movimiento se quedó, literalmente, ahí, a medias.

En un momento dado fueron “acosadas” por una chica recién llegada. O, más bien, que fue directa hacia Airgid. Asradi parpadeó con confusión. No por eso, no por el hecho de que se pudiesen conocer. Sino por la forma de hablar de la chica de pelo rosado.

Te está sacando toda la cartilla... — No pudo evitar comentar, con algo de gracia, cuando la de ojos dorados comenzó a enumerar todos los datos físicos de la rubia. Incluso esta vez sonrió un poco más.

Se olvidó, en ese instante, de lo que iba a hacer. Y volvió a dirigir su mirada al chico de brazos raros que comía un poco a lo lejos, en solitario. Asradi suspiró. ¿Qué más daba? Todavía había comida.

¡Ey, tú! Puedes coger más de aquí si quieres. — Al menos, que no se desperdiciase nada.

También se acercó el chico alado. Asradi no pudo evitar posar su atención, y su mirada, en las hermosas alas de su espalda. ¿Qué raza era? Humano no, claramente. Era fascinante, y se distrajo unos momentos en sus pensamientos.

Aunque la cosa parecía que se estaba poniendo peligrosa, con todos eses minks reunidos, alrededor del pato. Era una pena, podría haber sido un buen aperitivo.

Ahora bien, el que Hammond intentase animarla, quizás, a su manera, eso sí le hizo reírse ligeramente. Lo que no previó fue lo que vino después. Un aroma extraño, no muy agradable, que comenzó a extenderse. Asradi tosió ligeramente, primero por inercia, antes de llevarse una mano para cubrirse la boca y la nariz.

¿A qué diantres huele? — Se puso en pie, notando el ambiente repentinamente dulzón. Se le abrieron los ojos con sorpresa. No fue consciente de dónde provenía realmente, pero reaccionó instintivamente. — ¡Airgid, no respires!

Avisó de inmediato a la rubia que estaba sentada a su lado. De hecho, con innata preocupación, se fue hacia ella. Con tan mala suerte que, para cuando consiguió ponerle una mano en la cara, concretamente en la nariz y la boca, Asradi se tropezó parcialmente.

Ella no fue consciente de eso ahora mismo, más preocupada en los efectos de ese gas tanto en ella como en la rubia. Pero con el repentino movimiento, la falda se le había levantado de forma que tuvo un traspiés, casi cayendo sobre Airgid. Lo que provocó que lo que había debajo de esa misma pieza de tela, se viese de manera parcial, pero visible.

Y no eran piernas humanas lo que ahí abajo se encontraba. Sino una cola de tiburón de escamas plateadas que, ahora, parecía destellar cuando los rayos de sol incidían sobre ella.

Revelando, probablemente, la verdadera naturaleza de la chica. Y el porqué estaba tan reacia a viajar con ellos.

Una sirena. En la superficie.

Cola de sirena de Asradi
#53
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Sin darse cuenta, la taberna comenzó a llenarse de mink a cascoporro. Entraban al interior, por lo que en principio no les molestaba mucho a ellos, que estaban en una de las mesas de la terraza. Aunque su presencia sí que disuadió a algunos de los civiles que allí se encontraban. Su grupo no era uno de ellos. Airgid pasaba del tema olímpicamente, sobre todo en ese momento, centrada en lo que pasaba con Asradi y su repentina desmotivación. Si no quería ir con ellos, estaba en su derecho, ella no era nadie para tratar de convencer a nadie. Pero le dio la impresión de que tenía algún tipo de problema, y si podía hacer algo por ayudarla, quizás lo intentaría. La muchacha se puso roja cuando Airgid preguntó si se trataba del periódo, negándolo rotundamente. ¿Por qué tanta vergüenza? Si era algo normal para ellas. Incluso Hammond intervino en ese momento, aunque solo para decirle a Asradi que no confiara en él, al menos no sin conocerle. La rubia le sonrió, viendo cómo se señalaba a sí mismo. — No eres un loco, solo eres diferente a los demás. Al menos aquí. Seguro que en Elbaf yo sería la rara. — Y se imaginó a sí misma en una isla que no había visto nunca, donde todo le quedaba grande.

El gigantón se apartó de ellas, así que Airgid volvió su atención de nuevo a Asradi. — Si estás incómoda, no hace falta que me lo digas, ¡no pasa ná! ¿Vale? Pero si necesitas ayuda con algo, cuenta conmigo. — Le sonrió plenamente, tampoco era plan de presionar a la chavala. Le dio una palmadita en la espalda, lo más suave que era capaz de hacerlo, cuando una vez que reconocía se aproximó a ella. La rubia se giró para mirar a la persona que le hablaba directamente. Efectivamente, tal y como Asradi dijo, le estaba leyendo toda la cartilla. Pero Airgid no se molestó en absoluto, de hecho, se le dibujó una sonrisa aún más grande, si es que aquello era posible. — ¡ALZEEEEEID! — Gritó con una emoción desbordante. Le chocó la mano con fuerza, esa que usaba para saludarles. Y luego le dieron ganas de abrazarle, pero quizás no era lo mejor, conociendo cómo era y después de muchos años sin verle. — ¿¡Qué haces aquí!? — Entonces se fijó en la libreta que llevaba. — Oh, ya veo, sigues con tu investigación. — Se pondría en pie, pero tras esas rondas de cerveza y sin una de las piernas, estaba claro que acabaría cayendo al suelo. — ¡Espera, te presento! Esta es Asradi, ese grandullón se llama Hammond, el tío de pelo blanco es Ubben, eh... — Fue señalándoles sin vergüenza alguna, momento en el que se dio cuenta que había más gente que no conocía de repente allí. Como un chico con alas doradas. Y parecía conocer a Ubben. — Ese no sé quién é. — Dijo con franqueza. Igual que tampoco le sonaba un chico moreno cercano a Hammond. — ¡En fin! ¿Tienes hambre? Enga, que invita esta gente. — Le animó a sentarse con ellos.

Estaba tan tranquila, dispuesta a ponerse al día con Alzeid, cuando empezó a llegarle un aroma distinto de repente. Olía bien, dulce. ¿Quizás había un puesto de algodón de azúcar cerca? O de gofres, o de helados... Qué rico, a la rubia se le estaba empezando a hacer la boca agua pensando en las muchas posibilidades. — ¿Qué? — Ni si quiera escuchó del todo bien lo que le dijo Asradi, dejándose llevar por el dulce olor. Sin previo aviso, la morena se le echó encima. — ¡AAAH! — Gritó ella, cayendo ambas al suelo, tropezando también un poco con Alzeid. La rubia empezó a descojonarse, inhalando sin parar ese extraño y desconocido gas. La cabeza le daba vueltas y con ello la visión y los propios pensamientos. — ¿U-una manita? ¿Alguien? O una piernita, sí, eso estaría mejó. — Y se volvió a reír, tirada en el suelo con la morena encima. Le vio la cola, pero estaba tan confundida que no sabía si se la estaba imaginando o si de verdad era una sirena de repente. — Hola sirenitaaaaa, jej. — Y cerró los ojos, a ver si así se le pasaba un poco ese mareo.
#54
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Desde su cojín, el pato observaba con atención mientras se iniciaba la tensa negociación entre las facciones mafiosas, con la esperanza de evitar un enfrentamiento que podría resultar desastroso. La idea de que dos grandes carteles pudieran aliarse de manera tan sencilla, solo porque alguien intentaba mediar entre ellos, le parecía a Ubben una posibilidad remota, casi imposible. Sin embargo, para su sorpresa, el gran elefante de color café, Melvin, conocido en el bajo mundo como un afamado "Broker Estrella" debido a la calidad de sus productos, se mostraba sorprendentemente receptivo al diálogo. En contraste, el mono José, cuya desconfianza era palpable, se mantenía reticente a ceder terreno en una posible tregua, una actitud que Ubben, con su experiencia, podía entender perfectamente.

Hammond bajó a Ubben de su posición, permitiéndole arreglar su atuendo y acomodar su tricornio con un toque de gracia. —Gracias por eso, por un segundo creí que me dejarías caer sin más,— bromeó Ubben con una ligera risa, antes de volver su atención hacia Asradi, quien mostraba una incomodidad evidente. Aunque no tenía la suficiente confianza con ella para preguntar directamente qué le sucedía. Mientras tanto, Hammond sugirió que podría ser un loco. Ubben, intentando aliviar la tensión del momento, respondió mientras se rascaba la mejilla con despreocupación. —A ver, Hammond... No es como si nosotros estuviésemos precisamente cuerdos...— comentó con una sonrisa, dejando en claro que la situación no le preocupaba tanto como a su compañero.

De repente, una figura de cabellos rosados apareció y se dirigió directamente a Airgid, compartiendo información personal que sorprendió a Ubben por un momento. Sin embargo, la verdadera sorpresa vino con la reacción de Airgid, quien gritó emocionada, como solía hacerlo, y se dirigió a la persona como "Alzeid." La rubia, con su característica energía contagiosa, se encargó de presentarlos a todos, incluyendo a Gavyn, aunque admitió no tener idea de quién era. La alegría y vitalidad de Airgid eran tan abrumadoras que Ubben olvidó por completo que, junto a Asradi, tendría que gastar una fortuna para pagar la cuenta del bar, incluso cuando Airgid invitó a Alzeid a unirse a ellos para comer.

Mientras la conversación avanzaba, un hombre de cabellos oscuros captó la atención de Ubben, quien lo observó acercarse a Hammond. Los dos hombres intercambiaron palabras en un tono calmado, lo cual hizo que Ubben decidiera no prestarle demasiada atención. Poco después, Hammond se volvió hacia Ubben y, con un aire de confianza, aseguró que no le asustaba la situación. Esto le hizo gracia a Ubben, pues aunque no dudaba de la fuerza de Hammond, también sabía que los tipos con los que podrían llegar a lidiar eran formidables, incluso más que el propio bribón de ojos dorados. —¿Qué harás?— preguntó Ubben, observando cómo Hammond apretaba su arma con firmeza en la mano.

Cuando Hammond ordenó que contuvieran la respiración, Ubben se giró hacia el Solarian para transmitir el mensaje. Con un suave silbido que imitaba el canto de un ave, captó la atención del rubio ángel en el bar y le indicó con la mano que se cubriera la boca y la nariz, mientras tomaba una profunda inhalación para no asfixiarse. Un verde gas de olor dulce comenzó a expandirse por el lugar; sin embargo, Airgid, Asradi y Alzeid, absortas en su propia conversación, parecían haber pasado por alto la instrucción de Hammond. En un movimiento desafortunado, Asradi tropezó y cayó al suelo junto a Airgid. 

El tiempo pareció ralentizarse para Ubben mientras observaba cómo, durante la caída, se revelaba lentamente una cola de pez bajo el vestido de Asradi. De repente, todo cobró sentido... la incomodidad de Asradi, su reticencia a abrirse. Era una sirena. Ubben comprendió de inmediato la razón de su desconfianza. Las sirenas, en la superficie, eran capturadas y vendidas como esclavas o incluso como mascotas, un destino cruel que Ubben había presenciado en más de una ocasión en las subastas del bajo mundo. Viendo una oportunidad que no podía desaprovechar, Ubben decidió intervenir de manera astuta. Fingiendo que intentaba evitar la caída de las chicas, se lanzó hacia ellas, "perdiendo" el equilibrio y cayendo sobre Asradi, cubriéndola con su cuerpo para ocultar su cola, y de paso, cayendo también sobre Airgid, protegiéndola de cualquier exposición involuntaria.

Hammond, debemos salir de aquí ahora mismo,— indicó Ubben con urgencia mientras, con discreción, ajustaba la tela que cubría la cola de Asradi antes de ponerse de pie. Al hacerlo, notó que Airgid parecía estar falta de una pierna, y sin pensar, bajo los efectos del gas que había inhalado al caer, soltó un comentario absurdo. —¡Llamen a la marina, le robaron la pierna a la rubia!— Una broma de pésimo gusto, pero que, por alguna razón, Ubben encontró hilarante en ese momento. Extendió su mano hacia Airgid, ofreciéndole ayuda para levantarse, y luego hizo lo mismo con Asradi, esperando que ella aceptara su mano.

Gavyn, sígueme,— ordenó Ubben en dirección al chico de ojos dorados mientras empezaba a buscar rutas de escape. —Esta no es nuestra pelea, así que evitémosla si es posible, por favor,— añadió dirigiéndose al grupo, intentando mantener la cordura mientras hablaba a través del dulce y embriagador aroma del humo que llenaba el lugar.
#55
MC duck
Pato
-Recordad el plan, nada de testigos, debe parecer una matanza indiscriminada.
No podían dejar testimonios de lo que estaban a punto de hacer. se trataba de un ataque orquestado y organizado, sabian que allí se habían reunido las eminencias criminales mas importantes de la zona, pero, desconocían por completo la presencia de los piratas que curiosamente allí se habían reunido también, casualidades de la vida eso seria lo que determinaría los siguientes sucesos.
Mientras, en el interior los civiles desconocedores empezaron a notar cosas, algunos empezaron a oler un extraño olor en el aire, pero estaba tan camuflado con el aroma de la comida que apenas le dieron importancia, un camarero pareció tropezar con el plato de comida, como si se hubiera tropezado con sus propios pies, eran los primeros signos del gas que había empezado a propagarse. Algunos como Drake, vieron venir lo que sucedería, y se alejaron saliendo del local como pudieron, algunos se quedaron no muy lejos queriendo ver como cobardes como acontecían los sucesos, morbosos del dolor y sufrimiento.

-Señores, cálmense, tenemos que empezar a dialogar en serio o si no, no llegaremos a ninguna parte.

Nuevamente, Pato quedo en ridículo, pues tras decir esas palabras, todo se iría al traste. Una ventana se rompió, y una granada de humo entraría. para inundar el local de humo (o esa era la intención), mientras varios tiradores tirarían a matar a los civiles, los que no entendían lo que pasaba, y por supuesto, también entraron, armados con armas de fuego cortas y alguno con nunchakus, haciendo que la gente entrara definitivamente en pánico y corrieran entre la bruma huyendo de las balas y la confusión aumentaba.

Los Minks obviamente respondieron lanzandose entre la niebla a combatir ya las amenazas sin mucho esfuerzo, mientras el pato, abría la cremallera de su cojin y se metía dentro, moviéndose, inicialmente en un aparente acto cobarde, pero luego saliendo del mismo en una transformación que hizo crecer su cuerpo, demostrando que el relleno del cojín era en realidad unas elegantes ropas con las que se vistió.
-Bastón exigió a sus criados que le detuvieron un bastón de caballero, el cual con un botón secreto, se amplio demostrando que era un arma de fuego camuflada.- ¡QUE OS DEN MALECHORES!- grito abriendo fuego contra el matón mas cercano- ¡Os voy a dar una golpiza, rufianes!

[Imagen: dg4y5ua-a851dfa4-a004-4e75-9ac7-028f89f0...e-5iay_YiQ]

Los asesinos que entraron poco a poco fueron sintiéndose mas torpes y extrañamente confusos, llegando incluso a disparar por accidente o confundir a uno de los suyos con los objetivos. Uno de los hombres que apunto a pato, apretó lo que creía el gatillo, y la munición cayo a sus pies, haciendo que mirara desconcertado su arma como si la culpara a ella, otro se autogolpeo la cabeza con un nunchaku, recordando por que es un arma tan difícil de usar.

-que raro... hay un olor raro en el aire, parece una fuga de gas.

¿Cómo se había producido una fuga de gas allí? ¿seria que una bala había impactado en la cocina? esto se ponía peligroso

-Vosotros, los corsarios de ahí - dijo refiriéndose a los acompañantes de Ubben Sangrenegra, hammond y compañía, con todo el lio, apenas había podido fijarse mas en ellos, como en la cola de pez de uno de ellos- Oid antes que vais a salir de la isla... ¡¿podría contrataros para que me saquéis a mi y mi grupo de aqui?
-Oye, yo vine en mi propio barco
-dudo que el que haya orquestado esto, no lo haya tenido en cuenta señor Chettony, necesitamos una nueva ruta de salida. Y un barco en el cual no hayan intervenido.

Naturalmente no iban a aceptar a unos desconocidos sin mas, solo por la bondad de salvarlos, debía presionar un poco.

-¿Tenéis un precio? os lo pagaré en cuento pueda.
#56
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan se encontraba en una esquina oscura de la taberna, observando cómo el caos se desataba. El sonido de la ventana rompiéndose, seguido por el estallido de una granada de humo y los disparos, le hizo fruncir el ceño. Los asesinos estaban creando una carnicería, pero su desorganización y el gas que ya empezaba a hacer efecto les hacían ver como meros amateurs.

Mientras tanto, Pato MC Duck, con su transformación, trataba de hacerse valer, aunque sus intentos parecían en vano en medio del pandemonio. Drake escuchó atentamente cuando alguien mencionó el dinero, su debilidad y motivación más profunda. La mención de un pago inmediato por ayudar captó toda su atención.
«Un precio, ¿eh? No hay problema» pensó para sí mismo. Con su situación financiera tan precaria, no podía dejar pasar una oportunidad como esa.

El carpintero sorbió de manera ruidosa los restos del estofado, con un sabor y una calma que contrastaba con el caos a su alrededor. Empezó a concentrarse, tratando de controlar parte del poder de la Ishi Ishi no Mi. Era un usuario poco experimentado, pero algo podría hacer. Su cuerpo comenzó a endurecerse, su piel tomando un color gris oscuro mientras se fusionaba con la roca de las paredes cercanas. La transformación fue rápida, y en cuestión de segundos, Drake Longspan ya no era un hombre, sino una enorme formación rocosa que crecía y se expandía hasta alcanzar unos siete metros de altura, llenando una gran parte de los alrededores de la taberna.

La taberna tembló bajo el peso de la nueva forma de Drake, y los pocos matones que aún no habían sucumbido al gas o a su propia torpeza, se detuvieron en seco al ver la imponente figura de piedra. Una de las balas que iba en su dirección rebotaba inofensivamente contra la superficie rocosa de su cuerpo. Sus ojos, rojos como rubíes, hablaron con un tono grave y brusco, de una forma muy teatral.

Han despertado al espíritu de la Isla Kilombo... ¡¡Marchad o pagad el tributo!!

Porque así era aquel hombre, si podía sacar dinero, lo iba a sacar, hasta en situaciones de vida o muerte.

Drake, en su forma masiva, dejó escapar un gruñido profundo que resonó en todo el local, como el retumbar de una avalancha. 

Dejadlos salir, o haré que os arrepintáis de haber pisado esta isla. — su voz resonó como un trueno, haciendo vibrar las paredes de la taberna.

Los matones, confundidos por la situación y quizás alguno atemorizado por la aparición de semejante criatura, empezaron a retroceder. Algunos tiraron sus armas al suelo, mientras otros simplemente salieron corriendo. La amenaza de aquella extraña montaña, unida al caos ya presente, pudo ser demasiado para ellos.

El joven no necesitaba más. Sabía que había dejado clara la situación para los presentes. dejando que la roca que conformaba su cuerpo cayera a sus pies como polvo, y con una sonrisa ladina se dirigió hacia MC Duck. Miró de reojo al grupo anterior, le había invitado a comer, así que quizá era un buen momento para entablar una relación de negocios. Pasó su lengua por el estofado antes de dejarlo sobre la mesa, y dijo de manera convincente y de forma plural:

Ahora que tenemos su atención... Hablemos de ese pago.

Personaje

Información
#57
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
No estaba muy seguro de lo que me sobresaltó más del  estrambótico grupo que se estaba formando, si la aparición del chico de cabello fucsia, quien comenzó a describir lo que parecían ser aspectos e información privada de la mujer rubia; o la reacción del gigante, que, si bien era esperable, de todos modos no dejaba de ser una demostración de fuerza que denotaba… Peligro. Y a mi me encantaba el peligro. El peligro que representaban las personas que conocía, como podían valerse por sí mismas e incluso llegar a ser intimidantes, no me refería al peligro en el que estábamos, no, porque estar rodeado de gánsteres y trajeados que pretendían convertirnos en, mínimo, coladores, sin duda no se encontraba entre mi lista de deseos para las épocas festivas. Mi vena masoquista no era tan extremista.

Moví las alas, sobresaltado al ver que levantaba el mandoble, mandoble el cual llevaba sujetando y apretando desde la empuñadura desde hace rato, y supe que pronto tendría que escapar, por muy cobarde que fuese la idea, ya que, aunque cada uno de nosotros lograse salir intacto, derrotando a los hombres trajeados, de todos modos, un escándalo de esta magnitud en pleno centro del pueblo atraería a la marina. Por que, por supuesto, Kilombo tenía una base de la marina que no dejaría descansar en paz a ningún pirata buscado, y a los no buscados también.

Lo siguiente pasó muy rápido… Y ridículo, siendo sincero. No fue difícil notar el cambio en el aroma y en el ambiente, no considerando que lo que lo cubría era una nube de gas verdoso, eso junto con el aviso de Ubben me llevaron a reaccionar apresuradamente y cubrirme la parte inferior del rostro con el codo. Pero lo que no esperaba es que en medio de las presentaciones que la rubia, Airgid, estaba haciendo tan tranquilamente para el ahora nombrado Alzeid, la chica azabache sentada a su lado, notando el aroma del gas, se arrojase hacia ella para cubrirle la boca tropezando, solo para caerle encima y, por defecto, arrollar a Alzeid en el proceso. Ahí lo vi claramente, lo que hizo tropezar a la morena, pero no pude darle la suficiente importancia ya que Ubben, intentando ayudarlas cayó sobre los otros tres y, por el susto de la caída, batí las alas para esquivar el desastre golpeando una de las jarras en la mesa, que voló por la terraza y le dio en la cabeza a uno de los trajeados, noqueándolo en el instante.



El mejor efecto dominó humano que había visto en mucho tiempo.

. – Pfff ¡Jajajajaja! –Solté una carcajada, tentado por la tontería de toda la situación– Eso fue increíble. Seis de diez por el intento de ayuda.

Intenté contener la risa para no inhalar el gas, cubriéndome con el cuello de la chaqueta de aviador, y batí las alas, esta vez de forma mucho más controlada, para apartar la nube verde, que nos cubría tanto a mí como la pila humana, extendiéndola hacia los hombres trajeados que invadían el local. En ese momento el pato intentó dialogar con los mafiosos, pero fue en vano ya que, apenas terminó de hablar, alguien rompió una ventana desde fuera y lanzó una granada. No tuve tiempo siquiera de agacharme tras la mesa y recoger mis alas cuando el humo comenzó a salir de la granada, luego comenzó el caos en una lluvia de balas hacia los civiles que comenzaron a correr intentando escapar. Me asomé cuando escuché al Pato gritar, ahora vestido con un traje elegante y una escopeta bastón, abriendo fuego hacia los matones. Y, como si la situación no pudiera ser aún más surrealista todavía, una criatura de roca gigante, lo suficiente para abarcar gran parte del espacio de la taberna, se pronunció como el espíritu de la Isla Kilombo ¿Qué? Asustando lo suficiente a los mafiosos como para que soltasen sus armas y escapasen…

Parpadeé, entrecerrando los ojos cuando la piedra comenzó a caerse y deshacerse, dejando ver al muchacho de pelo negro que había intentado escapar y había pedido todo el menú del bar.

. – Solo falta que entren ladrones vestidos en monos rojos, máscaras de Dalí y ametralladoras en mano para rematar…

Volví a mover las alas para alejar el humo y el gas de mí, de la mesa, y de los delirantes que la rodeaban, mientras me ponía de pie. Hastiado, me acerqué a la pila humana y ofrecí mi mano a Airgid, para que pudiera levantarse mientras Ubben ayudaba a la sirena.

. – ¿Por qué no hablamos de ese pago y ese trabajo fuera de este circo? Suena como una buena idea ¿No? A menos que quieran quedarse a, no sé ¿Tomar el té con la marina? –Levanté la mano que tenía libre, mientras miraba al Pato y el chico de brazos largos, en fingido son de paz– Sugerencia.
#58
Ragnheidr Grosdttir
The Storm
Al final todo estalló. Los mink iniciaron un conflicto que vete a saber cómo podría llegar a terminar. Hammond, en un acto reflejo extendió aún más gas, aquel verdoso con olor a bolsa de gominolas. Todo su cuerpo se desvaneció, trasladándose a la mesa de su costado, en la que Airgid cayó ipsofacto. El gas se filtró entre los que estaban alrededor, es decir alrededor de Ubben y Asradi, sin embargo, como si se tratara de algo que tuviera vida propia, el gas no llegaba a ser inhalado por los mismos. Es más, aquel componente natural parecía estar bordeando los orificios de aquellas personas. Algo que no logró la mujer a la que le faltaba una pierna. Hammond no tenía aún el suficiente control como para dominar de aquella manera el gas, pero había momentos como ese en los que sí se centraba en el uso de este, la cosa fluía.

El caos terminó por llegar a su cenit al ver al "ente" de la isla. Al dueño, el alma de la roca. Habló. Hammond creía en eso, creía en los espíritus, en el poder que representaban, en que si muchos piensan en algo muy comúnmente, es algo cobraba una vida, quizás no física, pero sí "fantasmal". En este caso si sería física; sin embargo, tampoco paró a hablar con el ente. Aquel gas se formó alrededor de Airgid, apareciendo el cuerpo de Hammond completo bajo la misma, es decir, el cuerpo de la rubia era sostenido mágicamente por unos brazos gaseosos que no tardaron en volverse de carne y hueso. — ¡Luego contarrr! — Vociferó, sin quitarle la vista de encima al monstruo. Estaba completamente cegado por su ... ¿belleza? joder sí, era bonito, imperial, un ente legendario. — No es el momento. — Se dijo a sí mismo.

Como alma que lleva el diablo, Hammond arrancó a correr en dirección al faro de la isla. — ¡En noche! — Intentó decir. Cuando se aceleraba, le costaba más pronunciar bien aquella maldita lengua. — ¡En casa de Mano bonita! — Logró decir. Quizás nadie supiera a qué se refería, salvo Asradi. Ella estuvo en el momento en el que el nórdico le puso el mote, así que dependía de ella que le hubiera escuchado.

Las zancadas eran enormes, pasando por encima de algunos puestos e intentando esquivar a todo o que se encontraba, especialmente gente. ¿El plan? Encontrarse con el "grupo" en casa de Airgid.
#59
Asradi
Völva
No supo cómo pero, de repente, se encontró con Ubben encima suya. ¿Sin querer o a propósito? Fuese como fuese, eso le servía para esconder su cola de sirena. Tosió un par de veces, pero pronto se dió de cuenta que lo que fuese que olía, no continuaba hacia ella, o hacia donde se topaba.

El lugar se había vuelto un total desmadre y cuando pudo mirar, apartando ligeramente a Ubben, casi con un sonrojo que no pudo evitar, vió como, literalmente, la taberna cobraba vida. Como si alguna especie de dios o espíritu se hubiese apropiado del lugar. Asradi contuvo un gritito de sorpresa, e incluso se revolvió un poco debajo de Ubben.

Tenemos que irnos. — Musitó, por inercia, al moreno.

Aunque se había quedado un tanto anonadada cuando vió a Hammond tomar una forma... ¿gaseosa? ¿Cómo era eso posible? La sirena sacudió ligeramente la cabeza. ¿A lo mejor se había dado un golpe y estaba alucinando? De todas maneras, había atrapado a Airgid entre sus brazos, por lo que Asradi se quedó más tranquila.

Mientras se erguía un poco, con todo el jaleo, escuchó las palabras del grandullón. ¿En noche?

¿En casa de...? — La pelinegra asintió. Lo había entendido. Recordaba el mote que Hammond le había puesto a Airgid cuando ella se topó con el par. — ¡Entendido!

Alzó la voz para que el rubio le escuchase. Y luego zarandeó ligeramente a Ubben. No con fuerza, pero sí para espabilarle un poco.

¡Arriba, hay que salir de aquí!

Sobre todo ella. Necesitaba salir de todo ese tumulto antes de que el jaleo atrajese a más personas. Se revolvió de debajo de Ubben hasta poder ponerse “en pie”. El problema es que era bastante torpe y lenta en tierra, pero ni por asomo se iba a quedar ahí mirando.
#60


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