Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
Tema cerrado 
[C- Presente] Over the Boardwalk, Beyond the Sunset | Priv. Asradi
Alistair
Mochuelo
Nunca en su vida había contado con un mentor, al menos no en las partes que su cabeza conservaba con claridad en vez de ser solo parte de sus pesadillas. Desde que su libertad había caído en las garras del despreciable hombre que lo había marcado a fuego entre sus alas -jugando su resistencia natural al fuego en su contra, prolongando el detestable sentimiento-, el joven había desarrollado cierta destreza en sus manos que le permitieron sacar un libro tras otro de las bibliotecas personales del Dragon Celestial debajo de sus narices sin que lo supiera; tan despreciable como ese hombre pudiera ser, tenía una envidiable cantidad de volúmenes sobre todos los temas conocidos. Era de esperarse que no notara la ausencia de uno o dos a la vez. Allí fue que primero conoció la medicina, y sin opción mas que desarrollar autodidactismo, aquella furtiva actividad se convirtió en la maestra y compañera del crimen de su habilidad, y del chico alado por extensión. 

Por eso, y más, era que contar con la guía de otra persona dispuesta a enseñarle era una sensación completamente novedosa para él, e incluso... Reconfortante para el Lunarian. No debía forzarse a imitar la técnica correcta, ni martillarse en la cabeza por los medios que fuera conceptos que requerían dominio antes de pasar al siguiente ítem. Transformando la situación en una metáfora: Si aprender por su cuenta era como operar un vehículo por una carretera, tener quien le enseñara era como añadir rieles de seguridad a la vida. Por mucho que fuera capaz de chocarse en el camino, siempre habría algo en medio que le impediría desviarse demasiado del tema principal y de corregir su camino. Siendo quien asumía el rol de la persona que cuidaba a otros y no al revés, ocupar un asiento en ese metafórico otro lado era una bendición que no se atrevía a rechazar. 

Las manos femeninas sobre las de él ayudaron generosamente a su progreso, corrigiendo antes de tiempo cualquier fallo en su postura y permitiéndole avanzar a pasos más amplios de lo usual. El halago, por su lado, no pasó por oídos sordos, produciendo felicidad que no se proyectó en una expresión facial -pues su imperecedera sonrisa ya ocupaba su lugar asignado- sino en un movimiento de manos aún mas enérgico que antes, una respuesta que no demandaba mucha atención para notar. — Gracias, hacer esto es más relajante de lo que parece. Ayuda mucho a motivarse, y más aún al saber que puedo aprenderlo a través de los conocimientos de alguien más. Es una experiencia diferente a la costumbre, una que te agradezco mucho. — 

Descansando unos momentos de los movimientos circulares de su muñeca, la presencia de la sirena sentada nuevamente a su lado llamó su atención. Específicamente, al cuaderno con anotaciones que ella había traído de su mochila para enseñarle algo nuevo. — Es muy bonita, ¿tiene algo en especial? — Preguntó, señalando al hecho de querer mostrársela. Una planta de tallos finos, con brotes amarillos que la harían llamativa en cualquier contexto. ¿Lentibularia, había dicho? Se quedó pensativo por un momento mientras escuchaba la explicación, encontrando sentido en lo que decía. La planta vivía en un ambiente propenso a llevar microbios, por lo que una desinfección preliminar era algo no solo importante sino esencial si se pretendía no empeorar al paciente intentando usar lo que inicialmente podía parecer la medicina correcta. 

¿Y no existe otra manera para desinfectarla sin alterar su composición? — Su mente era inquisitiva y siempre intentaría buscar un método diferente más efectivo incluso cuando el original pudiera parecer suficiente o hasta ideal, era un médico tanto como era un inventor, y mentiría si dijera que no había solucionado muchas pequeñeces en su camino con gadgets igual de pequeños que buscaban dar calidad de vida. Por supuesto, nada demasiado extravagante o para remarcar de momento. — Quizá... ¿Alguna sustancia que pueda sanitizar la muestra sin alterarla? — Arrojaba ideas al aire, esperando que alguna diera en el blanco, por increíblemente vagas que pudieran ser. Claro que, las cosas como estaban, tan solo arrojaba supuestos que no tenían posibilidad alguna de materializar en una solución tangible. No todavía.

La conversación se extendería a las Adelfas, otro tipo de planta que conseguía un punto de vista completamente diferente al anterior. Capaz de ser también un veneno más que solo medicina, era un ingrediente con el que se debía tener aproximación cuidadosa para no provocar efectos adversos que amenazaran la salud del paciente aún mas que solo haría la afección principal. Y desde allí, la conversación se convertiría en larga y tendida, un intercambio de ideas y conocimiento que pareció dilatar el tiempo de manera imperceptible; le había dado en la vena del gusto, siendo capaz de hablar por días y noches sin cansancio alguno. Para el final de su trance, la pobre alga seguramente quedaría hecha puré por sobre-molerla. 

Entonces es una tradición con mucha historia detrás para ustedes. Hay mucho más que solo experiencia propia en tus manos. — Le causaba curiosidad como las capacidades de una persona podía cobrar un contexto completamente diferente con historia detrás. Aunque no lo suficiente como para abstraerse de la conversación. — ¿Los echas de menos? — El chico podía ser mas perceptivo de lo que parecía; un aire de nostalgia era de las pocas cosas que nunca dejaba pasar bajo la mesa. Y a veces, poder decir esas cosas a todo pulmón resultaba ser una cura perfecta al sentimiento. 

La petición de Alistair sería cumplida, aunque con un giro inesperado. La anécdota parecía ser relativamente reciente, e incluía la presencia de un tercero que el alado entendía era otro Gyojin del cual la chica hablaba con un tono especial, pero no cualquiera sino... El tono especial. ¿Aquello era un sonrojo asomándose en sus pómulos? No hacía falta ser un genio para sumar uno mas uno en la situación, y la idea que se formó en su cabeza fue algo que le arrancó una larga carcajada tan pronto ella acabó su relato; no de burla en lo mas mínimo, sino de tremenda alegría por la chica. Era bueno tener otro extremo de un hilo rojo extendiéndose por los vastos mares, esperando.

¡Suena como alguien bastante duro! E interesante, si acabó en esa situación. — Y no negaba querer conocer una persona así. Conocer a alguien nuevo siempre era algo más que bienvenido, Y si tenían historias para compartir, todavía mejor. — Espero que un día puedas presentármelo. ¡Y a la bestia que lo atacó también! Si el veneno es tan potente como dices, imagino que sacar un antídoto debe ser todo un reto. Uno que me encantaría usar para ponerme a prueba. — Lo cierto es que, a veces, Alistair podía tener uno o dos tornillos sueltos en cuanto a lo que a retos se refería. 

¿Y bien? ¿Pasó algo después de la cueva? ¿O durante la cueva? — Un cotilla hecho y derecho, pero la verdad era que se volvía débil ante un buen drama telenovelesco. ¿A quién no le gustaba un poco de emoción en la que "Juana Patricia estuviera enamorada de Carlos, pero por su padre controlador no pudiera estar con él, aunque su hermano les ayudaba a encontrarse en secreto"? Pues mucho mejor si tenía algo al mismo nivel, pero mas dulce. Se puso cómodo, optando por dejar el molcajete con su improvisado mortero de lado temporalmente, y sería todo oídos si la chica accedía a contarle un poco.
#21
Asradi
Völva
Tenía que reconocer que la compañía de Alistair, así como lo que estaban compartiendo y ella enseñando, era algo que no se esperaba para nada. Ambos parecían compartir una buena afinidad dentro del poquísimo tiempo en el que se conocían o, más bien, solo eses cuantos minutos que habían resultado más agradables de lo que se hubiese imaginado. Encontrar gente no solo afín a ella, sino que tuviese un corazón tan cálido como el de Alistair, era algo que, creía, solo se encontraba en viejas historias. De vez en cuando, mientras charlaban y compartían conocimientos o alguna que otra experiencia breve, a la sirena se le escapaba una breve sonrisa, y alguna que otra mirada divertida hacia el lunarian.

Sí, los echo mucho de menos. — Confesó en un tono mucho más suave donde podía notarse el aire nostálgico que la embargaba. Tenía tantas ganas de volver a ver a los suyos y, al mismo tiempo, prefería que las cosas siguiesen así, para no ponerles en peligro. Temía que su huida, dejando atrás a su “amo”, hubiese tenido terribles consecuencias para su clan. Esperaba que eso no fuese así, al menos. — Pero son fuertes, estarán bien.

Eso era lo que siempre se repetía para que los malos pensamientos no la asolasen. Una sonrisa más breve le dedicó a Alistair, cuando volvieron a cambiar de tema. Era obvio que no le gustaba hablar de aquello. O de que escondía algo. Era verdad. Y lo peor de todo es que era algo que llevaba cargando sobre sus hombros. Esa carga tatuada en su espalda. Sentía que le quemaba cada vez que pensaba en todo eso.

Por fortuna la conversación se fue por otros derroteros. Aunque ahora Asradi no estaba segura de si era mejor o peor. Como tampoco estaba segura de cuánto debía contar sobre aquello. A ver, no tenía porqué dar detalles. Además, ¿por qué se estaba poniendo roja como un tomate? La sirena carraspeó un poco para quitarse la repentina incomodidad de encima.

Lo peor de todo es que podía sentir la inquisitiva y curiosa mirada del lunarian sobre sí misma. Intentó distraerse con otra cosa mientras respondía, quizás un poco a su manera.

No pasó nada. — ¿Por qué lo estaba justificando? Aunque era verdad, no había pasado nada raro. — Él estaba convaleciente por el veneno. La primera prioridad era estabilizarle.

No estaba mintiendo, pero por algún motivo ella se estaba imaginando otras cosas sin saber si Alistair había hecho la pregunta de manera inocente o con segundas intenciones. ¿De dónde había salido esa faceta cotilla? Bueno, no podía culparle. Además de que tampoco se conocían tanto como para saber cómo era él o no.

Pero sí, es un gyojin bastante impresionante. Son cuatro metros de gyojin tiburón. — Sonrió un tanto divertida al describirle.

“Cuatro metros de ternura.”, pensó.

Aunque eso último no lo dijo en voz alta, pues no quería arruinar la reputación de Octojin ante un desconocido. Pero sí que se le dibujó una breve sonrisita divertida con tal pensamiento.

Sea como sea, no lo he vuelto a ver desde entonces, así que espero que esté bien. — Luego de eso, miró que Alistair había terminado con la pasta. Sí, tanta emoción había hecho que el lunarian hubiese molido las hierbas de más. Pero no pasaba nada. La intención y el interés era lo que contaban.

¿Y qué más me puedes contar de ti? Seguro que tienes alguna historia interesante. — Intentó cambiar un poco las tornas, ahora mirando con más picardía a Alistair.
#22
Alistair
Mochuelo
Extrañar a los suyos era un dolor que podía comprender muy bien, una carga que ardía en el fondo del corazón incesante y con la cual nunca existía una solución tan sencilla como ir a verles un día cualquiera; ¿Cuántos tenían la suerte de separarse de sus seres queridos en buenas situaciones, o en buenos términos? Un deje de melancolía recorrió su mente, bajando por su nuca y culminando en su pecho, como un frío sacado del mismísimo inframundo. Un sentimiento que llevaba consigo, pero nunca permitía proyectar en sus expresiones. Sentirlo no significaba dejarse hundir por él, y mientras tuviera su sano juicio, no permitiría que el sentimiento echara raíz y atara hilos sobre sus manos y piernas. 

La respuesta inicial de la sirena por un momento le dejó pensativo, juzgándole con la mirada entrecerrada mientras un sonoro "Hmmm~" escapaba de sus labios cerrados a juego con su expresión. No se lo acababa de tragar, su intuición apuntaba para el otro lado, pero ante todo prefería confiar en las palabras de ella por encima de desconfiar por un cotilleo que, quizá, en verdad solo era una malinterpretación mayor de su parte. 

¿Cuatro metros? ¡Es bastante alto, entonces! En mi vida solo he escuchado de... Dos personas que le superan en altura, y a ninguna de las dos les conozco personalmente. — Eso si, nunca había escuchado de un Gyojin de tal altura, y si negara que eso no hacía que le interesara más para conocer su proeza física, estaría soltando una mentira tan grande como una casa. Los seres de ese tamaño tenían una tendencia al combate cuerpo a cuerpo, utilizando su colosal tamaño a su favor en contra de sus oponentes. Incluso si ignoraba completamente el factor bélico, esas características físicas ya aportaban mérito a conocer una criatura así.

¿Nada de nada? Vaya... ¡Bueno! Estoy seguro de que el grandulón estará bien. Si ha podido sobrevivir a todo lo anterior, dudo que algo más pueda derrumbarlo. — Contestó, positivo. No le hizo falta decorar sus palabras en lo absoluto, pues lo que había escuchado le daba seguridad en que podía incluso apostar al resultado de sus propias palabras. Un hueso duro de roer nunca debía subestimarse. 

El foco de la conversación de pronto cambió, ahora siendo la sirena quien preguntaba por detalles de la vida del Lunarian. Fue tomado completamente desprevenido por un momento, pudiendo apreciar visualmente ese rarísimo instante en el que la sonrisa en su rostro se desvaneció para ser intercambiado por una expresión de genuina sorpresa. Un cambio que, como ya podía esperar, duró poco y acabó en el momento en que dejó salir una risa... diferente, un poco mas baja que las demás. No es que se sintiera mal por compartir su vida, y era más que justo que ella preguntara por él así como él preguntó por ella. Pero revivir su historia no fallaba en provocar un escalofrío en el chico.

El tono alegre en su voz, esta vez, se sentía un poco mas falso. Quizá evasivo. — ¡Eso quisiera pensar yo también! No se si llamaría a mis historias interesantes, pero... Haré cuanto pueda por mantenerlas fluidas. — O al menos, intentar mantener su narración lo suficientemente dinámica como para no aburrir a su espectadora. Y por supuesto, también tenía que cuidar no irse de la lengua de más. — Aunque siento que no estarán tan relacionadas con la medicina como tu historia del gyojin tiburón, por ese lado mis historias son bastante mas aburridas. — Bromeó. La verdad es que había prestado ayuda a quien lo necesitaba en uno que otro lado en sus múltiples viajes por las islas, pero ninguna tenía ese componente de aventura como para considerarlo una historia. 

Pero a cambio, ¡puedo contarte mucho de otros lugares! Por ejemplo, ¿alguna vez has estado en Demontooth? Una isla con dos picos enormes de donde saca el nombre, imposible de confundirla. En esa isla, en la cima de cada pico, hay dos dojos con disciplinas totalmente distintas que rivalizan entre ellos, y se toman ese sentimiento muy en serio. — Estaba entrando en un trance donde sus labios perdían cualquier moderación a los que pudieran ser sometidos, a cambio arrojando cada palabra que cruzaba por su mente sin filtro alguno. Si no fuera por haberse quemado a fuerza no mencionar la Armada Revolucionaria antes de empezar a hablar, probablemente ya habría soltado algo por accidente. A la vez, hablar de sus historias en otras islas le evitaba ir demasiado atrás. 

¡De hecho! De allá procede el Santoryu. — Continuó. Sí, tropezó verbalmente en múltiples ocasiones para aprenderse el nombre del Santoryu. — ¿Alguna vez has visto a un espadachín manejar tres espadas a la vez? Es bastante interesante cuando puedes apreciarlo en persona, aunque es engañosamente difícil pillarle el truco. Además, necesitas una sorprendente fuerza en la mandíbula para cargar una espada entre los dientes. — Implícitamente, había confesado que era no solo un espadachín, sino uno capaz de hacer cosas como esas. Al menos a un nivel increíblemente básico, nada de las locuras de más alto nivel que los discípulos con mas experiencia podían conseguir. — ¡También puedes preguntarme por Dawn, o Yotsuba! Y espero que esa lista continúe creciendo más y más, me encantaría recorrer todo el mundo y ver todas sus maravillas. Pero todo eso a su debido tiempo. — Pausó por un momento, finalmente, para tomar aire. — Hablar de mi pasado pasado, por otro lado... Es un poco mas complicado. — Su tono contrastó con el que había llevado hasta ahora, radiante convirtiéndose en lúgubre, bajando varios tonos hacia su lado mas grave. — Si realmente quieres saber, no te lo negaré. Es más que justo, ya que tú me contaste sobre el tuyo. Pero necesito que me prometas que esta conversación no abandonará esta cueva. — La mirada del chico se clavó en la femenina. No había palabras lo suficientemente contundentes para describir cuán en serio iba. Hablar de su tiempo como esclavo de un Tenryubito siempre era un tema con gravedad implícita.
#23
Asradi
Völva
¡Había capeado el temporal! Por fortuna para Asradi, la conversación había tomado el rumbo que ella, más o menos, había intentado dirigir hacia otra cosa que no fuese Octojin. A pesar de que hubiese sido ella quien había sacado un poco el tema a colación no se esperaba tamaño interés por parte de Alistair sobre si había pasado algo o no en aquella cueva. Ahora bien, sí que fue consciente de algunos cambios de expresión del chico, sobre todo en aquel tono de voz. Había sido muy sutil el cambio de risa empleada. Más falsa, menos emocional quizás. Asradi tenía buen oido musical y, por ende, no le era complicado percibir alguno de eses cambios. Contempló unos segundos, de reojo, al lunarian antes de sonreirle de manera suave. Era verdad que le había pedido una historia, o saber más de él. Pero tampoco iba a meterse en su vida privada o en cosas que no le incumbían. Sobre todo si Alistair estaba incómodo.

No te preocupes, puedes contarme lo que quieras. Y no creo que sean aburridas. Siempre es interesante aprender o escuchar cosas nuevas. — Aunque fuesen nimiedades. Todo tenía su importancia en mayor o menor medida.

Asradi se acomodó en la roca, desperezándose y estirando un poco la cola de sirena, mientras la humedad del mar la mantenía brillante y sana. Así más tranquila, ahora procedía a escuchar con paciencia e interés a Alistair. Sobre todo cuando mencionó DemonTooth.

¡Sí que he estado! — Exclamó un poco, entusiasmada y esbozando una amplia sonrisa por reconocer aquella isla. — En realidad no me adentré mucho, solo me quedé en la zona del puerto.

Por mera seguridad, claro.

Pero ahí también conocí a un chico que resulta que es mestizo de gyojin. — Prefería no dar su nombre también para mantener su privacidad. No estaba segura de si a Yoshiro le molestaría o no.

Pero sí, no se había adentrado mucho más allá del pueblo o, en todo caso, de la casa de Yoshi. Era cautelosa y debía serlo siempre, por desgracia. De todas maneras, continuó escuchando a Alistair, con total interés.

¿El qué? — Preguntó, cuando el chico mencionó el Santoryu. Incluso ladeó, ella, graciosamente la cabeza, mirándole con una mezcla de confusión y curiosidad al mismo tiempo. Nunca había escuchado tal cosa. Pero ahora tenía un inenarrable interés por saber más. — ¿Se pueden manejar tres espadas? ¿No es incómodo tal y como lo dices? — Enarcó una ceja. ¿Una espada en los dientes? ¿Cómo diablos se manejaba eso? Entre el peso y la longitud del arma, no consideraba que fuese algo muy inteligente.

Claro, eso a sus ojos.

Pero claro, el mundo era muy grande, llamativo y loco. Había muchas cosas que no conocía y que todavía debía aprender y ver por sus propios ojos. Y estaba deseando hacerlo. Un brillo surgió en los ojos de Asradi ante la mención de Alistair de viajar a más lugares. Eso a ella también le gustaría. Pero por placer, y no solo por estar cambiando de zona para que no la encontrasen.

A mi también me gustaría conocer más lugares, y otras culturas y costumbres. No conozco mucho de la gente de la superficie, sobre todo por el estigma que hay entre ellos y los míos. — No pudo evitar soltar un pequeño suspiro por ello. — Sé que no todos son así, pero ojalá que poco a poco esa distancia que hay actualmente, se vaya acortando.

Al fin y al cabo, todos vivían bajo ese mismo cielo.

Mas cuando el tono de Alistair se fue por otros derroteros y él le dijo que si quería saber su pasado, la expresión de la sirena se tornó mucho más seria. Miró de forma cuidadosa al lunarian y apoyó una de sus manos sobre la contraria. Era un gesto muy suave, de silencioso apoyo.

No tienes porqué hacerlo, Alistair. No te sientas obligado si no quieres. — Ella no iba a insistir y el chico estaba en todo su derecho en resguardar sus secretos. De la misma manera que ella lo hacía. — Pero, en todo caso, decidas lo que decidas, todo lo que se hable en este lugar no saldrá jamás de aquí.

Al menos por parte de ella.

Le miró a los ojos y le regaló una muy suave sonrisa antes de separar un poco su mano de la contraria. No le empujaría a hablar, ni nada parecido. Por el contrario, fue Asradi quien le dió un toquecito con la cola, como si fuese un empujón pequeñito, solo para molestarle y que se le quitase esa expresión tan ceñuda del rostro.
#24
Alistair
Mochuelo
¡Una coincidencia! Escuchar que la sirena reconocía Demontooth era una inesperada sorpresa que le brindó un deje de alegría, pues las conversaciones siempre se daban mejor cuando ambos lados podían hablar con libertad del tema; la fluidez podía llegar después, siempre que la interacción pudiese resultar amena en vez de ser unilateral. La cereza en el pastel sería el entusiasmo de la sirena ante el hecho, una emoción que para él era increíblemente infecciosa incluso en sus presencias mas bajas, y que procuraba infectar de vuelta a quienes le rodeaban siempre que la situación no fuera en contra.

¡Entonces tienes que visitarla nuevamente algún día! Las mejores partes de Demontooth se descubren cuando te adentras más, pasando la villa cercana al puerto. De hecho, hay un pequeño claro precioso cuando sales por el lado norte de Shimotsuki, con una pequeña cascada natural y todo. ¡Por poco probable que pueda sonar! — Nunca se resistía al impulso de parlotear cuando se emocionaba, algo de lo cual Asradi seguramente sería víctima en más de una ocasión cuando repitieran las interacciones como las que tenían en ese momento. — ¡De hecho! Si en algún momento coincidimos en ese sitio, podría mostrarte ese precioso lugar. Es un lugar sumamente relajante, y estar tan rodeado de naturaleza le da un toque espiritual. — Contaba con que ella entendería a lo que se refería.

¿Un mestizo de Gyojin? — Inclinó la cabeza hacia un costado, en duda. Si fuera una caricatura, un signo de interrogación se manifestaría sobre su cabeza. No había en su vida visto a uno, quizá escuchado, y su cerebro empezó a dibujar toda clase de extravagantes y ridículas posibilidades ante el desconocimiento total de ese mestizaje. Con decir que en una de ellas imaginó la cabeza de un pez con brazos y piernas humanas... El chico contaba con una abundante creatividad, y sus años de esclavo lo habían desprovisto de muchos conocimientos que para otros seguramente solo eran diario vivir. Quizá de allí afloraba su constante deseo por explorar cada rincón del mundo -búsqueda filial aparte- mas no era la razón central de tal sentimiento; desde pequeño había querido visitar lugares exóticos que nadie más habría conocido en su vida. — ¿Cómo era él? — Preguntó finalmente, aceptando la realidad de que su imaginación estaba tomando demasiado fuerte las riendas de su sentido lógico. 

La reacción de la chica con el Santoryu fue justo la que esperaba, y no nos vamos a mentir, también era la misma que tuvo el joven alado cuando escuchó por primera vez del Santoryu. Una locura dibujada n papel: Manejar una katana con la boca sonaba como una idea caótica propiciada por la mente de un pequeño que encontró tres varas en el bosque y se puso a jugar con ellas. Pero era real. Bastante más real de lo que muchos darían crédito. — Increíblemente incómodo al inicio, si. Pone mucho a prueba la fuerza en tu mandíbula, y chocar el arma que va en la boca contra algo duro puede ser... una de las peores sensaciones que experimentes en tu vida. — Rememoró, sintiendo un escalofrío subirle por el cuerpo, estremeciéndose visiblemente. La de minutos que su cabeza estuvo retumbando y meciéndose por ese golpe... Agradecía que la temporalidad de la anécdota fuera un pasado, y uno muy lejano. — Pero cuando tu cuerpo se adapta y acumulas práctica, aprender a manipular una tercera arma es una de las ventajas mas prácticas que encontrarás entre muchos estilos. Es un estilo bastante poderoso, y peligroso. — Desconocía si la sirena empuñaría alguna vez un arma -o múltiples- de filo, pero si lo hacía, era una advertencia tan sutil como importante. 

El brillo en la mirada de la sirena fue evidente a primera vista, una respuesta natural que alegró mucho al Lunarian. Conocer a otra persona con tales aspiraciones, a pesar de la situación que el mundo vivía y el Gobierno Mundial perpetuaba, era algo que provocaba una agradable calidez en el pecho. Le recordaba que, indiferente a lo que sucediera, siempre habría personas dispuestas a soñar con un mundo mejor que dejara atrás las putrefactas malas costumbres del anterior. Soltó una carcajada animada, claramente alegre ante la idea. — ¡Y eso está bien! Conocer a otros y sus costumbres siempre llevará a entenderlos mejor y tratarlos como se merecen: Como seres vivos con tantas aspiraciones como uno mismo. Y un día pensamientos como el tuyo ayudarán a que todos puedan caminar de la mano sin importar la raza, estoy completamente seguro de eso. — Lo juraba, aunque para sus adentros. 

Vería el mundo como un lugar renovado, y seguiría luchando por esa causa.

La mano femenina sobre la propia atrajo su mirada, sintiendo cómo el lenguaje corporal de la sirena le apoyaba, alivianaba la idea de compartir lo que cruzaba por su mente y alentaba a que hiciera lo que el Lunarian quisiera, independiente de si ese algo fuera compartir con ella sus experiencias, o guardárselas huyendo del sentimiento que le mantenía encadenado en su psique. 

El cruce de miradas, y su suave sonrisa, fue el último metafórico empujón que necesitaba para liberarse de esa cadena, al menos por ese día. Y cuando llegara el día en que necesitara encararlo de nuevo, tomaría este momento y lo usaría para combatir en contra de sus demonios del pasado. El suave empujoncito no tan metafórico de su cola, por otro lado, dibujó nuevamente la radiante sonrisa en su rostro por la que tanto se caracterizaba. Como una llama, todo lo que necesitó era combustible y un pequeño incentivo para rugir nuevamente, estallar con fuerza y desprender calor en cada dirección. 

Gracias. De verdad. — Eran palabras sinceras, que si bien aún tenían una pizca de melancolía, ya no había rastro de duda en ellas. Tomó aire, en preparación, y empezó a hablar. — Soy un esclavo fugitivo de los Dragones Celestiales. — Cortante, inició con una revelación grande como una casa. — No se cuán familiarizada estés con ellos, pero en caso de que seas tan afortunada como para no estarlo... Son personas despreciables. "La cúspide de la nobleza" se hacen llamar, en realidad siendo solo megalómanos con bolsillos cargados, y una encarnación en vida del peor lado de la humanidad. Son crueles como ninguna persona que haya conocido, y... Simplemente no logro entender porqué. — Pausó unos segundos, y luego continuó. Genuinamente no entendía el sadismo que esos nobles cargaban con ellos, desde un punto muy literal. Era incapaz de procesarlo.

Aunque la sonrisa en su rostro se rehusaba a ceder siquiera un centímetro, el tono que usaba era claramente mas serio de lo que dirían sus facciones porque el tema siendo tratado lo ameritaba. — Conseguí escapar del que me quitó casi una década de vida, y ahora voy por el mundo en busca de dos personas muy importantes. Quisiera pensar que su falta de comunicación es solo porque aún no saben que conseguí escapar, o porque donde estén no tienen forma fácil de hacer pasar el mensaje. Pero tratándose de dos Lunarians... Requiere esfuerzo no pensar en lo peor de vez en cuando. — Siguiendo las pistas, ella podría intuir la relación de Alistair con esas personas. — Sé que están bien, puedo sentirlo. Dudo que sean tan débiles como para caer de rodillas ante el mundo. Pero también debo evitar caer demasiado en idealismos y asumir que toda posibilidad existe. — Así, si tenía tan trágica suerte como para vivir en una realidad en la que sus padres hubieran perdido la vida hace tiempo, al menos lo habría procesado lo suficiente como para no quebrarse como un vaso de vidrio chocando contra el suelo.
#25
Asradi
Völva
El tono de la conversación se había tornado no solo más denso, sino también más profundo y más serio. Era verdad que ella no le obligaría a hablar si no quería. Porque Asradi, más que nadie, sabía que el pasado podía ser muy doloroso. Quizás demasiado incluso para asimilarlo. El de ella, donde habían pasado ya varios años desde que se había escapado, todavía era demasiado escabroso. Todavía le dolía volver a recordar todo aquello. Pero, por otro lado, estaba dispuesta a escuchar si era necesario. Aún si hubiese retazos que le hiciesen recordar el suyo. Era buena escuchando, al fin y al cabo. Aunque a veces sus consejos no siempre fuesen los mejores. Solo se hizo el silencio durante unos momentos. Todo rastro de la conversación anterior quedó opacada por ese instante. Nada más se escuchaba el sonido de las olas y el murmullo de la brisa marina colándose por los recovecos de la cueva, en un inquietante pero no menos hermoso silbido. Asradi se mantuvo en silencio, solo esperando. No estaba segura de su Alistair hablaría o no sobre su pasado, así que se entretuvo un poco, para no agobiarle, recogiendo los útiles que habían usado para enseñar al lunarian algo de medicina muy básica.

“Soy un esclavo fugitivo de los Dragones Celestiales”.

Lo siguiente que continuó a esa frase, porque Alistar continuó hablando pero Asradi había dejado de escuchar por unos momentos, fue el sonido del cuenco de roca cayendo nuevamente hacia la arena, con un sonido sordo y seco. Los ojos azules de la sirena comenzaron a temblar, así como sus manos. Era algo totalmente instintivo y que no podía evitar, por mucho que lo intentase. De inmediato su cabeza viajó al pasado, a años atrás. De nuevo esa oscuridad y el continuó aroma al terror más primitivo comenzó a asolarla. Y, aún así, continuaba oyendo, pero no escuchando del todo, lo que Alistair le estaba contando.

Ojalá poder decirle que todo estaba bien, que ahora estaba a salvo. Pero... ¿Lo estaba? ¿Lo estaban los dos?

De repente sintió como si algo en su espalda volviese a quemar y sus manos se estrujaron de manera dolorosa, aunque se obligó a calmarse (no de manera muy exitosa), y trató de sonreír a Alistar para insuflarle ánimos. Pero el gesto que se dibujó en sus labios fue uno de inseguridad, uno trémulo.

Seguro que ellos están bien. Si no los han encontrado todavía... Es probable que... — Tragó saliva unos momentos. — … Que estén escondidos. Solo ten confianza.

Ella quería tener esa misma fe en cuanto a los suyos. No había regresado a casa desde que se había escapado por muchos motivos. Por miedo a que ya no estuviesen, por miedo a que la rechazasen, aunque sabía que no había sido culpa suya. Por demasiadas cosas que se formaban negativamente en su cabeza y que la echaban para atrás.

Yo... Sé quienes son los Dragones Celestiales. — Fue la sirena quien, esta vez, confesó aquello. Podía decir que Alistair era un completo desconocido. Pero ahora sentía que, de alguna manera, podía confiar enteramente en él. ¿O quizás sería un truco? Su cabeza trabajaba ahora a mil por hora, pero de manera tóxica y dañina para ella. — Me pasa un poco lo que a ti. No he vuelto a saber nada de los míos desde que me escapé.

A medida que decía esto, fue dándole la espalda al chico. Lo hacía en automático y también porque, por algún motivo, sentía que debía desahogarse un poco. Con alguien que la entendiese totalmente al respecto. A medida que esto sucedía, fue despojándose de las prendas superiores que cubrían su espalda. Asradi tembló levemente, con inseguridad. Incluso su rostro descendió un poco en una mezcla de temor y vergüenza.

Era la primera vez, en años, que enseñaba aquello.

Pues impreso en el medio de su espalda, cuando los oscuros cabellos y la tela se apartó lo suficiente, apareció la terrible marca de los Dragones Celestiales en aquella piel. Escondida de todo y de todos y que, ahora mismo era como una enorme mancha, una enorme diana que marcaba a la sirena. El símbolo de su pesadilla y su vergüenza.

Alistair era el primero al que le mostraba aquello después de tanto tiempo. Porque sentía que él la entendería. Que no solo empatizaría de alguna manera, sino que no la juzgaría al respecto. Los brazos y manos de la sirena se abrazaron a sí misma, estrujando su propia piel entre los dedos mientras también servían de cobertura para sus senos, a pesar de que le estuviese dando la espalda al lunarian. Los nudillos, ahora blanquecinos, evidenciaban lo mucho que le costaba mostrar aquello. Pero que era algo que también necesitaba.

La preciosa piel marcada no solo por la Garra del Dragón, sino por las cicatrices debajo de la misma.
#26
Alistair
Mochuelo
El sonido del cuenco de de roca chocando contra el suelo fue un llamado de golpe, un indicio a las consecuencias que ese prohibido nombre había tenido en la receptora de sus palabras. Aunque aún ligeramente adormilado emocionalmente por sus propias emociones -y por la dificultad que suponía hablar de tales personas y todos los recuerdos a los que estaban asociadas-, Alistair se giraría hacia la posición de la chica para encontrar la razón del sonido que retumbó en las paredes de la cueva. ¿Se le había resbalado? No parecía la clase de persona que hacía esos errores descuidados, pero era verdad que a cualquiera podía... No, no había sido un descuido.

Ver la expresión de la chica y su lenguaje corporal de forma tan drástica, con su optimismo pendiendo de un hilo, fue una vista que hubiera querido evitar; no se refería rehuir de verla con esa expresión, sino de evitar darle una razón a la chica para sentirse de esa manera. Su mirada decía las mil palabras que sus labios no podían ahora: el nombre había invocado algo oculto en lo más profundo de ella, algo capaz de romper picardía y sonrisas en una única mención, una asfixiante emoción que por buena causa estaba encerrada bajo llave y oculta en un metafórico agujero. 

Quiso responder, pero dudó. Después de todo, ¿Cuáles palabras eran realmente correctas en una situación así? ¿Qué podía decir que fuera capaz de repeler tal mal acechando en sus recuerdos? Él lo entendía mejor que pocos, y ahora mismo, a ella; no había palabra correcta cuando rememorabas las experiencias que Alistair no podía imaginar, pero podía recordar en carne propia el nivel de dolor físico y emocional que suponía ser un esclavo de uno de esos vestigios fallidos de humanidad. 

La escuchó en su totalidad, y presenció lo que ella quiso mostrarle con la inseguridad que el temblor en su cuerpo exhibía a gritos, confirmando sus temores. En la mente del Lunarian había una mezcla de emociones conflictivas, un cúmulo de colores tan extraño y retorcido que no tenia idea de qué pensar sobre éste. Por un lado, un tono blanco bastante opacado, una muestra del alivio de saber que la persona frente a él conocía perfectamente de sus experiencias por medio de las propias, y que por ello sobraban las palabras para comunicarse incluso fuera de éstos temas. Por otro lado, un gris tan oscuro que bordaba el negro, consumiendo el anterior color casi por completo, una seña de disgusto por la idea de lo que la sirena había sufrido. Si había un tema en el que no quisiera coincidir... Si había una experiencia de la cual pudiera librar, definitivamente era esta. 

Pero ya nada podía hacerse. Pues su pasado era permanente, y sus experiencias una tortura imborrable. Quizá por eso, porque la entendía, era que supo perfectamente lo que debía hacer. 

La mano zurda de Alistair reposó delicadamente sobre la piel expuesta de la chica, su palma encarando directamente el centro de la marca, con sus dedos completamente extendidos en distintas direcciones -tres de ellos pasando por encima de las garras de la marca-. Desde su ángulo de vista, el chico había ocultado en mayor parte la marca -con tan solo pequeñas porciones de ésta sobresaliendo por debajo de su palma-. Ocultaba la marca buscando negar su existencia, incluso si a veces habría grietas por la cual pudiera surgir nuevamente. 

Su mano libre -la diestra- se encargaría de pasar por un costado de ella, finalmente aterrizando sobre la mano femenina. A veces, el contacto de alguien más, alguien que estuviera presente en ese momento, podía hacer milagros para recordar a la persona que sus traumas anidados en recuerdos solo pertenecían a un tiempo pasado, y no un presente. El tacto del Lunarian era cálido, incluso más de lo que sería un humano, una particularidad de su raza que aprendía a manipular fuego a temprana edad como si de origami se tratase. A ello se sumó la llama Lunarian que se encendió en su espalda, pero a diferencia de otras ocasiones que estallaba a la vida, la flama había despertado con gentileza y desprendía un calor de igual naturaleza. 

—  Estaremos bien. Ellos ya no están en nuestras vidas. — Aunque fuese algo que sabían, escucharlo de una voz ajena a la interna era algo en muchas ocasiones necesario. Un recordatorio para que sus cerebros finalmente pudieran interiorizarlo, y no dejar que sus terrores internos ganaran a su razón, y a su corazón. — Puede que ellos aún existan, y puede que las pesadillas aún sigan latentes. Pero saldremos adelante, no permitiremos que su huella nos manipule a vivir con miedo. — No preguntaba cómo. Tampoco preguntaba porqué, ni mucho menos por sucesos. La entendía, y por eso no quería saber nada de lo que una existencia retorcida como un Tenryubito pudiera haber hecho con ella. 

Lo único que quería en ese momento era recuperar para ella la sonrisa de picardía que la sirena había exhibido tantas veces a lo largo de su encuentro. Que su existencia estuviera determinada por su felicidad, no por su miedo.

Llegará el día en que todos ellos perderán su trono. Y ese mismo día, estoy seguro que volveremos a reunirnos a los nuestros sanos y salvos, como si nada hubiera pasado. — Era optimista, o por lo menos, el mejor mentiroso de los dos siempre que fueran mentiras bienintencionadas. Después de todo, el instinto de hermano mayor siempre había estado latente en él. 

En estos momentos  y en otro contexto, el chico habría buscado una muestra mas personal de reafirmación. Un abrazo, colocar sus manos en las mejillas de la otra persona, o incluso mirarla directamente a los ojos mientras se comunicaban. Algo que pudiera decir con su lenguaje corporal "Estoy aquí, estas aquí, y ellos ya no." Desafortunadamente, el específico contexto de la situación impedía a Alistair colocarse frente a ella para hacer cualquiera de los anteriores; abordaría la situación al ritmo en el que Asradi se sintiera cómoda, cualesquiera que fuera el que ella decidiera.  

Mas veces de las que no, la mejor medicina para una experiencia traumática era un amigo que no iría a ningún lado.
#27
Asradi
Völva
Todavía podía escuchar aquella horripilante voz y risa resonándole en los oídos. Como una pesadilla de la que no pudiese escapar jamás. Los dedos de Asradi continuaban marcando la piel, clavándose dolorosamente las uñas en la delicada dermis. Como si aquel intento de provocarse un mínimo de dolor la pudiese sacar de esa sensación. Después de su confesión no hablada, fue el silencio lo que abarcó aquella escena. Ni tan siquiera había girado el rostro para mirar a Alistair. Por el contrario, lo había agachado dejando que la sombra de su cabello ocultase, parcialmente, cualquier expresión en la sirena. Se sentía avergonzada, a pesar de haber desnudado su alma de manera sincera. Ni tan siquiera había sido capaz de haberse sincerado con Octojin días atrás. Sentía que, si le enseñaba eso mismo que llevaba grabado, literalmente, a fuego en la espalda, lo estaría poniendo en peligro. Y eso era lo que menos quería. Arrastrar a alguien querido para ella. No es que, tampoco, desease arrastrar a Alistair, pero ahora mismo sentía que el lunarian era quien más la iba a comprender ahora, quien no iba a hacer preguntas y no la iba a juzgar. Y, aún así, continuaba doliendo. Ese golpeteo en el fondo de su cabeza. Ese miedo que, sentía, no iba a poder quitarse nunca de encima.

No mientras ese hombre continuase vivo.

La sirena se estremeció de pies a cabeza, y no pudo esconder el sollozo ahogado que brotó de sus labios, cuando sintió la mano de Alistair posándose en su espalda, en toda su extensión. Y, sobre todo, sobre la Garra del Dragón. Como si intentase cubrir u ocultar aquello. Algunas lágrimas, furtivas, bajaron de inmediato por sus mejillas cuando finalmente las palabras del lunarian brotaron con aquel entendimiento. Con aquel sentimiento. Asradi quería creer en todo aquello. Y quería creer con fervor. Pero siempre había ese runrun oscuro en el fondo de su cabeza. Como una cadena que todavía se arrastraba en su inconsciente.

Él continuaba en su vida, de una manera u otra. Todavía no era capaz de arrancarse aquello por mucho que huyese, por mucho que se alejase. Sentía que, aunque hubiese puesto cientos y cientos de kilómetros por medio, aquel hombre no cejaría jamás en su empeño de volver a hacerse con ella. Lo sabía, ya había escuchado rumores. Por eso nunca pasaba demasiado tiempo en un lugar. Por eso le costaba tanto congeniar con la gente. Porque no quería arrastrarles a todo aquello. Si él descubría a Octojin... No, no quería ni pensarlo. Y eso era lo que más le dolía de todo. Y lo que más temía.

Lo siento... — Fue apenas un murmullo, un tanto entrecortado, el que salió de entre sus labios. Asradi agradecía, como Alistair no tenía idea, sus palabras y su apoyo. Se obligó a serenarse, acariciando apenas los dedos que el lunarian le había puesto sobre una de sus manos como un silencioso agradecimiento. Y luego apartó lentamente esa misma mano, pasándosela un poco por el rostro para retirarse cualquier lágrima que pudiese haber quedado.

Se obligó, nuevamente, a tragárselas.

Y con un par de movimientos fluidos, aunque todavía algo temblorosos, volvió a cubrirse con la ropa. No quería tampoco hacer sentir incómodo al chico, aunque quizás el haberse abierto tanto, en cuanto a sentimientos, no ayudase mucho al respecto.

Y se obligó nuevamente a sonreír. Como siempre. Fue lo que recibiría a Alistair en cuanto Asradi se giró hacia él, de manera tenue. Apenas mirándole un poco por sobre el hombro. Detestaba sentirse vulnerable.

Tienes razón, ellos ya no están en nuestras vidas. — Intentaba autoconvencerse de las palabras del lunarian. Y, ahora, lo único que estaba haciendo era repetirlas, porque todavía le costaba creérselas. No por él, sino por ella. — Siento haberte hecho pasar este mal trago.

En realidad, esa sí era una disculpa sincera. No se atrevía ahora, demasiado, a mirarle a los ojos, así que hizo lo primero que se le ocurrió, sin pensar, en ese momento, recogiendo los utensilios que, antes, se le habían caído sobre la arena.

Si quieres podemos continuar con la práctica de las hierbas. O lo que tú prefieras. — Era mala disimulando en ese aspecto, sobre todo cuando estaba así, porque era obvio que, ahora mismo, solo buscaba evadirse de alguna manera.
#28
Alistair
Mochuelo
Las lágrimas recorriendo las mejillas de Asradi eran una reacción comprensible, y aun así, sentía un pequeño estrujón en su corazón al observarla. Desde que tenía memoria, siempre había querido ayudar a otros a superar los momentos en los que sus emociones se desbordaran como una presa desbordándose, aportando todo lo que tuviera a su disposición sin pensar demasiado cuánto era eso o como fuera. Y aun lo sostenía. Como todo buen hermano mayor, quería estar para los demás en su peor día para devolverles una sonrisa con la cual avanzar en su vida, orgullosos, erguidos, sin perder el tempo ante las inclemencias de la vida. Y vaya que la vida a veces podía ser una putada de tamaños incomprendidos, a falta de mejores palabras para describir el fenómeno. 

Cuando la sirena se disculpó y retiró su mano para remover las lagrimas, el Lunarian acompañó la acción de ella con una propia: estiró el puño de su vestimenta hasta el centro de su palma, cubriéndola con tela que luego utilizó para secar las lagrimas de la chica con ese improvisado pañuelo.  — No hay nada que disculpar, Asra. — Ya le había puesto un mote, aunque solo fuese una versión acortada de su propio nombre. Era rápido para eso; al grandullón de la armada revolucionaria le había puesto Umi sin siquiera conocerle personalmente. — Está bien derrumbarse de vez en cuando, es algo natural. — Pausó por un momento, utilizando la que ahora era su mano libre para colocarla sobre la coronilla femenina, acariciando y revolviendo suave su cabello intentando reconfortarla. — Es algo bueno y necesario para todos, es lo que nos diferencia de los objetos inanimados: Sentir. Y todos necesitamos dejar salir nuestros sentimientos de vez en cuando. — Pausó un segundo, sin detener los movimientos de su mano. — Gracias por tener el valor para compartírmelo. De primera mano sé... Sé muy bien lo doloroso que puede ser.

La mano del Lunarian se removió de la espalda de Asradi cuando ella nuevamente cubrió su mitad superior con sus vestimentas, a lo que él ahora descansaría sus manos sobre su propio regazo mientras ella se giraba para mostrar su rostro. Agrietado, forzado, no hacía falta tener ojo de halcón o conocerla de una vida para saber el desordenado tumulto de asfixiantes emociones que recorrían su interior en un momento. Como tanto se había dicho en esta conversación: Le entendía perfectamente. 

Negó con la cabeza al escucharla disculparse nuevamente. — No es ningún mal trago que no esté dispuesto a pasar por alguien que necesita un desahogo. ¡Además! Me has dado varias alegrías a lo largo del día, lo menos que puedo hacer es intentar poner de mi parte para ayudarte de vuelta, ¿no es así? — Mencionó, resumiendo su tono enérgico que buscaba contrarrestar bruscamente los sombríos colores que habían teñido la conversación. ¡Si algo se le daba bien, ese algo era sonreír fuerte! — Nunca permitas que nada te arrastre tan profundo que te olvides de cómo sonreír, ¿de acuerdo? Mientras puedas hinchar el pecho y sonreír, aunque cueste un poco, habrás ganado sin importar cuán alta sea la montaña. — Mencionó en un tono mas serio, aunque aún sosteniendo su expresión sonriente; contaba con una generosa cantidad de refranes de ese estilo. 

La propuesta, aunque hubiese gustado de aceptarla para aprender más, esta vez ameritaba una negativa implícita. Quería seguir, pero no quería seguir cuando ella aún experimentaba los residuos de traumáticas emociones. Esta vez sin decir nada, tomó los utensilios de manos de la sirena con delicadeza y, con la misma energía, los dejó a un costado ligeramente apartados. Negó con la cabeza y, sin decir nada, extendió sus brazos lo más que pudo hacia los lados mientras todos sus dedos -menos su pulgar- se recogían hacia la palma en movimientos sincronizados casi rítmicos. Estaba ofreciendo, o incluso pidiendo, un fuerte abrazo de los que hacían maravillas al corazón y al alma. 

Un movimiento osado por el poco tiempo que se conocían, pero que consideró necesario dadas las extraordinarias circunstancias. Era la clase de acción que ayudaba a cualquiera, más aún cuando te encontrabas con alguien con quien pudieras congeniar a tal nivel como para compartir experiencias del pasado que habían marcado la vida para mal. 

Si Asradi aceptaba, pronto encontraría no solo los brazos de él rodeándola como haría cualquier otro en la misma acción, sino la adición de sus alas cerrándose alrededor de ámbos para cubrirlos del mundo. Era un diálogo no verbal, enteramente corporal, que le intentaba indicar que se encontraba a salvo, y que no había nada por lo cual temer ni en su presente ni en su futuro. Un pequeño espacio de descanso y relajación en el que podía destensarse y, aunque fuera por unos minutos, dejar libre cada preocupación y tormento que hostigaba su mente de manera opresiva. 

Era la clase de ayuda que podía brindar: Reafirmarle sin dubitar que todo estaría bien, y que podía ver a las estrellas esperando un mañana cada vez mas iluminado.
#29
Asradi
Völva
Sentir.

Esa palabra que, durante tantos años, se le había estado prohibida, ahora brotaba de los labios contrarios con tanta fluidez y naturalidad que casi le parecía un espejismo. Una palabra que, a pesar de todo, creía que no tenía derecho a, irónicamente, sentir. Por otro lado, el notar que le había hecho pasar un mal trago a Alistair y, probablemente, hacerle recordar cosas que seguramente no deseaba, le provocaba una punzada más de culpabilidad. Era irónico porque no le conocía de nada, más allá de hacía unos momentos, como quien dice. Y el muchacho había empatizado tanto con ella, con tan solo un gesto y una mirada que casi parecía que estuviese en un sueño. Uno un poco confuso pero del que también tenía miedo despertarse. Su situación era complicada. La marca en su espalda, que solo el lunarian había visto hasta ahora, le impedía continuar avanzando de alguna manera. Porque era como un lastre. No había logrado, todavía, superar aquello. Todavía era una herida reciente, demasiado reciente que no era capaz de curar, por mucho esfuerzo que le pusiese. Temía que jamás sanase.

Y, aún así, los intentos de Alistair por animarle, aunque le arrancaron una suave sonrisa, no eran del todo fructíferos. Todavía ese deje de nostalgia trémula se apoderaba de lo más profundo de su ser.

Gracias por entenderme. Así como también te agradezco el cuidado. — Murmuró, dedicándola una muy pequeña sonrisa al varón que, ahora, extendía los brazos en aquel ofrecimiento.

La sirena dudó unos momentos, no era muy dada a ese tipo de gestos con alguien que no conocía. E incluso tampoco con los que sí conocía. Desde hacía años que un abrazo sincero era todo un reto para ella. Solo con Octojin le habían nacido en momentos similares de necesidad. Notaba, de todas maneras, el intento de Alistair por animarle. Y tampoco se lo quería echar del todo por tierra. Así que lo que hizo fue acortar distancias y tomar aquellas manos de él en agradecimiento, estrechándolas en un gesto sentido. No era un abrazo, eso era obvio, pero era la manera que ella tenía, ahora mismo de agradecerle por lo que había hecho. Y por lo que le estaba ayudando ahora.

Asradi se obligó a tomar aire, a tranquilizarse. A apartar esa mala sensación por unos momentos. No podía permitirse ser vulnerable. No todavía. Acarició, suavemente, los dorsos de cada mano de Alistair con sus propios dedos, ahora mirándole a los ojos. Le costó al principio, todavía los tenía brillantes y algo acuosos debido a las lágrimas que no había podido contener hacía un rato. Pero no quería estar así. No delante de aquel animado lunarian.

No te preocupes, estaré bien. — Siempre estaba bien, a pesar de que, en muchas ocasiones, aquello tan solo fuese una máscara con la que poder evadirse de aquello que la perseguía. Soltó lentamente las manos de Alistair y le dió un abrazo. No quizás el que el chico había querido iniciar al principio, sino más bien uno corto, igual de agradecido, pero que tampoco duró demasiado.

En cierto sentido, estaba tranquila en el aspecto de que, en su fuero interno, sabía que Alistair no le contaría a nadie aquel secreto que ella volvía a esconder tras las prendas que, nuevamente, cubrían su espalda. Tras aquel momento plagado de emociones, Asradi suspiró, volviendo a tomar asiento. Como si todo su cuerpo se hubiese aflojado de alguna forma.

De todas maneras, es cansado estar siempre huyendo por culpa de esto. No puedo pasar demasiado tiempo en un lugar sin tener miedo a que me puedan encontrar. — Y, con ello, no poder formar lazos profundos con la gente que se encontraba, al tener que partir relativamente pronto.

Movió un poco la punta de su cola, la aleta caudal más concretamente.

Y, aún así, quiero creer que tiene que haber gente que pueda cambiar el mundo. O, al menos, luchar contra este tipo de situaciones. — De esas injusticias.
#30
Tema cerrado 


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