Kael
El Fantasma del Mar
27-10-2024, 12:57 PM
La noche había comenzado como cualquier otra y volvía a tener la tranquilidad que pocas veces podía conseguir, un momento perfecto para trabajar en mis habilidades. Me encontraba en mi habitación dentro del barco, con varias velas temblorosas iluminando el desorden de papeles esparcidos por la mesa. Esa noche, decidí que me atrevería a cruzar una línea que muchos considerarían peligrosa y no del todo legal, pero que demonios, ya me estaban buscando, más que sea haría que valiera la pena. Esa noche iba a empezar a falsificar documentos.
Lo primero que hice fue estudiar los documentos antiguos que me había conseguido en la taberna, documentos que me dejaban mis compañeros (Pato, especialmente) y cualquier cosa con pinta medio oficial que encontraba. Cogí uno al azar y saqué una página en blanco y empecé a observarlo, sacar medidas y tener cada detalle posible para hacer esbozos simples a lápiz. Cuando tenía ya mejor pinta, saqué la pluma y la tinta y me preparé mentalmente para intentar hacerlo lo mejor posible. Con cada trazo de mi pluma, trataba de imitar las firmas elegantes y los detalles que hacían que esos papeles fueran auténticos. Despacio, fui tomando confianza con cada intento, cada error, cada diferenciador que lograba replicar más cercano al original.
Al principio, mis resultados eran mediocres; la tinta corría y las firmas parecían garabatos. Pero, como con todo en la vida, la práctica comenzó a dar sus frutos. Cada nueva firma que creaba se volvía más similar a la original, y cada pequeño detalle bastaba para elevar mi autoestima, al menos toda esta práctica servía para algo más que perder el tiempo.
Con cuidado, trataba de mantener la calma y no dejarme llevar por la emoción del momento. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, si quería hacer una copia lo suficientemente auténtica para pasar por real tenía que trabajar hasta el más mísero detalle, o tendríamos problemas bastante gordos. La idea de controlarlo todo por medio de papeles que podrían abrirme puertas me atraía bastante ahora que tenía que tener cuidado. Comencé a notar que la firma de un funcionario local se desdibujaba al pasar el tiempo, así que decidí practicar su trazo en varias páginas, estirando y encogiendo las letras hasta que se convirtieron en un reflejo perfecto de lo que estaba viendo en los papeles
Una semana después, con mis habilidades afianzadas, alcancé el siguiente nivel de maestría. Decidí hacer un documento que me diera acceso a ciertas zonas del puerto, donde los barcos de los más ricos de la zona atracaban. El papel tenía que ser perfecto. Las palabras tenían que fluir con naturalidad, y especialmente en la marina había notado un cierto patrón que se repetía.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Las últimas noches me encontré atrapado en la ansiedad, preguntándome qué pasaría si algún día mis creaciones fueran descubiertas. La idea de ser descubierto significaba que la tripulación podría correr bastante peligro sólo por el hecho de tener esa hoja. Nos arrestarían sin haber hecho nada todavía.
Después de mil pruebas y bolas de papel que tendríamos que reciclar e intentar volver a formar papel a través de ellas, puesto que si alguien las vería sospecharía bastante de lo que estábamos intentando practicar en ellas, cada hoja parecía indistinguible de la original. Mi habilidad había alcanzado niveles que no había imaginado. Más allá de cada firma, cada sello, había una nueva manera de poder salirnos con la nuestra. Y eso a mí y a la tripulación nos encantaba. Tener la posibilidad de acceder a lugares donde no podríamos entrar con el simple hecho de tener una página falsa nos llamaba bastante.
Tendríamos que utilizarlo tarde o temprano.
Lo primero que hice fue estudiar los documentos antiguos que me había conseguido en la taberna, documentos que me dejaban mis compañeros (Pato, especialmente) y cualquier cosa con pinta medio oficial que encontraba. Cogí uno al azar y saqué una página en blanco y empecé a observarlo, sacar medidas y tener cada detalle posible para hacer esbozos simples a lápiz. Cuando tenía ya mejor pinta, saqué la pluma y la tinta y me preparé mentalmente para intentar hacerlo lo mejor posible. Con cada trazo de mi pluma, trataba de imitar las firmas elegantes y los detalles que hacían que esos papeles fueran auténticos. Despacio, fui tomando confianza con cada intento, cada error, cada diferenciador que lograba replicar más cercano al original.
Al principio, mis resultados eran mediocres; la tinta corría y las firmas parecían garabatos. Pero, como con todo en la vida, la práctica comenzó a dar sus frutos. Cada nueva firma que creaba se volvía más similar a la original, y cada pequeño detalle bastaba para elevar mi autoestima, al menos toda esta práctica servía para algo más que perder el tiempo.
Con cuidado, trataba de mantener la calma y no dejarme llevar por la emoción del momento. Sabía que estaba jugando un juego peligroso, si quería hacer una copia lo suficientemente auténtica para pasar por real tenía que trabajar hasta el más mísero detalle, o tendríamos problemas bastante gordos. La idea de controlarlo todo por medio de papeles que podrían abrirme puertas me atraía bastante ahora que tenía que tener cuidado. Comencé a notar que la firma de un funcionario local se desdibujaba al pasar el tiempo, así que decidí practicar su trazo en varias páginas, estirando y encogiendo las letras hasta que se convirtieron en un reflejo perfecto de lo que estaba viendo en los papeles
Una semana después, con mis habilidades afianzadas, alcancé el siguiente nivel de maestría. Decidí hacer un documento que me diera acceso a ciertas zonas del puerto, donde los barcos de los más ricos de la zona atracaban. El papel tenía que ser perfecto. Las palabras tenían que fluir con naturalidad, y especialmente en la marina había notado un cierto patrón que se repetía.
Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Las últimas noches me encontré atrapado en la ansiedad, preguntándome qué pasaría si algún día mis creaciones fueran descubiertas. La idea de ser descubierto significaba que la tripulación podría correr bastante peligro sólo por el hecho de tener esa hoja. Nos arrestarían sin haber hecho nada todavía.
Después de mil pruebas y bolas de papel que tendríamos que reciclar e intentar volver a formar papel a través de ellas, puesto que si alguien las vería sospecharía bastante de lo que estábamos intentando practicar en ellas, cada hoja parecía indistinguible de la original. Mi habilidad había alcanzado niveles que no había imaginado. Más allá de cada firma, cada sello, había una nueva manera de poder salirnos con la nuestra. Y eso a mí y a la tripulación nos encantaba. Tener la posibilidad de acceder a lugares donde no podríamos entrar con el simple hecho de tener una página falsa nos llamaba bastante.
Tendríamos que utilizarlo tarde o temprano.