Son Goku D. Namek
Dr. Goku
16-10-2024, 11:22 PM
La isla de Kilombo se caracterizaba por su tranquilidad y belleza natural. De forma circular y rodeada por un océano sereno, era un lugar donde la paz reinaba en todos sus rincones. El clima agradable, con cielos despejados la mayor parte del año, y su abundante vegetación hacían que la isla fuera un refugio para quienes buscaban escapar del bullicio de las ciudades más grandes. A pesar de ser un punto estratégico en las rutas comerciales, Kilombo no era conocida por su violencia, sino por su pueblo trabajador y pacífico.
Rostock, el principal asentamiento de la isla, era un pueblo antiguo, con una arquitectura rudimentaria que resistía el paso del tiempo. Sus calles empedradas y sus casitas de madera con tejados rojizos daban al lugar un aire acogedor. Aun así, su puerto era su verdadero motor económico. Aunque modesto en comparación con los grandes puertos del mundo, el de Rostock era un punto de conexión clave entre islas y continentes, donde comerciantes de todo tipo traían sus mercancías. Los barcos llegaban y partían a diario, y siempre había actividad en los muelles, desde pescadores descargando sus capturas hasta comerciantes intercambiando bienes exóticos. Dominando el paisaje, un faro gigantesco se erigía en el puerto, vigilando la entrada y salida de los barcos. Este faro no solo era una guía crucial para las embarcaciones, sino también un símbolo de orgullo para los habitantes de Rostock.
En este tranquilo escenario, algo rompía con la monotonía habitual, la inminente apertura de la Fishbones Pow-Pow Flame Chompers Zapper Gun Store. Un nombre extravagante, sin duda, pero que había captado la atención de todos los habitantes. El local, ubicado en una de las calles más transitadas cerca del puerto, se distinguía inmediatamente por sus llamativos carteles y decoraciones. Desde pistolas de formas alucinantes hasta dibujos de explosivos en los muros, todo en la tienda parecía excesivo y peligroso, como si se tratara más de un espectáculo que de un comercio legítimo. Las armas representadas en los anuncios parecían sacadas de las historias más descabelladas de piratas y mercenarios, y la tienda, en su conjunto, daba una sensación de caos inminente.
A medida que avanzaban los días, el rumor sobre la tienda crecía. Los habitantes del pueblo, acostumbrados a una vida pacífica, no podían evitar hablar de lo que podría estar ocurriendo detrás de esas puertas cerradas. ¿Qué clase de armas serían vendidas en un lugar con un nombre tan extravagante? Las conversaciones en las tabernas, los corrillos en las esquinas del mercado y las pláticas entre los pescadores en los muelles no tardaron en llenarse de teorías y especulaciones.
"Dicen que esas armas pueden destruir un barco de un solo disparo", decía uno de los pescadores a sus compañeros, mientras descargaban sus redes en el muelle. "Y que el dueño es un ex pirata, de esos que ha recorrido los mares buscando tesoros", añadía otro, con un tono conspiratorio.
Los rumores no tardaron en volverse más oscuros cuando, de la noche a la mañana, una gran bandera negra apareció ondeando sobre la entrada de la tienda. El diseño era tan intimidante como extravagante, una bazuca en forma de tiburón, con dos enormes ametralladoras cruzadas detrás. La imagen no dejaba lugar a dudas sobre la naturaleza del negocio. Si el lugar ya inspiraba temor con sus letreros y decoraciones, la bandera fue la confirmación de que la tienda no era un simple comercio de armas, sino algo mucho más peligroso.
La gente comenzó a hablar más. Se decía que la tienda no estaba destinada a abastecer a simples ciudadanos, sino que su verdadera clientela eran mercenarios, piratas y contrabandistas. Las preocupaciones crecieron cuando se filtró la noticia de un cargamento que llegaría por mar. La información fue escasa, pero lo suficiente como para desatar aún más rumores, una transacción clandestina tendría lugar en el puerto, a mitad de la noche, y se hablaba de que Architect, la misteriosa dueña de la tienda, buscaba guardaespaldas para la operación. Nadie sabía mucho sobre ella, excepto que era una mujer con mucho dinero y conexiones peligrosas. Parecía dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger su negocio.
A partir de ahí, las especulaciones se descontrolaron. Algunos decían que el cargamento estaba compuesto por armas nunca antes vistas, capaces de causar destrucción masiva. Otros, más escépticos, creían que todo era una artimaña para atraer la atención y hacer que los curiosos gastaran su dinero en la tienda. Sin embargo, lo que sí parecía ser cierto era que Architect estaba preparándose para una emboscada. Los rumores hablaban de un grupo que planeaba asaltar el puerto la misma noche de la transacción. Por eso, además de mercenarios, Architect buscaba mano de obra barata para ayudar a defender y transportar el cargamento. En algunos círculos, se decía que también necesitaba personal para la tienda, personas que se encargaran de las ventas y mantuvieran el lugar bajo control, aunque pocos se atrevían a acercarse a ella directamente.
A pesar del miedo y la incertidumbre, algunos habitantes veían la situación como una oportunidad. Los jóvenes del pueblo, ansiosos por algo más que la vida pacífica de Rostock, veían en esta situación la posibilidad de ganar dinero rápido o incluso de hacerse un nombre. Los más astutos, o los más desesperados, sabían que había muchas formas de acercarse a Architect. Ya fuera para trabajar para ella, ayudarla a proteger su negocio, o incluso robarle o atacarle durante la transacción. Las posibilidades eran infinitas, y todo dependía de quién fuera lo suficientemente ingenioso para aprovechar la situación.
El ambiente en Rostock se volvía cada vez más tenso a medida que se acercaba la fecha de la transacción. Los barcos seguían entrando y saliendo del puerto, pero ahora, cada movimiento era observado con sospecha. Las noches, antes tranquilas, estaban cargadas de una atmósfera de anticipación. Algunos esperaban ver cómo se desarrollaba todo, mientras otros se preparaban para intervenir, de una forma u otra.
Rostock, el principal asentamiento de la isla, era un pueblo antiguo, con una arquitectura rudimentaria que resistía el paso del tiempo. Sus calles empedradas y sus casitas de madera con tejados rojizos daban al lugar un aire acogedor. Aun así, su puerto era su verdadero motor económico. Aunque modesto en comparación con los grandes puertos del mundo, el de Rostock era un punto de conexión clave entre islas y continentes, donde comerciantes de todo tipo traían sus mercancías. Los barcos llegaban y partían a diario, y siempre había actividad en los muelles, desde pescadores descargando sus capturas hasta comerciantes intercambiando bienes exóticos. Dominando el paisaje, un faro gigantesco se erigía en el puerto, vigilando la entrada y salida de los barcos. Este faro no solo era una guía crucial para las embarcaciones, sino también un símbolo de orgullo para los habitantes de Rostock.
En este tranquilo escenario, algo rompía con la monotonía habitual, la inminente apertura de la Fishbones Pow-Pow Flame Chompers Zapper Gun Store. Un nombre extravagante, sin duda, pero que había captado la atención de todos los habitantes. El local, ubicado en una de las calles más transitadas cerca del puerto, se distinguía inmediatamente por sus llamativos carteles y decoraciones. Desde pistolas de formas alucinantes hasta dibujos de explosivos en los muros, todo en la tienda parecía excesivo y peligroso, como si se tratara más de un espectáculo que de un comercio legítimo. Las armas representadas en los anuncios parecían sacadas de las historias más descabelladas de piratas y mercenarios, y la tienda, en su conjunto, daba una sensación de caos inminente.
A medida que avanzaban los días, el rumor sobre la tienda crecía. Los habitantes del pueblo, acostumbrados a una vida pacífica, no podían evitar hablar de lo que podría estar ocurriendo detrás de esas puertas cerradas. ¿Qué clase de armas serían vendidas en un lugar con un nombre tan extravagante? Las conversaciones en las tabernas, los corrillos en las esquinas del mercado y las pláticas entre los pescadores en los muelles no tardaron en llenarse de teorías y especulaciones.
"Dicen que esas armas pueden destruir un barco de un solo disparo", decía uno de los pescadores a sus compañeros, mientras descargaban sus redes en el muelle. "Y que el dueño es un ex pirata, de esos que ha recorrido los mares buscando tesoros", añadía otro, con un tono conspiratorio.
Los rumores no tardaron en volverse más oscuros cuando, de la noche a la mañana, una gran bandera negra apareció ondeando sobre la entrada de la tienda. El diseño era tan intimidante como extravagante, una bazuca en forma de tiburón, con dos enormes ametralladoras cruzadas detrás. La imagen no dejaba lugar a dudas sobre la naturaleza del negocio. Si el lugar ya inspiraba temor con sus letreros y decoraciones, la bandera fue la confirmación de que la tienda no era un simple comercio de armas, sino algo mucho más peligroso.
La gente comenzó a hablar más. Se decía que la tienda no estaba destinada a abastecer a simples ciudadanos, sino que su verdadera clientela eran mercenarios, piratas y contrabandistas. Las preocupaciones crecieron cuando se filtró la noticia de un cargamento que llegaría por mar. La información fue escasa, pero lo suficiente como para desatar aún más rumores, una transacción clandestina tendría lugar en el puerto, a mitad de la noche, y se hablaba de que Architect, la misteriosa dueña de la tienda, buscaba guardaespaldas para la operación. Nadie sabía mucho sobre ella, excepto que era una mujer con mucho dinero y conexiones peligrosas. Parecía dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger su negocio.
A partir de ahí, las especulaciones se descontrolaron. Algunos decían que el cargamento estaba compuesto por armas nunca antes vistas, capaces de causar destrucción masiva. Otros, más escépticos, creían que todo era una artimaña para atraer la atención y hacer que los curiosos gastaran su dinero en la tienda. Sin embargo, lo que sí parecía ser cierto era que Architect estaba preparándose para una emboscada. Los rumores hablaban de un grupo que planeaba asaltar el puerto la misma noche de la transacción. Por eso, además de mercenarios, Architect buscaba mano de obra barata para ayudar a defender y transportar el cargamento. En algunos círculos, se decía que también necesitaba personal para la tienda, personas que se encargaran de las ventas y mantuvieran el lugar bajo control, aunque pocos se atrevían a acercarse a ella directamente.
A pesar del miedo y la incertidumbre, algunos habitantes veían la situación como una oportunidad. Los jóvenes del pueblo, ansiosos por algo más que la vida pacífica de Rostock, veían en esta situación la posibilidad de ganar dinero rápido o incluso de hacerse un nombre. Los más astutos, o los más desesperados, sabían que había muchas formas de acercarse a Architect. Ya fuera para trabajar para ella, ayudarla a proteger su negocio, o incluso robarle o atacarle durante la transacción. Las posibilidades eran infinitas, y todo dependía de quién fuera lo suficientemente ingenioso para aprovechar la situación.
El ambiente en Rostock se volvía cada vez más tenso a medida que se acercaba la fecha de la transacción. Los barcos seguían entrando y saliendo del puerto, pero ahora, cada movimiento era observado con sospecha. Las noches, antes tranquilas, estaban cargadas de una atmósfera de anticipación. Algunos esperaban ver cómo se desarrollaba todo, mientras otros se preparaban para intervenir, de una forma u otra.